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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rescates creíbles

El caso de Grecia confirma que se deben imponer ajustes razonables a los países intervenidos

Con lentitud burócratica, los ministros de Economía del Eurogrupo empiezan a entender los problemas que plantea el actual procedimiento de rescates de países de la eurozona. En la reunión que empezó el lunes aprobaron el plan de ayudas a Portugal, que implica préstamos de 78.000 millones de euros a tipos de interés que van desde una horquilla entre 4,25% y 5,25%, que deberán retribuir a los créditos facilitados por el FMI (26.000 millones), hasta otra entre 5,5% y 6% que le costarán los dos tercios restantes aportados por los fondos europeos. Las exigencias a Lisboa a cambio de los créditos que evitarán el impago de la deuda siguen las pautas esperadas: ajuste fiscal, reformas en el mercado laboral, vivienda y recapitalización de la banca.

Los analistas insisten en que las exigencias son "muy suaves", pero lo cierto es que incluyen algunos requerimientos especialmente dolorosos para Portugal (como una privatización drástica del aparato empresarial público) y, sobre todo, agudizarán la recesión de la economía portuguesa al menos durante los próximos dos años. Todo lo anterior configura la paradoja del ajuste fiscal que atenaza a Grecia y que probablemente también angustiará a Irlanda: las contracciones fiscales exigidas merman la posibilidad de crecimiento y, por tanto, reducen las posibilidades de devolución de la deuda de los países rescatados. El callejón del rescate solo tiene una salida: una reducción intensa de los salarios reales en los países rescatados que debe acompañar a los ajustes y las reformas.

Bruselas se enfrenta al riesgo de que Grecia sea una avanzadilla de lo que puede suceder con Irlanda y Portugal. La economía griega, que recibió 110.000 millones en el plan de rescate de 2010, sencillamente no puede hacer frente a los vencimientos de la deuda. Necesita una aportación adicional de otros 60.000 millones. Los ministros europeos dejaron la solución para junio, pero en estos momentos la probabilidad mayor es que se conceda el dinero y se suavicen las condiciones de los préstamos (menos tipo de interés, más plazo). Es posible que el comisario Olli Rehn esté en lo cierto al exigir a Atenas reformas económicas más rápidas y privatizaciones inmediatas; también es posible que acierten los economistas que reclaman una reestructuración de la deuda griega. Pero lo cierto es que Berlín y París no pueden aceptar el fracaso del rescate griego. Sería un precedente desmoralizador. De ahí que empiecen a mostrar "comprensión" hacia un plan adicional de rescate de Grecia.

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No hay más remedio que modificar las condiciones de los rescates. Eso significa abaratar los costes de los préstamos, concederlos a plazos más largos y ampliar los calendarios de reducción del déficit. Es difícil creer que Portugal puede pasar de un déficit del 9,1% en 2010 al 3% en 2013 con una economía en recesión. Las exigencias de los ajustes deben ser posibles y creíbles, para evitar fracasos que perjudiquen al euro. La opinión de Mario Draghi, el nuevo presidente del BCE a partir de octubre, será importante en el debate.

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