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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rousseff vuela sola

Con sus cambios en el Gobierno, la presidenta brasileña se emancipa de Lula, su antecesor

Dilma Rousseff asumió la presidencia de Brasil el pasado 1 de enero, universalmente acreditada como criatura del anterior mandatario Luiz Inácio Lula da Silva. Ya había mostrado su independencia con el distanciamiento de un Irán que, pese a sus persistentes violaciones de los derechos humanos, había sido festejado por el líder brasileño. Pero a menos de seis meses de mandato, Rousseff ha barajado las cartas de tal forma que inaugura su propia presidencia.

La ocasión propicia la ha constituido la dimisión este mes del jefe de la casa presidencial, Antonio Palocci, acusado de enriquecimiento tan desmesurado como sospechoso. Palocci, que había desempeñado la cartera de Hacienda con Lula, bajo Rousseff era aun más que eso. No solo fue el estratega de su campaña electoral, sino que su posición de virtual jefe de Gobierno parecía convertirle en tutor de la presidenta.

A finales de mayo, Lula tuvo que personarse en Brasilia para calmar la agitación en el principal partido gobernante, el PT, lo que se adjudicaba al debe de la jefa del Estado. Pero, tras la dimisión, Dilma Rousseff ha destapado sus cartas. Los dos principales cargos, llamados palaciegos por su proximidad a la presidencia, pasan a ocuparlos mujeres, de su más absoluta confianza. La senadora Gleisi Hoffmann sucede a Palocci, e Ideli Salvatti asume las relaciones institucionales -el Parlamento, con los avatares de una coalición gobernante de 10 partidos-, y ambas no le deben nada a nadie más que a Rousseff. Si Dilma pudo ser invento de Lula, Hoffmann es la Dilma de Dilma.

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Atrás queda la habitual caracterización del estilo de la presidenta como sobrio, laborioso, técnico y gerencial. Puede ser todo eso, pero también muchas cosas más. En especial, una matriarca que cree en las virtudes del matriarcado para la gobernación tanto del hogar como del país. Y en esa inauguración de sí misma, que no está reñida con una continuidad de fondo, puesto que Brasil aspira a todo en la escena mundial quien quiera que lo presida, eficacia y urgencia parecen ser los criterios dominantes. El Gobierno acaba de anunciar un programa para la construcción de dos millones de viviendas de aquí a 2014 y la aceleración de las obras del Mundial de fútbol de ese mismo año y los Juegos de 2016. La señora Rousseff, puño de hierro en guante de seda, ya es la presidenta de Brasil.

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