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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trabajo global

No son sólo los mercados de capitales los que presentan un elevado grado de integración, consecuente con la intensificación de la dinámica de globalización experimentada en las dos últimas décadas. También los mercados de trabajo. La evidencia de ese proceso se revela en uno de los capítulos del último informe de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI). En un contexto de creciente eliminación de barreras a los flujos de bienes y de capitales, la causa más importante de esa globalización de la fuerza de trabajo son las reformas que han llevado a cabo algunas economías emergentes (China e India de forma particular) y las del este de Europa. A ello está contribuyendo igualmente el desarrollo y permeabilidad geográfica de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC).

Las decisiones de deslocalización de las empresas son las manifestaciones más explicitas de ese proceso, aunque, a tenor de los datos aportados por el FMI, todavía se encuentra en una fase incipiente. Los costes relativos del trabajo y las habilidades cada vez mayores de los trabajadores en esas economías menos desarrolladas son los principales impulsores de esa deslocalización de la producción de bienes y servicios. La intensidad de los flujos migratorios, legales e ilegales, completan esa visión de un mercado de trabajo cada vez más global.

Las consecuencias de una dinámica tal, al menos hasta ahora, no se reflejan tanto en el descenso de los salarios en los países desarrollados ni en los emergentes como en la menor participación relativa de éstos en la distribución de la renta de los países desarrollados. La evidencia señala que esa distribución es menos adversa en aquellos países con mercados de trabajo más flexibles. Que las economías menos desarrolladas dispongan de mayores posibilidades de ocupación para su población se traduce igualmente en mayores importaciones procedentes de las economías desarrolladas y, desde luego, en una mayor eficiencia empresarial en ambos bloques.

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Las lecciones a deducir para una economía como la española no son nuevas. La flexibilidad del mercado de trabajo y, no menos importante, el fortalecimiento de las habilidades, de la educación y alfabetización tecnológica de sus trabajadores constituyen la mejor defensa frente a la previsible continuidad de esa conformación global de la fuerza de trabajo. La adaptación a ese proceso, también lo recomienda el FMI, no debe estar exenta de las redes de protección social necesarias, así como de las garantías de acceso a la educación. Una vez más sobran ejemplos entre las economías avanzadas de la compatibilidad entre los objetivos de eficiencia y de equidad que deben presidir las modernas sociedades. La mejor forma de garantizar esta última es fortalecer las dotaciones de capital humano y tecnológico para aumentar la eficiencia de la economía y competir globalmente con éxito.

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