El Vaticano y los condones
Que la Conferencia Episcopal reclame la distinción entre Iglesia y Estado -no se atreven a utilizar la palabra "separación", que los acercaría a las reclamaciones de la sociedad laicista-, para protestar por la admisión a trámite de una moción de reprobación a Benedicto XVI por sus palabras en cuanto al aumento de casos de sida por el uso del preservativo es, por lo menos, esperpéntico.
Un esperpento que no desentona con la demostración de ignorancia superlativa que demuestra el máximo dirigente de la Iglesia católica sobre temas que la comunidad sanitaria y científica ha consensuado hace mucho tiempo. ¿Ignorancia, o actitud punible? Punible desde la propia moral católica -porque en el catolicismo no se contempla la doble moral, ¿verdad?-, desde cualquier ética que no sea la del integrismo como meta para perpetuar el poder sobre la pobreza, la falta de recursos, la opresión secular.
Tan punible como lo es la postura de muchos políticos que se desgañitan criticando que un grupo de cantantes actúe buscando que corra el aire, pero que se enmudecen cuando se les reclama para que protesten por actos que significarán el padecimiento de muchas personas en África, creyentes desde la inocencia.