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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Retrasos y engaños

La UE no debe tolerar el espectáculo de frívola irresponsabilidad que están dando Italia y Grecia

Italia y Grecia han vuelto a ofrecer la inquietante imagen de unos Estados que no consiguen estar a la altura de los desafíos que les exigen sus socios de un gran proyecto. Por un lado, la dimisión diferida de Silvio Berlusconi siembra de nuevos obstáculos el trayecto del euro; multiplica sus efectos perversos sobre los países que, como España, exhiben unas finanzas públicas más debilitadas y, al concentrar la atención en la urgencia de evitar que las deudas soberanas se desboquen aún más, retrae esfuerzos en la que debería ser la principal tarea, la de completar política e institucionalmente la unión monetaria. Y convertirla en una auténtica unión económica.

El caso del primer ministro italiano es especialmente desagradable. Se puede ser irresponsable negándose a adoptar las medidas indispensables o atrasando una y otra vez su aplicación cuando ya se han adoptado. Berlusconi ha incurrido en ambas deslealtades. Acompañándolas, para mayor vergüenza, de zafias burlas sobre otros colegas, principalmente la canciller alemana. O tratando de traidores a sus propios diputados en vez de interrogarse por las causas que les aconsejan abandonarlo.

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El preocupante aumento de la prima de riesgo de la deuda italiana, a niveles equivalentes a las de otros países que solicitaron un rescate de la UE y el FMI, viene a indicar que el retraso en plasmar la propia dimisión invalida sus efectos terapéuticos, y eso no consagra una bendición a una presunta victoria de los mercados sobre la política, sino que certifica la lógica de la realidad según la cual los mercados todo lo arrollan cuando la política carece de total seriedad y credibilidad. Se necesitan medidas más urgentes y más contundentes.

Por lo que se refiere a Grecia, la dinámica puesta en marcha desde que Yorgos Papandreu decidió retirar su irresponsable iniciativa de referéndum sobre el segundo plan de rescate a su país, no terminaba ayer de consolidarse con un acuerdo entre el socialismo gobernante y la oposición conservadora que cuente con la venia del presidente de la nación para nombrar a un nuevo primer ministro y responsable de pilotar la transición hasta las nuevas elecciones e iniciar la ejecución del rescate y las reformas que dependen de él. Las dificultades para alcanzar el consenso están relacionadas con la alta tensión que existe entre las dos grandes fuerzas políticas griegas y con la desesperación y las protestas activas de una ciudadanía desorientada porque los ajustes no producen aún resultados sensibles ni contribuyen a suavizar la creciente recesión.

La gobernanza común exige con urgencia un estilo político más responsable y menos frívolo, más europeo y menos nacionalista. Pero los déficits políticos e institucionales de la unión monetaria tienen también que ver con la ausencia de mecanismos, con la tardanza en ponerlos en práctica una vez lanzados, incluso con la existencia de distintas versiones sobre el diagnóstico de la crisis: para unos, culpa única de los países fiscalmente desbridados; para otros, consecuencia principal del egoísmo de algunos de los países europeos más prósperos; para los más equilibrados, responsabilidad compartida entre los dos extremos.

Con estas versiones habrá que convivir, tratando de limarlas. Quizá se aproxime también la hora de un replanteamiento más a fondo. ¿Tiene esta Unión, y esta eurozona, suficiente flexibilidad en la toma de decisiones duras e ineludibles? ¿O debe empezar a balizar un camino hacia un núcleo central más reforzado, a partir no solo de las calidades de prosperidad, sino de las voluntades políticas? La creación de un grupo de vanguardia, o el diseño de unos círculos concéntricos, quizá acaben siendo indispensables si incluso resulta imposible implantar una modestísima tasa sobre las transacciones financieras, al menos sobre las más especulativas.

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