La corrupción de la incompetencia
Cuando se habla de corrupción, y lo hacemos todos, todos los días, se nos aparece una serie de imágenes convencionales con las que la asociamos rápidamente: compraventa de favores político-financieros, cuentas bancarias milmillonarias, chalés de lujo, turbocazos circulando de Norte a Sur y de Este a Oeste a la velocidad del AVE... y aún algunas más.Existe, sin embargo, otra corrupción más dificil de representar en imágenes. Es la corrupción de la incompetencia. Se produce, como la otra, en el ámbito mismo o en los aledaños de las administraciones y de los poderes públicos, y la protagonizan aquellas personas que aceptan cargos públicos o para públicos sin tener la capacitación profesional ni el peso moral que sería exigible a quien quiera que ocupe un puesto con poder de decisión y pagado con los dineros de todos.
La corrupción de la incompetencia es tanto más grave cuanto hace sospechar la existencia de diferentes grados de corrupción en toda la cadena de mando y en los distintos niveles de responsabilidad. Es corrupto quien desde la cima de la pirámide impone al incompetente, conociendo o desconociendo sus limitaciones; también es corrupto quien acepta la imposición como una manifestación de fuerza mayor; son corruptos en mayor o menor medida quienes soportan, y de paso ocultan, callada y estoicamente, los desaguisados derivados de la incompetencia del nombrado, y lo son también los que se amparan en esa incompetencia para esconder la propia o para medrar al amparo de ella. Las administraciones y las empresas públicas son su vivero natural, aunque no es necesario que haya muchos para percatarse de su existencia. La verdad es que son más, muchísimos más, los que los sufren y padecen, incluso con riesgo para la salud.
Cuando los incompetentes, amparados por quien puede hacerlo, se consolidan en el cargo inicial o en otro de rango superior, que también suele ocurrir, se produce una especie de institucionalización de la incompetencia. Porque el incompetente, a su vez, se convierte en nombrador de incompetentes y la corrupción se extiende como una plaga, como lo que realmente es, una auténtica plaga social. Las nóminas sustituyen a las comisiones y todo sucede dentro de la más estricta legalidad. A partir de ahí, las responsabilidades, en vez de depurarse, se diluyen; los responsables se evaporan, las crisis se gasifican y cada cual busca aire puro por donde puede.-
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