Cuando arde la turba
El desvío de agua a los regadíos ha arruinado las Tablas de Daimiel y hay más parques en peligro
Durante 300.000 años, bajo el agua de las Tablas de Daimiel se ha acumulado materia orgánica de origen vegetal que, sin oxígeno y empapada en agua, ha formado un carbón vegetal, la turba. Cuando el suelo se seca, la turba pierde agua, se encoge y agrieta el terreno. El aire comienza a circular por los huecos y el subsuelo comienza a oxidarse y se calienta. Tras cinco años sin agua, la turba ha entrado en autocombustión. El fenómeno sólo era habitual hasta ahora en el cauce seco del Guadiana, pero desde agosto afecta a un parque nacional: una de las 17 joyas de la naturaleza española.
Las decenas de miles de pozos que han proliferado en la zona en 40 años -ya Franco lanzó un plan en 1956 para desecar La Mancha húmeda y convertirla en regadíos- han esquilmado el inmenso acuífero que antes rebosaba en las Tablas y en los ojos del Guadiana. La sequía en la cabecera del Tajo hizo que el Gobierno limitara los trasvases de los que vivía el humedal. La prioridad era el regadío en Murcia y Alicante.
El personal del parque ha intentado aplastar el terreno con palas mecánicas para impedir que el aire oxigene la turba, y los técnicos también han creado un sistema de tuberías para empapar el suelo con bombas. Pero apagar un incendio de turba es mucho más difícil que todo eso.
El parque nacional tiene 1.600 hectáreas inundables, y sólo 10 están encharcadas. La naturaleza no va a frenar el proceso, por más que llueva. Ni un otoño extremadamente húmedo paliaría el déficit del acuífero de La Mancha, cifrado en más de 3.000 hectómetros cúbicos. Sólo inundar el parque lo sofocaría. El Gobierno esperó a que mejorara la situación en los embalses del Tajo para que el consumo humano en Levante estuviera garantizado. Al final, el 23 de abril aprobó el envío de 20 hectómetros cúbicos de agua, pero el trasvase se demoró y cuando en mayo salió el agua era demasiado tarde.
El Ejecutivo promete para enero un trasvase de emergencia. Habrá que esperar hasta entonces, pero en los meses de espera, mientras sigue ardiendo la turba, es tiempo de pensar en una solución al problema de fondo: cuántos regadíos puede soportar la climatología española sin tener que desecar los parques nacionales. Doñana está en la lista de espera, con las fresas de Huelva chupándole los acuíferos. Actúen.
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