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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Liberaciones en Beirut

LA LIBERACIÓN en Beirut del geo Pedro Antonio Sánchez y de los dos funcionarios de la Embajada española, Asad y Gaspar Abdo, después de cinco semanas de permanecer secuestrados por una organización shií, es una noticia que la opinión española acoge con profunda satisfacción. Por otra parte, la feliz conclusión de las negociaciones para la liberación de los rehenes parece mostrar que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas de España con Israel es aceptado, pese a las protestas, por el mundo árabe. El secuestro de Beirut -que, por la coincidencia en la fecha, era lógico considerar, en un primer momento, como una respuesta al paso diplomático que España acababa de dar- tenía otras motivaciones, que han sido puestas en claro durante el trámite de la liberación de los rehenes.Este final, sin embargo, cuenta con algunos componentes que el Gobierno deberá explicar, más allá de las vagas declaraciones del ministro del Interior. Un factor central es el del compromiso que España ha contraído a cambio, puesto que en ningún caso semejante se han producido liberaciones sin una compensación. Todo indica que España ha ofrecido algún tipo de contraprestación a propósito de los dos presos shiíes, Mohamed Rahal y Mustafá Jalil, que cumplen largas penas en la cárcel de Alcalá-Meco por intento de asesinato. La ceremonia de la liberación del geo Pedro Antonio Sánchez y de los hermanos Abdo, cancilleres de la Embajada de España, ha ofrecido rasgos significativos: tuvo lugar en la casa del ministro de Justicia de Líbano, Nabi Berri, jefe a la vez de la milicia shií Amal, y fueron milicianos de ésta los que acompañaron a los secuestrados hasta su puesta en libertad. Pero allí se encontraban también algunos familiares de Rahal, uno de los presos de AlcaláMeco, ligados directamente con los realizadores del secuestro. Por añadidura, sorprende la presencia del subsecretario del Interior, Rafael Vera, en Beirut, durante la última fase de las negociaciones y en la misma ceremonia. Fácil es presumir que Vera ha ido a Beirut para dar al compromiso contraído por España un respaldo de categoría superior y para ligarlo directamente a los niveles altos del aparato del Estado.

La deducción, pues, es que España se ha comprometido, mediante métodos legales sobre los que existen diversas opciones -bien un indulto, bien un procedimiento especialísimo para trasladar el cumplimiento de las condenas a cárceles libanesas- a facilitar el retorno a Beirut de los dos presos shiíes. Si esto es así, cabe preguntarse hasta qué punto es acertado ceder ante una exigencia de ese género. En diversos países europeos se han mantenido actitudes de gran intransigencia en este terreno, y la actitud de rechazo absoluto de cualquier concesión en casos de secuestro por parte de ETA ha sido enérgicamente sostenida por el Ministerio del Interior. Esta intransigencia, que siempre hemos criticado por hallarse en juego la posibilidad de salvar vidas humanas, se troca en negociación cuando es la suerte de un Policía antiterrorista lo que está en juego. ¿Se trata de un cambio de política o & un oportunismo? Por otro lado, sorprende el protagonismo que ha asumido dicho ministerio en una cuestión que compete prioritariamente al de Asuntos Exteriores. El hecho de que un geo estuviese implicado en el secuestro no justifica las incursiones de funcionarios del Interior en una cuestión cuya dimensión internacional es obvia.

Todo ello no disminuye la enorme satisfacción por la liberación y la salvación de vidas humanas que comporta. Conviene, no obstante, ahora que se ha resuelto satisfactoriamente este conflicto, que se conozca con nitidez la actitud adoptada por las autoridades españolas y los componentes que han conducido a este positivo desenlace.

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