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El despertar de Oriente Próximo

Joschka Fischer

Cuando la revuelta democrática en Túnez logró derribar al régimen, el mundo reaccionó con asombro. ¿Democracia desde abajo en el mundo árabe? Después del derrocamiento del régimen de 30 años de Mubarak en Egipto, el asombro se convirtió en certeza. Oriente Próximo ha despertado y comenzado a entrar al mundo globalizado del siglo XXI. Hasta ahora, la región (con las excepciones de Israel y Turquía) había estado más o menos en los márgenes del proceso de modernización mundial.

Todavía no está claro si se impondrá el despertar democrático del mundo árabe o solo se producirán cambios en las élites de los regímenes autoritarios, si esto conducirá o no a un orden estable. Sin embargo, no hay duda de que ha llegado a su fin la era en que esta vasta región dormía mientras otras se modernizaban.

Un papel activo de Europa es crucial para que la democracia termine triunfando en la zona
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Por supuesto, la revuelta popular continuará. Prácticamente ningún país de la región escapará a ella. Irán, Siria y Arabia Saudí son candidatos, aunque es probable que este último sea el que presente más dificultades.

Israel haría bien en prepararse para el cambio de época y llegar a un acuerdo de paz con los palestinos y Siria lo antes posible. Sin embargo, hay pocos indicios de que el Gobierno de Israel posea la visión necesaria para tal empresa.

Los problemas son los mismos en casi todas partes: represión política, subdesarrollo económico y altos niveles de pobreza (con la excepción de los Estados petroleros más pequeños), falta de educación, alto desempleo y enormes presiones demográficas debido a una población muy joven y en rápido crecimiento. Por otra parte, la situación se vio agravada por la incompetencia de los regímenes autoritarios de la región, incapaces de ofrecer a sus jóvenes ninguna perspectiva más allá de la represión.

Los detonadores fueron las nuevas tecnologías de información de Internet y la televisión por satélite, como Al Jazeera. De hecho, una ironía de la historia es que no fue el poder duro estadounidense -como se usó, por ejemplo, en la guerra de Irak- lo que promovió esta revolución democrática, sino más bien su poder blando -Twitter y Facebook- tan difamado por Bush y sus asesores neocons.

Al parecer, Silicon Valley tiene más fuerza que el Pentágono.

Estas herramientas digitales norteamericanas se convirtieron en los instrumentos de una revuelta de la juventud árabe y persa por la libertad y la democracia. Ahora bien, cualquiera que sea el parecido de lo ocurrido en la plaza de Tahrir de El Cairo con el Mayo de 1968 y la caída del muro de Berlín, sería prematuro proclamar que ha triunfado la libertad. Dependerá en gran medida de cómo responda Occidente, porque lo que está en juego no es solo el derrocamiento de los tiranos, sino también la profunda transformación y modernización de las sociedades y economías. Se trata de una tarea inmensa.

Más aún, en comparación con Europa del Este en 1989, el Oriente Próximo de 2011 carece de estructuras exteriores de estabilización, como la OTAN y la Unión Europea, que podrían influir en las reformas internas a través de la perspectiva futura de ser parte de ellas. Los esfuerzos para esta gran transformación deberán venir de dentro de estas sociedades, y con toda probabilidad eso es pedir demasiado.

La transformación de Europa del Este después de 1989 tomó mucho más tiempo y resultó ser mucho más costosa de lo previsto inicialmente. Mucha gente vio su calidad de vida afectada negativamente durante este proceso y los organizadores de la revolución democrática no fueron necesariamente los que pudieron impulsar el desarrollo democrático y económico. Y tenemos además la experiencia de la revolución naranja de Ucrania en 2004, que fracasó años después debido al distanciamiento, la incompetencia y la corrupción de sus dirigentes.

En conjunto, estas limitaciones y analogías sugieren que Occidente, especialmente Europa, debería centrarse en la ayuda a largo plazo para el desarrollo democrático y económico de los países renovados de Oriente Próximo, y también en relaciones de estrecha colaboración con todas las fuerzas que apoyen la democratización y modernización. Occidente ya no puede continuar con su realpolitik habitual.

Estas tareas requieren generosidad, tanto financiera como de otros tipos (por ejemplo, las oportunidades de viajar fueron de vital importancia en la consolidación de las aspiraciones democráticas de Europa del Este después de 1989) y requieren décadas de persistencia. El éxito será costoso, muy costoso, lo que no será popular en el contexto actual de recesión económica. Pero una democracia que no se traduce en comidas regulares es una democracia condenada al fracaso.

La ayuda económica, la apertura de los mercados de la UE y EE UU, los proyectos estratégicos de energía, el asesoramiento jurídico y constitucional y la cooperación entre las universidades se cuentan entre los recursos que Occidente debe proporcionar.

Si este amanecer fracasa, habrá una radicalización en toda la región. No hay retorno al statu quo anterior. El genio ha salido de la lámpara.

Joschka Fischer fue ministro de Asuntos Exteriores, vicecanciller de Alemania y líder de su Partido Verde. © Project Syndicate / Institute for Human Sciences, 2011. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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