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PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINIÓN
Columna
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Sentido de la realidad

Soledad Gallego-Díaz

Expertos de medio mundo estudian estos meses la repercusión de la crisis económica mundial en el mercado laboral y las reformas que se podrían introducir para lograr disminuir el formidable impacto, social y político, que tiene el paro masivo en las sociedades democráticas. Este periódico publicó el pasado jueves un artículo del profesor Robert Tornabell, del ESADE Business School, en el que pasaba revista a los diferentes modelos de reforma introducidos por Alemania, Holanda o Dinamarca, todos ellos preocupados por mantener la vinculación de los trabajadores con las empresas y favorecer su formación y especialización. "Una reforma del mercado de trabajo no puede producirse en el vacío. Depende de la cultura sindical, de la organización de las empresas y del apropiado sentido de la realidad".

La completa desregularización del mercado del trabajo no es un objetivo, sino una tontería

Casi al mismo tiempo se conoció la propuesta que formulaba la patronal española para la creación de un nuevo contrato para jóvenes, que no generaría derechos laborales ni protección social alguna. Los sindicatos respondieron rápidamente que una oferta semejante puede ser tomada como una provocación. Tienen razón porque es difícil imaginar que dentro de los equipos de economistas y expertos que asesoran a la CEOE no exista conocimiento ni capacidad suficiente como para callar a quienes tienen ideas semejantes e ignoran cualquier "sentido apropiado de la realidad".

La situación es lo bastante grave como para que los representantes sindicales admitan que, pese a no tener ninguna culpa en la gestación de la crisis que padecemos, no queda más remedio que encarar reformas que pongan freno a la sangría de puestos de trabajo. Y, desde luego, para que los representantes empresariales dejen de comportarse como personas necias, faltas de inteligencia, y pongan a trabajar a sus mejores cerebros y expertos (que los tienen) para que encuentren las fórmulas negociadas que ayuden a no dilapidar la mano de obra cualificada que ya tienen en nómina y permitan recuperar al máximo posible de menores de 35 años arrojados a las filas del Inem. La dificultad es grande, pero la bravata del contrato juvenil sin derechos laborales es justamente un paso en el vacío. ¿Cuántos más vamos a dar antes de que alguien en la CEOE piense que la completa desregularización del mercado del trabajo no es un objetivo, sino una tontería?

Hay necesidades apremiantes, urgentes, y, a la vista del borrador del programa económico presentado esta semana por el presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, pocas esperanzas de encontrar en la Unión el empuje necesario. Quienes confiaban en que la Unión Europea sería capaz de poner en pie una estrategia de crecimiento y empleo se llevaron el miércoles un nuevo jarro de agua fría. El borrador de Barroso no es ni bueno ni malo: es simplemente una suma de buenas intenciones, sin un euro para ponerlas en marcha y sin un director con suficiente poder o carácter. No es hora de quejarse: mejor hubiera sido, en su momento, votar por otro presidente de la Comisión. Ahora hay lo que hay, y lo que nos hemos buscado (España dio su voto favorable a todos y cada uno de los miembros de este desastroso equipo).

PD. Soy firmemente partidaria de respetar el sentido del humor de cada cual. Incluso el de los economistas y periodistas anglosajones, muertos de risa con el acrónimo PIGS para designar a Portugal, Italia, Grecia y España, se supone que los miembros más débiles de la zona euro. Pero dado que parte de la deuda de Grecia, por ejemplo, ha sido ocultada gracias a mecanismos ideados por instituciones financieras de los países teóricamente más serios de la zona, tendría quizá también gracia que los PIGS les llamáramos a ellos los FUCKING (France, UK, Nederland, Germany) (y no me digan que sobra una letra entre la U y la K. Ya lo sé. No somos tan perfectos como ellos).

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