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Tribuna:LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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La crispación y el futuro de España

Pese a la diferencia generacional y experiencias vitales distintas, los autores de este texto compartimos un interés por los temas globales y su desarrollo que nos lleva a observar con perplejidad el debate político en nuestro país. En vísperas de las elecciones del 9 de marzo, de juzgar la situación sólo por lo que leemos, oímos y vemos en los medios, pensaríamos que después de una generación de diálogo y consenso hemos regresado a las dos Españas de los años treinta.

Afortunadamente esto no es así: son los políticos quienes, a través de descalificaciones mutuas, tratan de polarizar la situación pensando que la crispación y el insulto del adversario les van a resultar rentables; admiten que hay crispación, pero se apresuran a culpar al bando contrario. En consecuencia, más que a la clase política, este artículo va destinado a los lectores/electores que, interesados en la política y legítimamente preocupados por el futuro del país, observan con inquietud creciente el rumbo que está tomando España.

La ordenación territorial y la lucha contra el terrorismo no deberían ser usados partidistamente
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Hace falta un "Proyecto-España" que consiga unirnos y entusiasmarnos

Las encuestas demuestran que una gran mayoría de españoles se considera parte del centro del espectro político, y básicamente coincide en su visión económica, política y social del país. Este fenómeno es aún más notable cuando se trata de ciudadanos que votan al PP y al PSOE; sólo minorías de extrema derecha o izquierda muestran diferencias considerables. Por ejemplo, la política macroeconómica de ambos partidos es idéntica y el margen de maniobra casi nulo, lo que debería evitar un debate irrelevante sobre coyuntura económica. Pero curiosamente, el único entendimiento entre partidos consiste en no cuestionar el sistema de pensiones, cuya inevitable crisis ha sido retrasada gracias a la disminución del desempleo y al incremento de la inmigración, pero que sigue siendo una bomba de relojería.

Existe crispación en muchos otros países de nuestro entorno, pero en la mayoría las condiciones son distintas. En Estados Unidos, por ejemplo, hay unas diferencias profundas de concepción social y visión de futuro entre demócratas y republicanos. El desfase entre los temas que dominan el debate político y los que deberían ser debatidos es particularmente grave en España. El grado de crispación política parece también ser mucho mayor que en la mayoría de las democracias comparables.

La crispación entre los principales partidos y los políticos que los integran produce tres efectos perniciosos. Primero, impide el diálogo necesario para acordar políticas de Estado que trasciendan los cuatrienios de una legislatura. Segundo, los temas más importantes para nuestro futuro quedan fuera del debate político. Finalmente, las agresiones verbales y la descortesía deterioran la credibilidad de la clase política, de las instituciones y del país en su conjunto. Un somero repaso a estos tres puntos permite esbozar la magnitud de la tarea.

Primero: políticas de Estado. Desde los añorados años en los que los políticos españoles fueron capaces de sacrificar sus diferencias en aras de un objetivo común -democracia e integración en Europa-, el funcionamiento de nuestro sistema político ha empeorado. Asombra que treinta años después no haya un acuerdo sobre nuestra ordenación territorial ni sobre cómo enfrentarse al terrorismo. Estos temas, y otros fundamentales plasmados en la Constitución de 1978 en los que coinciden los votantes del PP y del PSOE, deberían estar fuera de cualquier debate partidista.

Segundo: necesidad de un Proyecto-España que consiga unirnos y entusiasmarnos para optimizar la inserción de nuestro país en el mundo globalizado del siglo XXI. La crispación hace imposible un verdadero diálogo para llegar a un consenso necesario sobre los temas esenciales. ¿Cómo se integra ese plan y cómo va a competir España en los próximos años? Identificamos cinco temas vinculados entre sí:

a) Empleo y competitividad. Nuestras locomotoras históricas de crecimiento -industrias como el textil y el calzado, la metalmecánica y el automóvil, el turismo de masas, el desarrollo del sector servicios y la industria de la construcción- están agotadas. En este contexto, ¿qué sectores clave pueden representar un futuro sostenible para España?

b) Educación e investigación. El futuro de una sociedad depende de su capacidad de renovarse, y esto a su vez de la formación de su juventud y el reciclaje de la población adulta. Varios informes (PISA, UE) constatan la degradación en España de la educación primaria y secundaria. Sin embargo, el debate entre el Gobierno y la oposición se concentra en temas accesorios, como la Educación para la Ciudadanía. El sistema universitario sufre los mismos problemas desde hace décadas pero también queda casi fuera del debate en la campaña. Se ha multiplicado el número de universidades pero no la calidad de los estudios, es insuficiente la preparación práctica y en lugar de preparar a los jóvenes para la sociedad y el mercado de trabajo, la universidad los desadapta. Tenemos graves retrasos en investigación. ¿Cómo podemos mejorar y resolver estos graves problemas?

c) La inmigración. Éste es el mayor cambio que España ha experimentado en los últimos años y explica el aumento de nuestra población de 39,6 millones en 2000 a más de 45 millones en 2007. Pero sus implicaciones siguen igualmente "subdebatidas" por los partidos. Junto a obvios aspectos positivos (contribución al superávit de las cuentas de la Seguridad Social, necesaria mano de obra, etcétera), la inmigración presenta retos: integración, aumento del gasto público, incremento de clandestinos, crecimiento de la economía sumergida... A corto plazo, con la construcción en crisis, el desempleo de gran número de inmigrantes no cualificados y difícilmente reconvertibles trabajando en este sector (463.000 en 2006) podría convertirse en un problema grave. ¿Cómo nos enfrentamos a estos retos?

d) Cambio climático y energía. En un contexto mundial de precios altos del petróleo y fuertes preocupaciones medioambientales, resulta curioso que la política energética y medioambiental no sea un tema más prominente en la campaña. ¿Cómo promover energías renovables? ¿Hay que producir o utilizar más energía nuclear? ¿Cómo favorecer el ahorro de energía, por ejemplo, mediante ciudades y edificios más limpios? El tema medioambiental sobrepasa la cuestión energética. España es el país que más agua consume en Europa, a pesar de ser quinto en población.

e) España en Europa y el mundo. Tras el ingreso en la Unión Europea en 1986, España consiguió gran influencia gracias a su dinamismo en política exterior. Paradójicamente, pese a habernos convertido en la octava economía mundial, el aumento considerable de inversiones en Iberoamérica, de nuestra ayuda humanitaria y de las ONG con proyección internacional, la percepción exterior de que nuestra influencia ha disminuido es unánime. ¿Cómo podríamos situar a España en el lugar que le corresponde? ¿Cómo podrían capitalizarse nuestros grandes potenciales: puente entre islam y Occidente y entre Europa e Iberoamérica; margen de acción en África; prestigio de nuestro ejemplar proceso de transición de la dictadura a la democracia; la figura internacionalmente respetada y admirada del Rey, un grupo único de organizaciones no gubernamentales con demostrada capacidad de convocatoria...?

Tercero: necesidad de superar la crispación. La pérdida de la más elemental cortesía parlamentaria y las descalificaciones partidistas han deteriorado la imagen de la clase política, dañado a las instituciones y hastiado a la población, que respira en los raros momentos de distensión (por ejemplo, la defensa de Aznar por Zapatero en la Cumbre Iberoamericana). Es significativo que, tras el debate sobre el estado de la nación de julio de 2007, dos tercios de los españoles (encuesta CIS) opinaran que los problemas que preocupan hoy a los españoles se habían tratado "poco o nada".

Conclusión. La voz de los votantes, los únicos capaces de cambiar la situación, se escucha cada cuatro años. Es más lo que nos une que lo que nos separa. Este país no debe aceptar que los extremos acaben dictando el debate y esto sirva a la clase política para evitar dialogar racional y distendidamente sobre las cuestiones fundamentales a las que España se debe enfrentar.

Diego Hidalgo Schnur es presidente de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE). Diego Hidalgo Demeusois es master en Ciencias Políticas y en Relaciones Internacionales por Sciences Po, Francia, y master en Sociología por la Universidad de Cambridge. El texto completo de este artículo puede leerse en www.elfuturodeespana.es

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