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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¡Larga vida al trabajo!

La Unesco acaba de publicar un informe en el que vaticina que en el primer cuarto del inminente siglo XXI la esperanza de vida en los países desarrollados alcanzará los 110 o los 115 años. Aunque parece una gran noticia, lo cierto es que también es inquietante. Por ejemplo, ¿cómo vamos a sustentar pensiones de jubilación cada vez más numerosas y duraderas cuando ni siquiera garantizamos el relevo generacional? ¿Es coherente trabajar intensamente hasta los 60 o 65 años para después permanecer desocupados durante medio siglo? ¿Acaso no estamos alimentando así una creciente marginación social de una tercera edad a la que todos perteneceremos salvo muerte prematura? ¿No deberíamos entonces extender la edad de jubilación, en lugar de mantener la tendencia a acortarla? Personalmente, si voy a vivir hasta los 115 años, preferiría poder alargar mi vida activa por encima de los 65. Eso sí, sería imprescindible, además de una formación permanente, reducir ya mi jornada laboral actual; necesitaría dosificar progresivamente mi ritmo de trabajo para evitar la que sería una pronta saturación. Y es que es absurdo bregar durante un tercio de mi existencia, acaparando de una tacada más de un puesto de trabajo, para luego llegar extenuado a los todavía lozanos 65 años y convertirme en una carga pesada e innecesaria a lo largo de 50 años. Dicho de otro modo, si es cierto que mi vida va a ser tan larga, ¿no me convendría empezar a regularla como un maratoniano, en lugar de esprintar ya como un velocista? Trabajando más pausado, pero durante más años, disminuiría el estrés, tendría menos enfermedades y me libraría de muchos gastos médicos. Además, mi ocupación, aunque moderada, sería continua, por lo que me exigiría estar activo a pesar de la edad, retardando la senilidad. Pero lo mejor es que no me haría falta llegar a la jubilación para ganar tiempo diario y así poder dedicarme a las cosas que realmente valen la pena, como el amor de la gente cercana o el respeto por la naturaleza. Con todo, volvería a colocar a la economía a mi servicio, y no viceversa; es decir, obtendría calidad de vida suficiente para, por ejemplo, animarme a tener varios hijos.-

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