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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Regreso a Rabat

El viaje de Moratinos a Marruecos debe abrir el camino a la normalización de las relaciones

La vuelta a la normalidad en las relaciones entre España y Marruecos no empieza con la aún no anunciada vuelta a Madrid del embajador del Reino alauí, sino con la visita ayer a Rabat del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, gesto que esperaban los marroquíes, y que debería bastar. Ello no significa que no haya contenciosos entre ambos países, sino que lo que les une es mucho más que lo que les separa. Y así ha de ser desde una perspectiva constructiva.

La llamada a consultas dos meses atrás del embajador marroquí, Omar Azziman -uno de los mejores enviados de Rabat-, fue el gesto mínimo que Marruecos podía hacer en protesta por la visita del Rey Juan Carlos a Ceuta y Melilla, la primera de su reinado, y que se debió a razones puramente internas: eran los dos únicos territorios españoles que el Monarca no había visitado. El principio de la desactivación de la crisis no significa que Marruecos haya renunciado a su reivindicación sobre las dos ciudades, sino que ésta queda entre paréntesis, aunque no dejó de tratarse ayer en la reunión de Moratinos con su homólogo Taieb Fassi-Fihri. Está por ver si Marruecos se conforma, ya que exige un diálogo sobre las plazas, algo que España rechaza.

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No ha habido nada improvisado en todo esto. Marruecos fue avisado de la visita del Rey, y el viaje de Moratinos a Rabat, cuidadosamente preparado, incluida una carta confidencial de Zapatero al rey Mohamed VI, cuyo contenido puede ser clave para desbloquear la situación. Tras estos pasos, al embajador se le espera en Madrid. Sería absurdo que Mohamed VI subiera las apuestas y prolongara esta anormalidad diplomática.

Marruecos tiene otros contenciosos con España, como el apoyo de la fiscalía de la Audiencia Nacional para que el juez Garzón investigara un supuesto genocidio de saharauis a manos marroquíes. El tema del Sáhara Occidental, en el que el Gobierno de Zapatero está más próximo a Rabat que otros, es complejo pero en él no hay atisbo de genocidio.

Más allá, hay demasiados intereses comunes como para no normalizar y volver a impulsar estas relaciones entre dos vecinos, desde las económicas a la lucha contra la inmigración ilegal, que también es un problema para Marruecos, o el combate contra el terrorismo yihadista, que nos afecta por igual. Además, se abren nuevas perspectivas con el activismo de Sarkozy en el Magreb y la Unión Mediterránea, ahora europeizada, que propugna el presidente francés y que ha recibido el apoyo de Zapatero y Prodi.

Como señaló Moratinos, es necesario impulsar las relaciones, tanto bilaterales como multilaterales, en todos los ámbitos. Ello significa ayudar en lo posible al desarrollo de la democracia y de los derechos humanos en Marruecos, que va con el freno echado. Era lógico que Moratinos no levantara este asunto en su regreso a Rabat. Pero no cabe olvidarlo.

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