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LA COLUMNA
Columna
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Cuando Rajoy habla

Josep Ramoneda

La figura mediática de Mariano Rajoy ha sido tallada en base a sus silencios. De él se dice que es la cara moderada del PP, sin que conste otra forma de moderación que su tendencia a desaparecer. Sin embargo, si nos guiamos por las ocasiones en las que habla, no hay ninguna razón para identificarle como la versión amable del PP. Más bien todo lo contrario. Rajoy, que difícilmente acumula más de dos tareas a la vez, está centrado en las elecciones catalanas, decidido a utilizarlas como un ensayo para las convocatorias siguientes. Y de momento no ha hecho más que añadir nuevas anotaciones a su agenda de la infamia, aquella en la que está escrito el inmoral uso del terrorismo que hizo en la legislatura anterior.

¿Qué dicen estas nuevas anotaciones? Que Rajoy está por la discriminación de los gitanos y que Rajoy se apunta al sadismo político ordinario contra los inmigrantes. A Rajoy no le bastó, como al presidente del Gobierno, apoyar a Sarkozy en sus tareas de limpieza étnica. Dio luz verde para que Alicia Sánchez Camacho jugara a aprendiz de pirómana, buscando gitanos desesperadamente por un barrio de Santa Coloma, en compañía de una correligionaria de Sarkozy. Es sorprendente que una mujer se apunte a un ejercicio tan típico del peor de los machismos como la caza y captura del paria. Pero en política ocurre con el voto lo mismo que con el dinero en la economía, se da por supuesto que para obtenerlo vale todo, es decir, que rige la suspensión de cualquier juicio moral.

Rajoy y Sánchez Camacho han dado una vuelta de tuerca más a su saña apuntándose a la línea abierta por el Ayuntamiento de Vic de acabar con el único espacio de reconocimiento que les quedaba a los inmigrantes ilegales: el padrón municipal. Rajoy quiere que la inscripción llegue a la policía, sin mediar mandato judicial -como exige la ley-, para que los ilegales tengan que convertirse directamente en clandestinos. Es decir, en sin papeles: personas humanas que no cuentan, no existen.

La vía del padrón municipal ha jugado un papel importantísimo para que este país pueda vivir una crisis, después del gran boom de la inmigración, sin conflictos de gravedad. Gracias al padrón, los inmigrantes ilegales han obtenido unos derechos mínimos, que han contribuido a hacer sostenible una situación que muchas veces era límite. Pero a Rajoy parecen importarle poco los efectos que esto tenga sobre las personas, lo único que le interesa es arrancar algún voto del sadismo ordinario o del miedo de determinados sectores sociales. Da igual que la medida pueda tener efecto sobre la inseguridad ciudadana. Rajoy dirá que es culpa del Gobierno y a la derecha siempre le va bien que aumente la criminalidad para poder exhibir discurso de mano dura. Queda claro que cuando Rajoy rompe sus silencios no aparece el personaje bonachón y tolerante del que hablan sus exégetas sino la derecha española pura y dura.

Figuraba en el haber de Rajoy una actitud prudente y moderada en materia de inmigración. Y puede decirse que, a pesar de algún episodio concreto, así se mantuvo en la campaña electoral de 2008. ¿Por qué ha decidido ahora ensayar en Cataluña propuestas políticas en inmigración que cruzan todas las líneas rojas? ¿Por qué opta ahora por la demagogia cobarde contra los que ni siquiera pueden castigarle con el voto porque no tienen derecho a ejercerlo? Lo cierto es que Rajoy retoma los acentos de Aznar con la inmigración. Y que hay en el PP quien piensa que fue el conflicto del Ejido el que le empujó a la mayoría absoluta. No olvidemos tampoco que su mentor fue pionero en la deportación de inmigrantes, antes incluso que Berlusconi. De modo que los espejismos del silencio de Rajoy solo esconden a un representante del PP de siempre, que a la hora de vender la mercancía retoma los peores acentos de su tradición.

Queda por ver el efecto campo: si las propuestas del PP catalán arrastran a algunos de los otros partidos que participan en las elecciones. En cualquier caso, un político que cruza esta línea roja está deslegitimado para hablar de regeneración democrática. La democracia empieza por el reconocimiento a todas las personas, incluso las que no tienen derecho a voto. Algunos economistas hablan de que en un futuro próximo, con los cambios en los equilibrios económicos mundiales, España puede volver a ser país de emigración. ¿El PP aceptará que los emigrantes españoles reciban el mismo trato que él propone para los inmigrantes ilegales? No hay peor política que el oportunismo.

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