La Unión Europea se equivoca
Atiendo consternada a la noticia de que la Unión Europea propone ampliar la jornada laboral máxima. Pasar de las 48 horas actuales hasta 60. En el caso de médicos y otras profesiones que hacen guardias, hasta 68 horas, sin derecho a computar las horas si se está esperando a que un enfermo le necesite.
Esta decisión significa que la UE renuncia a liderar la economía mundial -tal como se establecía en los objetivos del Tratado de Lisboa-. En lugar de sustentar la mejora de su competitividad en el incremento de la capacidad tecnológica y el capital humano, optaría por competir con los países emergentes precisamente en aquello en que son más fuertes y más difíciles de superar: largas jornadas, peores condiciones de trabajo y salarios bajos. Éste es un propósito vano, porque en países democráticos es difícil establecer condiciones de trabajo inaceptables desde el punto de vista de los derechos humanos y la necesaria conciliación entre vida laboral y familiar.
Un modelo productivo basado en alargar la jornada laboral sin duda favorecerá los beneficios de las empresas a corto plazo, pero la eficiencia y la competitividad a medio y largo plazo no dependen de la duración de la jornada o la dureza de las condiciones de trabajo.
La estrategia empresarial, el diseño, la tecnología y el capital humano, así como un modelo laboral y de organización cuyo objetivo primordial sea captar y retener el talento de las personas, será mucho más eficiente para la competitividad empresarial y, en definitiva, para la mejora del bienestar de la población.