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Realidades, que no mitos, del 'lobby' israelí

El pasado 9 de noviembre, Shlomo Ben Ami publicó un artículo, Mitos y realidades del lobby israelí, sobre el "polémico" libro de los profesores norteamericanos John Mearsheimer y Stephen Walt, El lobby israelí y la política exterior de los Estados Unidos, descalificándolo en su totalidad y en unos términos que no suelen ser habituales en este ex ministro de Asuntos Exteriores israelí y prolífico articulista, que, más allá de las contradicciones que suelen afectar a los judíos progresistas, normalmente ha defendido y se ha esforzado por establecer cauces de diálogo entre Israel y Palestina.

Desafortunadamente, Shlomo Ben Ami no hace un análisis objetivo de este libro, sino un apasionado ataque que tiene poco que ver con las tesis contenidas en el mismo. Merece la pena leer este riguroso ensayo -editado recientemente en castellano (Taurus) aunque es de lamentar que se hayan omitido las numerosas fuentes que figuran en la edición original-, que ha recibido, como era previsible, numerosos ataques y virulentas descalificaciones, pero que ha sido considerado por The New York Review of Books como el libro más interesante desde que se publicó El choque de civilizaciones de Samuel Huntington.

Estados Unidos da un trato de favor a Israel, en perjuicio del pueblo palestino
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Los documentos muestran que no fue Arafat quien rechazó el plan de Clinton

Sus tesis pueden resumirse en dos: la primera considera que el respaldo incondicional norteamericano en las últimas décadas al Estado de Israel no ha beneficiado ni a los Estados Unidos ni al pueblo judío; la segunda estima que las decisiones de la política exterior estadounidense en Oriente Medio están claramente influenciadas por el lobby israelí.

Shlomo Ben Ami dice que los autores de este libro "han creado un paradigma nuevo. Si tienen razón - y no la tienen-, un país pequeño se ha apoderado, mediante sus grupos de presión en los centros del poder del imperio, de la política exterior de una superpotencia a la que ha obligado a actuar contra sus intereses nacionales". Y añade que, "al querer defender lo que es una tesis absurda y obcecada, los autores del libro demuestran una vergonzosa ignorancia de las complejas realidades de Oriente Próximo". Con anterioridad Ben Ami ya había esbozado críticas parecidas en un artículo que publicó en la edición española de Foreign Policy, en el verano del 2006, si bien algo más matizadas.

Sucede que en este libro no se encuentran ni las afirmaciones que le imputa Shlomo Ben Ami y, todavía menos, el simplificador paradigma que, al parecer, ha creado. Al contrario, sus autores, que por otra parte no muestran especial simpatía por el pueblo palestino, nunca han dicho que el lobby israelí sea "todopoderoso" o que "controle importantes instituciones" de Estados Unidos. Existen diversos casos, recuerdan, en los que el lobby no se salió con la suya. No obstante, concluyen, "hay abundante evidencia de que el lobby ejerce una influencia impresionante". En definitiva, lo que estos autores afirman -y con todos los respetos, creo que prueban- es que Israel recibe de Estados Unidos muchos más apoyos que ningún otro país y que la posición de equilibrio que había mantenido la superpotencia, al menos hasta la guerra de los Seis Días, ha ido inclinándose claramente a favor de Israel. Consideran, a su vez, que estas políticas ponen en peligro la seguridad nacional de Norteamérica, y que incluso son perjudiciales para el propio Estado israelí.

Tras exponer rigurosamente sus argumentos, citan numerosos casos, entre otros, la política de asentamientos, que hasta escritores -nos dicen- tan proclives a Israel como León Wieseltier han calificado como "de desatino moral y estratégico de proporciones históricas"; o el comportamiento de la Administración de Bush durante la reciente guerra de Israel contra el Líbano, en el año 2006, que la práctica totalidad de los países criticaron como una locura o quizás algo más grave, aunque no lo hizo así Estados Unidos.

Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, que jugó un importante papel durante años en la política exterior norteamericana, considera que estos dos profesores "han prestado un servicio público", y que este libro "habla además de los prolongados abusos cometidos contra los palestinos y aporta numerosas pruebas de cómo Israel se ha ido beneficiando de una ayuda económica privilegiada -de auténtico favoritismo- y desproporcionada -si se la compara con la que recibe cualquier otro país-". Además, observa Brzezinski, "parte de ese dinero ha servido para pagar más asentamientos, a los que Estados Unidos se opone y que obstaculizan el proceso de paz".

Este evidente trato de favor a Israel, en perjuicio del pueblo palestino, no supone ignorar o justificar los errores que los palestinos hayan cometido en las sucesivas negociaciones de paz, y en concreto en Camp David, que posiblemente podían haber llegado a buen puerto, y en las que el propio Shlomo Ben Ami participó activamente. En los debates y artículos que Ben Ami ha publicado sobre el lobby israelí siempre aflora su amargura por lo que él piensa fue una ocasión, muy especial, perdida. Puede que en su tristeza y dolor por lo sucedido entonces radique la razón de la agresividad. Pero ello no justifica este tipo de diatribas ni tampoco el que haya llegado a afirmar que "los palestinos nunca han querido que la Casa Blanca hiciera de mediadora, sino que les entregara Israel".

Según Ben Ami, los palestinos no han tenido jamás una verdadera voluntad negociadora, lo que resulta difícil de admitir. Y todavía lo es más pensar que pueda haber algún palestino tan utópico como para soñar que Estados Unidos pudiera "entregar" a Israel.

Ben Ami incluso llega a decir "que el hecho de que Arafat despreciase una oferta de paz tan ventajosa (sic) para su pueblo, dejó al presidente George W. Bush sin incentivos para proseguir la búsqueda de la paz en su mandato". "Fue Arafat", añade, "y no el mitológico lobby israelí, quien hizo que EE UU se desentendiera del proceso". John Mearsheimer y Stephen Walt ya le habían contestado de antemano al afirmar que "los documentos históricos demuestran que no fue Arafat quien finalmente rechazó la propuesta de Clinton, en el año 2000".

Seguramente Arafat tuvo gran responsabilidad en lo sucedido, pero basta leer el libro El Muro de Hierro, de Avi Shlaim, para que uno no pueda sino ser escéptico sobre la voluntad del Estado de Israel de cumplir acuerdo alguno de paz con los palestinos, más allá de las buenas intenciones de algunos de sus líderes, como Shlomo Ben Ami, que, mucho me temo, no representan realmente a los que de verdad mandan en su país, quienes suelen aplicar una política implacable y sin concesiones al pueblo palestino.

Cuando uno termina de leer este libro, tiene pocas dudas respecto a que hay un evidente trato de favor a Israel por parte de Estados Unidos, empieza a pensar que esta política posiblemente afecte negativamente a los intereses de Norteamérica -aunque es menos claro que perjudique al Estado de Israel-, ve claro que genera rechazos en el mundo árabe, que se siente, con razón, agraviado, y comienza a estar seguro de que el lobby israelí no contribuye precisamente a la paz y la estabilidad de Oriente Medio.

Jerónimo Páez, abogado, es director de la Fundación El Legado Andalusí.

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