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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La depresión continúa

La EPA confirma que la caída de la ocupación no ha terminado y que en 2011 se creará poco empleo

La evolución del empleo durante el cuarto trimestre de 2010 ha venido a ratificar que el mercado laboral español sigue en una situación alarmante y que 2010 no ha sido precisamente el año en el que comenzaría a apreciarse una cierta recuperación del empleo, como pretendían los cálculos optimistas del Gobierno. Por el contrario, el panorama del mercado de trabajo sigue siendo desolador. Durante 2010 el número de parados aumentó en 370.000, hasta situar el número total en casi 4,7 millones, el mayor número de personas sin trabajo desde 1976. La tasa de paro ha aumentado en el cuarto trimestre hasta el 20,33% y la ocupación ha descendido en 237.000 personas, según la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre. No es, como dicen las descripciones más complacientes del Gobierno, que el mercado laboral se recupere con mayor lentitud de lo previsto; es que permanece sumido en una depresión de la que probablemente no saldrá hasta finales de 2011, y eso tan solo si atisba una recuperación de la actividad económica a partir del segundo trimestre.

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Porque, con ser mala, la del crecimiento del paro no es la peor de las noticias. Todo apunta a que la ocupación seguirá cayendo en los primeros meses de 2011 hasta alcanzar el mínimo de todo el ciclo recesivo a finales del primer trimestre. Y, aunque la ocupación no caiga más a partir de marzo, lo cierto es que durante 2011 la creación de empleo, si acaso existe, será inapreciable. No hay una senda de recuperación económica clara, que es la condición imprescindible para crear empleo. Sea cual sea el ritmo de aumento del PIB este año, resultará insuficiente para cambiar el signo del empleo.

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Cuando se analizan los números de la EPA aparecen indicios de desequilibrios graves. Aumenta de nuevo el número de hogares que tienen en paro a todas las personas que los componen (1,3 millones, sobre un total de algo más de 17); la tasa de paro juvenil sigue siendo escandalosamente alta para los estándares europeos (afecta al 38,4% en los jóvenes de entre 20 y 24 años y el 25,9% en las edades comprendidas entre 25 y 29 años); y, en fin, los parados de larga duración amenazan con convertirse en un problema social. Hay más de dos millones de personas que no han encontrado empleo en el último año o más.

A la luz de este diagnóstico, resulta evidente que la reforma laboral no está sirviendo aún para crear empleo. La creación de puestos de trabajo depende en primera instancia de la tasa de actividad económica; el cambio en las condiciones laborales solo es útil para facilitar la recuperación económica, puesto que favorecerá la contratación (cuando la haya) y mitigará el efecto inflacionista procedente de los salarios. Por el momento, la única virtud que cabe atribuir a la reforma laboral es un tímido descenso de la temporalidad. Los asalariados con contrato temporal han descendido en casi 150.000 y los que tienen contrato fijo han aumentado en 7.400.

Todo lo anterior dibuja un perfil macroeconómico y laboral conocido. Ya en 2009 se advirtió que la recesión española sería duradera y que la sociedad española tendría que soportar tasas muy elevadas de paro al menos hasta finales de 2011; la predicción se está cumpliendo. Se argumentó que sólo con tasas de crecimiento superiores al 2% empezaría a crearse empleo neto y la evolución del PIB y de la EPA durante 2011 confirmará la exactitud de tal relación. Los planes parciales para incentivar la contratación han fracasado. Aunque desde el Gobierno se celebre con entusiasmo cualquier décima de crecimiento intertrimestral, la sociedad española no podrá hablar de recuperación económica hasta que se cree empleo neto.

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