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Tribuna:LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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El dinero fácil y la crisis de EE UU

Con su política de dinero barato para la compra de viviendas, la Reserva Federal sentó las bases de la actual crisis financiera norteamericana. Ahora la Fed persiste, lo que puede provocar una recesión con inflación

Los desesperados intentos de la Reserva Federal de Estados Unidos, popularmente conocida como Fed, para impedir que la economía de este país se hunda son notables por al menos dos razones. En primer lugar, hasta hace tan sólo unos meses, la opinión general era la de que Estados Unidos evitaría la recesión. Ahora ésta parece segura. En segundo lugar, las intervenciones de la Reserva no parecen eficaces. Aunque se han reducido drásticamente los tipos de interés y la Reserva ha prodigado liquidez a los bancos que se han quedado sin ella, la crisis se ha acentuado.

En gran medida, la crisis de Estados Unidos fue provocada por la misma Reserva, ayudada por las ilusiones que se hizo el gobierno de Bush. Un culpable principal no fue otro que Alan Greenspan, que dejó al actual presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, una situación terrible, pero este último fue uno de los gobernadores de la Reserva en el periodo de Greenspan y tampoco él diagnosticó correctamente los problemas en aumento debidos a sus intervenciones.

El actual dinero fácil de la Fed sube el precio del petróleo y los alimentos y debilita el dólar
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Aún es posible que el bache económico de EE UU no dañe gravemente al resto del mundo

La crisis financiera actual tiene sus raíces inmediatas en 2001, en medio del fin del auge de las empresas puntocom y de la conmoción provocada por los ataques terroristas del 11-S. En aquel momento la Reserva abrió los grifos monetarios para intentar luchar contra una desaceleración económica. Derramó dinero en la economía estadounidense y redujo drásticamente su principal tipo de interés -el de los fondos federales- del 3,5 por ciento en agosto de 2001 a tan sólo el 1% a mediados de 2003. La Reserva mantuvo ese tipo demasiado bajo y durante demasiado tiempo.

Por lo general, la expansión monetaria facilita el endeudamiento y reduce sus costos en toda la economía. También suele debilitar la moneda y aumentar la inflación. Todo eso empezó a suceder en Estados Unidos. Lo distintivo de esta ocasión fue que el nuevo endeudamiento se concentró en la vivienda. Por lo general, es cierto que los tipos de interés más bajos estimulan la compra de viviendas, pero esta vez, como ahora ha quedado de manifiesto, los bancos comerciales y de inversión crearon nuevos mecanismos financieros destinados a ampliar el crédito para viviendas a personas poco solventes. La Reserva no quiso regular esos procedimientos dudosos. Prácticamente cualquiera podía endeudarse para comprar una casa con poco o ningún pago inicial y pago de intereses durante muchos años en el futuro.

Cuando el auge de los préstamos para viviendas se consolidó, pasó a autointensificarse. El aumento de la compra de viviendas aumentó los precios de éstas, con lo que los bancos pensaron que era seguro prestar dinero a personas poco solventes. Al fin y al cabo, si no hacían frente a sus pagos, la propiedad de sus casas pasaría, revalorizada, a los bancos: al menos ésa era la teoría. Naturalmente, esa teoría sólo funciona mientras suban los precios de las viviendas. Una vez que llegan a su tope máximo y empiezan a bajar, las condiciones de los créditos se endurecen y los bancos se encuentran con la propiedad de casas cuyo valor no cubre el valor de la deuda.

Lo asombroso ha sido que la Reserva, dirigida por Greenspan, se quedara con los brazos cruzados mientras el auge del crédito se aceleraba y se disparaba hacia un desplome posterior. Hubo algunos que no participaron en la fiesta, pero no muchos en el propio sector financiero. Los bancos estaban demasiado ocupados cobrando las mensualidades de los nuevos préstamos y pagando a sus directores primas extravagantes.

En un momento decisivo de 2005, cuando era gobernador pero aún no presidente de la Reserva, Bernanke describió el auge de la vivienda como el reflejo de un sistema financiero prudente y bien regulado, no como una burbuja peligrosa. Sostuvo que cantidades inmensas de capital extranjero pasaban por los bancos estadounidenses hacia el sector de la vivienda porque los inversores internacionales apreciaban "la profundidad y la complejidad de los mercados financieros de este país, que, entre otras cosas, han permitido un acceso fácil de las familias a la riqueza inmobiliaria".

Durante 2006 y 2007, la burbuja financiera que ahora está derribando a instituciones financieras en tiempos poderosas llegó a su tope máximo. Entonces los balances de los bancos se llenaron de enormes cantidades de hipotecas en peligro, envueltas en complicados productos financieros que dificultaban la evaluación de los riesgos. Los bancos empezaron a aminorar su ritmo de concesión de nuevos créditos y la morosidad en las hipotecas empezó a aumentar. Los precios de las viviendas llegaron a su tope máximo a medida que se redujeron los préstamos y después los precios empezaron a bajar. La burbuja inmobiliaria estaba reventando en el otoño pasado y los bancos con gran cantidad de hipotecas empezaron a comunicar pérdidas enormes, a veces lo bastante grandes para destruir a toda una entidad, como en el caso de Bear Stearns.

Al reducirse el gasto con el desplome de la vivienda, la Reserva, para intentar prevenir una recesión y ayudar a los bancos con balances frágiles, ha estado reduciendo los tipos de interés desde el otoño de 2007, pero esta vez la expansión del crédito no se está dirigiendo a la construcción de viviendas, sino a la especulación con los precios de las materias primas y las divisas extranjeras.

La política de dinero fácil de la Reserva está alimentando ahora la inflación en Estados Unidos y no la recuperación. Los precios del petróleo, los alimentos y el oro han saltado hasta niveles sin precedentes, y el dólar se ha depreciado hasta niveles nunca vistos. Ahora un euro cuesta casi 1,60 dólares frente a 0,90 dólares en enero de 2002. Sin embargo, la Reserva, con sus intentos desesperados de evitar una recesión en Estados Unidos, sigue derramando dinero en el sistema e intensificando las presiones inflacionistas.

Tras haber alimentado un auge, ahora la Reserva no puede impedir al menos un descenso durante un periodo corto de la economía de Estados Unidos y tal vez algo peor. Si intensifica demasiado la continua expansión monetaria, no impedirá una depresión profunda, sino que, al contrario, podría crear estanflación: inflación junto con contracción económica. La Reserva debe procurar evitar el menor desplome de la liquidez al tiempo que mantiene controlada tanto la inflación como una ayuda injustificada para los préstamos bancarios con riesgo financiada por los contribuyentes.

En todo el mundo puede haber efectos similares, en la medida en que los bancos extranjeros se encuentren también con hipotecas estadounidenses impagadas en sus balances o si, en el peor de los casos, se consolida una crisis financiera general. Sin embargo, aún existen posibilidades de que el bache económico de Estados Unidos quede limitado principalmente a este país, en el que se han concentrado el auge y la depresión de la vivienda. Creo que los daños para el resto de la economía mundial pueden seguir siendo limitados.

© Project Syndicate, 2008.

Jeffrey Sachs es profesor de Economía y director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Colombia. Traducido por Carlos Manzano.

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