Toque de atención
Virginia y Nueva Jersey sugieren los límites de Obama un año después de su victoria
La Casa Blanca insiste en que las elecciones de Virginia y Nueva Jersey no eran un referéndum sobre el presidente Barack Obama. Pero la derrota demócrata en ambos Estados supone un serio aviso para el hombre que hace un año cambió el signo de los tiempos en Estados Unidos. Para los republicanos vencedores, que emergen del frío tras perder el control del Congreso en 2006 y la Casa Blanca el año pasado, supone la primera bocanada de aire en un año horrible y una inyección de moral que les coloca en la rampa para las elecciones de 2010, cuando estarán en juego 39 gobernadores, 38 escaños del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes.
Las dos grandes derrotas del martes señalan las dificultades de Obama para transformar su histórica victoria en ventaja electoral sostenida para su partido. Y evidencian la impaciencia de muchos que le apoyaron entonces. La heterogénea coalición ciudadana que le llevó a la Casa Blanca arrebatada por su oratoria no se ha hecho presente en Virginia -donde fue el primer demócrata en ganar desde 1964- ni en Nueva Jersey, pese a que aquí Obama se ha implicado a fondo en la campaña.
No hay varitas mágicas para mover con rapidez el portaaviones político estadounidense. Es cierto que la imagen de EE UU en el exterior ha mejorado espectacularmente y que las grandes reformas -Obama las anunció enormes- llevan tiempo. Pero también lo es que el presidente sigue empantanado en muchos de los asuntos prioritarios de su agenda, domésticos e internacionales, que parecía que iban a cambiar de la noche a la mañana tras instalarse en la Casa Blanca. Si la política prudente del prematuro Nobel de la Paz da frutos en Irak, en Afganistán la situación empeora y la estrategia de Obama sigue siendo un enigma. Y en Irán y Corea del Norte su apertura no tiene por ahora resultados. En el plano interno, Obama ha conseguido no poco con la relativa estabilización financiera, pero siguen en el alero asuntos decisivos como esa prometida sanidad para todos -que muestra los límites de su poder- o Guantánamo, la cárcel que permanece más o menos como si fuera heredada de Bush.
Si es muy pronto para extender un certificado de desencanto, no lo es para señalar que la estrella presidencial, como no podía ser de otra manera, ya no brilla como aquel 4 de noviembre de 2008.
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