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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La banalidad del conocimiento

Hannah Arendt decía que los seres humanos tenemos dificultades para ser contemporáneos de las experiencias que vivimos. La comprensión siempre llega tarde, como el Séptimo de Caballería. Y, no obstante, en la crisis que nos atañe, no faltan voces que parecen interpretar con claridad lo que ocurre. Pero ¿sirve para algo?

He leído dos artículos que arrojan luz sobre la trampa sistémica en que ha devenido la crisis: Diego López Garrido La crisis de la avaricia se gestó durante 30 años, en EL PAÍS, del 15 de noviembre, y el de I. Abril ¿Europa se hunde? Cinco motivos para no entrar en pánico, en Cinco Días, también del día 15. Este último deja claro algo que se ha repetido insistentemente: la implosión económica del Estado español y su incapacidad para hacer frente a la deuda no es tomada en serio por los mercados, que siguen comprando deuda (eso sí, con pingües beneficios). No hace mucho, otro articulista de este diario decía que bastaría con prohibir determinadas prácticas del mercado secundario para que los Estados recuperaran cierta soberanía. Nada de esto parece servir de nada.

Nos dicen que vivimos en la era de la información, y que el conocimiento es un poder, al tiempo que nuestra capacidad para intervenir sobre dinámicas perversas -creadas por la estupidez, la avaricia e ideologías con una escasa base empírica- es cada vez menor.

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