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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cosecha de Olmert

La presencia del secretario general de la ONU debe poner punto final al ataque contra Gaza

Mientras no existían expectativas de alto el fuego, Israel lanzaba sus devastadores ataques contra Gaza porque no existían. Ahora que esas expectativas existen, vuelve a hacerlo porque existen. Con esta contumacia en el recurso desproporcionado a la fuerza, Israel no está garantizando una victoria militar sobre Hamás, asegurada antes de producirse el primer disparo, sino que está incrementando a cambio de nada el coste político que pagará por estas tres semanas de muerte y destrucción. Además, por descontado, de cargar sobre su conciencia el inútil sacrificio de varias decenas más de vidas inocentes. Porque el balance total de víctimas supera ya el millar, más de la mitad civiles.

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Desde la madrugada del jueves, apenas unas horas antes de recibir al secretario general de la ONU, el Ejército israelí atacó la sede de la agencia de ese Organismo para los Refugiados Palestinos (UNRWA), un edificio que alberga a los medios de comunicación y un hospital de la Media Luna Roja, además de otros 70 objetivos calificados como parte de la infraestructura de Hamás. El ministro de Defensa Ehud Barak calificó de "grave error" la primera de estas acciones, aunque el primer ministro Olmert recurriera poco después al reiterado pretexto de un ataque previo por parte de los milicianos palestinos.

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Después de la matanza en una escuela de la UNRWA, y de las contradicciones del Ejecutivo israelí, esas explicaciones no avaladas con pruebas de ninguna especie carecen de credibilidad, aparte de que no constituirían excusa alguna para disparar contra civiles. Y esa falta de credibilidad se proyecta ahora sobre el ataque contra las instalaciones de los medios de comunicación y el hospital de la Media Luna Roja, cuyos responsables han negado cualquier presencia de hombres armados. Como también se proyecta sobre los ataques contra buen número de edificios oficiales, que no son infraestructuras de Hamás, sino del Gobierno de Gaza, sea el que sea.

A medida que se acerca el previsible final del ataque, más patente queda la desproporción con la que Israel se ha conducido en Gaza. El Gobierno de Olmert no ha llevado a cabo un acto de legítima defensa, sino una acción de represalia y un castigo colectivo que nada puede justificar. La presencia del secretario general de Naciones Unidas en la región no debe ser sólo la ocasión para que el Gobierno de Olmert presente disculpas por los ataques contra las instalaciones y el personal de la UNRWA, sino el definitivo punto final a una ofensiva que ha provocado consternación entre los amigos de Israel y espanto en todo el mundo.

Acosado por escándalos de corrupción, Olmert abandonará el poder después de las elecciones del próximo 10 de febrero. Se irá con el triste récord de haber sido el único primer ministro que ha lanzado dos guerras durante su mandato. Con la primera, llevó a Israel al fracaso. Con la segunda, al descrédito internacional. Y si algo pone en riesgo a Israel son cosechas políticas como ésta.

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