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Vuelta al Edén

Joaquín Estefanía

Todo tiempo tiene su utopía. Unas sustituyen a las otras. Las mejores se complementan. Tomás Moro crea la República de la Utopía, en la que las reglas están invertidas respecto a lo que sucede a principios del siglo XVI; cuando Moro escribe Utopía hay caza de brujas y hogueras en las calles, y se persigue a los vagabundos, a los que se infligen castigos sangrientos; Moro lo transforma en la prohibición de torturar en nombre de la religión (que podrá ser legida de modo libre), y son la intolerancia y el fanatismo los que quedarán penados con el exilio y la esclavitud. Pico della Mirandola (la dignidad del hombre), Francis Bacon (la reforma de las ciencias), Campanella (el principio de la comunidad de bienes), Rousseau. (tomar al hombre tal cual es y a las leyes tales como pueden ser), Marx (la sociedad sin clases), etcétera, son otros magníficos utopistas cuya prédica no siempre fue en la dirección prevista. Más bien, al revés: las utopías totalizantes, cerradas, han devenido en muchas ocasiones en auténticos infiernos en la Tierra.La profesión de los utopistas también ha cambiado: religiosos, metafisicos, filósofos, políticos, sociólogos. Hasta economistas. La economía es una ciencia social que, en última instancia, estudia quién tiene el poder. Una vez que se conocen los recursos de los que la sociedad dispone, la economía analiza cómo distribuirlos (la política económica) y quién lo hace (la economía política). Cada vez más, la economía se vincula a otras ciencias sociales, a las ciencias de la naturaleza y a las ciencias exactas.

Esta imbricación conmueve a los científicos, que teorizan y disponen sobre cuál de ellos es el determinante en el proceso social. Los últimos años son pródigos en revolucionarios descubrimientos biológicos y genéticos. Y lo que se intuye que va a llegar abunda más en la idea de que los auténticos científicos son los que se dedican, directa o indirectamente, a estos menesteres. No es de extrañar que algunos científicos sociales, acostumbrados a ser los auténticos hechiceros del siglo XX (este calificativo no tiene aquí consideraciones despectivas, es una forma de describir su carácter hegemónico en su cercanía al príncipe), observen con estupor cómo están siendo desplazados por una nueva casta de brujos, los científicos-científicos, que, ademas, vinculan su obra a una proyección sobre lo que será el mundo del futuro.

Uno de estos científicos, Lee M. Silver, acaba de publicar un sensacional libro en castellano (al menos para quien es lego en estas materias), titulado Vuelta al Edén. Más allá de la clonación en un mundo feliz (Editorial Taurus, Madrid 1998), en el que se reconsideran las nociones tradicionales de paternidad,infancia y el significado de la propia vida. Silver, catedrático de la Universidad de Princeton en el Departamento de Biología Molecular, Ecología y Biología Evolutiva, contesta en su texto a preguntas tales como las siguientes: ¿podrá una mujer dar a luz una hermana genética idéntica a ella?; ¿podrá un niño tener dos madres genéticas?; ¿podrá un hombre quedar embarazado?; ¿podrán los padres escoger no sólo las características fisicas de su futuro hijo, sino también su personalidad y talento?; ¿cambiarán los avances genéticos la auténtica naturaleza de nuestras especies?, etcétera. Con ser estas transformaciones apasionantes, lo que más me ha interesado del texto de Silver es su descripción del mundo de dentro de tres o cuatro siglos. Su prognosis es una especie de contrautopía del Un mundo feliz, que Aldous Huxley escribíó en 193 1. Recordemos: el escritor británico, que analizó con tanto escepticismo la naturaleza humana, narra la historia de un futuro -estado político mundial que ejerce un control completo sobre la reproducción; en ese mundo feliz, el Estado utiliza incubadoras fetales para crear niños agrupados en clases intelectuales predeterminadas que van desde los alfa, en el extremo superior, hasta el épsilon, en la parte más baja. Cada miembro individual de una clase está predeterminado a encajar en papeles específicos en una utopía sin alma, donde el matrimonio y la paternidad están prohibidos y la actividad sexual promiscua está fuertemente alentada; donde se ha conseguido una inmunidad universal frente a las enfermedades y donde una propaganda que abarca todo el agit-prop del Estado, en combinación con drogas psicoactivas, logra que todos los ciudadanos estén contentos con su posición en la vida.

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La contrautopía de Silver arranca en el año 2350, en el que la extrema polarización de la sociedad -que empezó a fraguarse durante los años ochenta del siglo XX (los años de la revolución conservadora deThatcher y Reagan)- llega a su culminación lógica: sólo hay dos clases sociales, a las que se pertenece no por la riqueza, la raza o la educación, sino por la calidad de sus genes. Las dos clases son las de los genricos (aquellos que están genéticamente enriquecidos) y los naturales (que no lo están). Los genricos representan en esa época el 10% de la población norteamericana y portan genes sintéticos que fueron creados en los laboratorios y no existían en la especie humana hasta que los genetistas reproductivos del siglo XXI empezaron a ponerlos allí. Todos los genricos tienen capacidades inhumanas en el sentido tradicional: sería imposible que cualquier natural (el 90% restante) compitiese con ellos.

Los genes sintéticos proporcionan resistencia a todas las formas conocidas de enfermedades humanas. Existen numerosos tipos genricos: hombres de negocios genricos, músicos genricos, artistas genricos e incluso intelectuales genricos. Durante los siglos XXII y XXIII, algunas familias naturales reunieron los recursos financieros necesarios para situar a los hijos entre la gente genrica, pero con el paso del tiempo la distancia genética entre los naturales y los genri cos selha hecho cada vez mayor: "Se puede afirmar que la sociedad está en vísperas de alcanzar el punto final de la polarización completa".

Como consecuencia de ello, la economía, las finanzas, los medios de comunicación, la Administración, los mandos del ejército y las industrias del entretenimiento y del conocimiento están controlados -por miembros de la clase genrica; por el contrario, los naturales trabajan como obreros o como funcionarios mal pagados, y sus hijos van a escuelas públicas. Unas escuelas, por cierto, que en nada se parecen a sus predecesoras del siglo XX, sino que han reducido sus fondos de modo continuo desde comienzos del siglo XXI; a los niños naturales sólo les enseñan las habilidades básicas que necesitan para, realizar el tipo de tareas con que se encontrarán en los puestos de trabajo accesibles a los miembros de su clase.

¿Cómo se ha conseguido esta revolución? A través de la reprogenética, que es la unión de las tecnologías actuales en biología reproductiva y genética. Según Silver, experto en estas materias, con la réprogenética, los padres pueden tener un control completo sobre su destino genético, con capacidad para guiar y enriquecer las características de sus hijos. '"Pero a medida que la reprogenética hace que los sueños se hagan realidad, y como sucede con las más potentes tecnologías ideadas por la humanidad, también puede generar pesadillas de un tipo no imaginado anteriormente".

Para impedir esos malos sueños, los gobiernos podrían prohibir alguna o todas las prácticas reprogenéticas. Pero, ¿es eso posible? En una sociedad que valora por encima de cualquier otro aspecto la libertad individual, es muy difícil. La analogía que hacen algunos con la no-utilización de las armas nucleares para propósitos de destrucción masiva durante el último medio siglo, como forma en la que los gobiernos pueden controlar la tecnología, no es válida.

Hay dos grandes diferencias entre los usos de la tecnología nucleary de la tecnología reprogenética: los recursos y el dinero necesarios para poner en marcha cada una de ellas. Los recursos para construir un arma nuclear (grandes reactores y fuentes de uranio enriquecido o plutonio) están muy controlados por los gobiernos; los recursos para la reprogenética (instrumental médico de precisión, pequeños laboratorios o sustancias químicas) están a disposición de quien tenga el dinero para pagarlos. Desarrollar un arma nuclear cuesta miles de millones de dólares; - una clínica reprogenética puede funcionar como una pymeen cualquier lugar del mundo.

Huxley se equivocó al predecir quién utilizaría el poder y con qué propósitos. No serán los gobiemos quienes tendrán el control de estas nuevas tecnologías. Según Silver, serán los individuos y las parejas quienes querrán reproducirse a su propia imagen. En la búsqueda de la felicidad será donde Ias acciones combinadas demuchos individuos, actuando durante muchas generaciones, podrían dar lugar a una humanidad polarizada, más terrorífica que el mundo feliz imaginado por Huxley".

El catedrático de Princeton examina en su libro muchas de las objeciones que se presentan al uso de la reprogenética. Y termina: "En algunos casos atribuiré la oposición a los temores conscientes o inconscientes de entrar en el dominio de Dios. Pero en todos los casos sostendré que el uso de tecnologias reprogenéticas es inevitable. No será controlado por los gobiernos, ni por las sociedades, ni siquiera por los científicos que las crearon. No hay duda de ello. Para lo bueno y para lo malo se abre una nueva era. Y, nos guste o no, el mercado mundial reinará por encima de todas las cosas".

¿Son estos escenarios propios de la ficción científica? Las páginas de Vuelta al Edén indican que no.

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