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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sarko frente a Ségo

Serán finalmente el conservador Nicolas Sarkozy, con un 31%, y la socialista Ségolène Royal (más del 25%) quienes se disputen la presidencia de Francia en la segunda vuelta, el próximo 6 de mayo, en lo que se presume una de las elecciones más abiertas de la historia del país vecino. Los franceses votaron ayer masivamente, casi como jamás antes se había visto, con ganas de cambio y de evitar que se repitiera el vergonzoso terremoto político de 2002. Han vuelto a creer en la política. El centrista François Bayrou (por encima del 18%) y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen (menos del 11%) han quedado eliminados en la primera vuelta. Probablemente, al primero, que pese a todo ha obtenido un magnífico resultado (ha triplicado el que logró en 2002), le perjudicó la elevada participación (más del 84%, casi récord) y el decantamiento hacia los dos vencedores de ese tercio del electorado que hasta la víspera se mostraba indeciso y que podía simpatizar con el centro. Las elecciones revelan un retorno a la polarización entre derecha e izquierda en contraste con lo sucedido en 2002, cuando el socialista Jospin fue humillantemente apeado en la primera vuelta por Le Pen.

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Sarkozy puede sentirse muy satisfecho. Supera ampliamente el apoyo logrado por el presidente Chirac en la primera vuelta de las elecciones de hace cinco años. Ha retenido a los votantes de la mayoría gubernamental y ha cazado también en las filas de la ultraderecha. Sarkozy sigue siendo considerado como el aspirante más capacitado para llegar al Elíseo, el favorito, pero eso no significa en absoluto que tenga garantizado el triunfo debido al fuerte recelo y odio que suscita en parte de la población francesa. Sarko ha prometido hacer una campaña completamente distinta en estas dos próximas semanas centrándose más en temas concretos como hizo al principio. No cabe duda de que tratará de ganarse más adeptos entre las huestes de Le Pen. Al fin y al cabo, sus posturas sobre el control de la inmigración o criminalidad no difieren mucho de las que sostiene el anciano líder del Frente Nacional. Le Pen, que ha quedado muy por debajo de sus expectativas, ha mostrado un verbo crítico y despectivo hacia el líder conservador.

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Royal respira aliviada. Los votantes de izquierda no han rehuido esta vez las urnas conscientes de lo mucho que estaba en juego. De haber sido eliminada, el Partido Socialista hubiese entrado en una crisis enorme. Eso no excluye que no suceda si no gana al final. La vieja guardia, que recela de su capacidad política pese a su resonante triunfo en las primarias socialistas el año pasado, le exigiría cuentas. Ségo reclamó con éxito al final de la campaña el voto útil para que no se dispersara hacia el centrismo de Bay-rou. Éste, con su pragmatismo moderado, pensó que era posible romper el duopolio. Ahora, la única vía que tiene Royal de derrotar a Sarkozy será buscando el respaldo de Bayrou, pero no será en principio fácil.

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