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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Salarios en recesión

Para entender la descarnada realidad de los salarios en España hay que prestar atención a dos estadísticas decisivas. Una de ellas es la Encuesta de estructura salarial que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE) con números un poco atrasados (2009). Según este trabajo, el salario medio fue de 22.511 euros brutos al año (2,9% más que el año anterior); pero resulta que el salario más frecuente en España fue de 15.500 euros anuales, es decir, por debajo de lo que se entiende como mileurismo (unos 900 euros mensuales descontados impuestos y cotizaciones). La encuesta retrata además que las mujeres (19.502 euros de ganancia media anual) siguen cobrando menos que los hombres (25.001 euros). Interesa saber si la recesión y la crisis (todavía candente) han iniciado un proceso de pauperización salarial a partir de 2009; se sabrá cuando salgan a la luz las encuestas correspondientes a 2010. Si se quiere tener una fotografía un poco más precisa del mercado de trabajo, es útil recordar que, según el INE, la remuneración por asalariado bajó el 0,4% en el cuarto trimestre de 2010, mientras que la productividad de la economía crecía el 2%, debido al ajuste de más de dos millones de empleos.

Así pues, las instantáneas de la realidad laboral reflejan una mayoría de sueldos bajos (tirando a misérrimos) en la economía española, una tendencia a caer meses después de declarada la situación de crisis en las empresas (en una primera fase de la recesión se detecta una resistencia elevada a bajar) y un aumento de la productividad causada por los despidos. Que no tiene por qué significar un aumento de la competitividad en todas y cada una de las empresas.

Conocidos estos números y sin contar con la evidencia de que las retribuciones de los directivos han crecido durante la crisis, parece oportuno volver sobre la petición de que la subida salarial se relacione con la productividad y no con el IPC. ¿Con la productividad global o con la de cada empresa? Y si es la de cada compañía, ¿quién y cómo calcula esa productividad y quién valora la aportación de capital tecnológico a la generación de productividad? Antes de seguir a Angela Merkel y al FMI con el cirio procesional, detállense ambas cuestiones.

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