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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sangría intolerable

Son necesarios nuevos enfoques contra la escalada de los crímenes machistas en España

En el año 2009 se registró el menor número de víctimas mortales por crímenes machistas desde que hay estadísticas. Las cifras de este año indican, sin embargo, que aquel récord tan positivo quizá no pueda ser interpretado como un cambio de tendencia. La sangría de mujeres apaleadas y asesinadas por sus ex parejas en España, 32 en lo que va de año, alcanza cotas intolerables. Es un número dramáticamente elevado y prácticamente similar al de años precedentes, excepción hecha del citado 2009.

Nadie esperaba que la Ley de Violencia de Género, aprobada en diciembre de 2004, fuera la panacea para acabar con una lacra que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestras culturas, pero empieza a ser desconcertante que, tras cinco años de aplicación, este grave problema emita señales de enquistamiento. Se calcula que tres de cada cuatro mujeres que sufren maltratos y amenazas siguen sin denunciar a sus agresores, y se sabe que el entorno social y familiar de las víctimas tampoco se atreve a recurrir a las autoridades, lo que evidencia hasta qué punto este tipo de conflictos siguen tratándose con un respeto mal entendido a la vida privada. Solo cinco de las 32 víctimas mortales de este año denunciaron previamente a sus agresores, lo que, sin embargo, no puede interpretarse negativamente. Quizá es justamente la actitud denunciante de las víctimas un arma disuasoria para el parricida en potencia.

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Las mujeres asesinadas no denunciaron antes a su agresor
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La magnitud del problema requiere explorar nuevos enfoques a la luz de los datos que se van examinando. Casi el 40% de las víctimas son inmigrantes, un porcentaje excesivo, dado que solo el 10% de la población española es de origen extranjero. El aislamiento social, la soledad de las víctimas, pero también de sus verdugos, caracterizan a estos crímenes machistas, casi nunca denunciados previamente.

Los servicios sociales de los ayuntamientos están poniendo al descubierto, sobre todo en Cataluña, un creciente número de mujeres confinadas en sus casas por decisión de sus maridos. Inmigrantes con niqab, por ejemplo, encerradas a la fuerza, pero también temerosas de salir a un mundo cuyo idioma y costumbres no comprenden. Bienvenido sea el plan específico con que el Ministerio de Igualdad quiere llegar a esos colectivos; unos grupos, por cierto, cuyos miembros masculinos están siendo castigados por la crisis con especial contundencia.

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