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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fin de la resignación

La desesperanza ha colocado a los jóvenes árabes a la vanguardia de las revueltas

Es poco probable que los jóvenes egipcios o tunecinos, y en un sentido amplio los de todos aquellos países árabes donde crece la protesta contra los déspotas, desaparezcan otra vez en la grisura una vez tomada conciencia de su protagonismo en los acontecimientos que sacuden un mundo que parecía petrificado. Quizá el elemento más llamativo de las revueltas sin guion de Túnez y Egipto, tan impensables en su profundidad y consecuencias hace unas semanas, sea precisamente el decisivo papel de esa fuerza amorfa y básicamente desideologizada con la que nunca habían contado, más allá de su color local, los dictadores en ejercicio desde Argelia a Yemen.

Los súbditos de ese arco de países que llega del Mediterráneo al Índico, sufren una inmisericorde represión, una extendida miseria -que contrasta con la riqueza y rapacidad de sus dirigentes- y una enquistada corrupción, señas de identidad, en suma, del Estado policíaco y ladrón. La otra característica común es la absoluta falta de horizontes de unos jóvenes desde siempre silenciados por un orden aparentemente inmutable. Muchachos de 22 años de media, que representan al menos el 60% de los 360 millones de árabes, que viven mayoritariamente en áreas urbanas y a los que para darles trabajo habría que inventarse más de 50 millones de empleos en los próximos 10 años.

Precisamente esos jóvenes sin dirección se han convertido en la vanguardia de la rebelión que ha liquidado el único Túnez que han conocido y está en camino de hacer lo propio con el siniestro Egipto de Hosni Mubarak. Una oleada de libertad y dignidad que sacude imparable un mundo caduco, que en mayor o menor medida lo hará irreconocible para los hijos de los actuales insurrectos y que pone definitivamente en cuestión la supuesta propensión árabe a la tiranía.

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Es en Egipto -80 millones de personas- donde la ira y la desafección de los jóvenes (parados, estudiantes, profesionales urbanos) resulta particularmente intensa, en consonancia con su situación límite. No es casualidad que, como en Túnez, la supresión de la telefonía móvil y de Internet estuviera entre las primeras medidas adoptadas por el acorralado régimen para intentar frenar la revuelta. La tecnología ha puesto en manos de los jóvenes árabes las herramientas para asomarse, en tiempo real, al cambio y la evolución del resto del mundo.

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