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En el horizonte de la utopía

Juan José Tamayo

El VII Foro Social Mundial (FSM) y el II Foro Mundial de Teología y Liberación (FMTL), celebrados en Nairobi (Kenia) durante el pasado mes de enero, son dos signos luminosos de esperanza en un mundo marcado por el imparable empobrecimiento de las mayorías populares en el Sur, el deterioro creciente del medio ambiente, la reducción de los derechos sociales por mor de la privatización de los servicios públicos, el clima bélico que se extiende por doquier y las constantes amenazas de nuevas guerras preventivas.

Cuestionan radicalmente los principios fundamentales del capitalismo, sistema obsceno y obsoleto por su lógica excluyente y por los perversos efectos que provoca, sobre todo en el Tercer Mundo. No se limitan a proponer alternativas para la mejor gestión de un capitalismo de rostro humano, sino que defienden alternativas al mismo, tanto más necesarias y posibles cuanto más se extiende la barbarie. Cuestionan, asimismo, las actuales instituciones internacionales (OMC, BM, FMI, ALCA...), la mayoría de ellas "al servicio exclusivo del capital financiero" (Samir Amin), y abogan por la creación de otras instituciones internacionales al servicio de los pueblos y sectores más desprotegidos del planeta. No profesan ninguna de las dos religiones monoteístas más influyentes hoy: la del Mercado y la del Imperio.

Ambos Foros son la mejor expresión del actual pluriverso cultural, étnico, religioso, racial, etc. En ellos convergen diferentes planteamientos y estrategias de alterglobalización, así como plurales movimientos de liberación, que luchan contra las desigualdades económicas crecientes, las discriminaciones por razones de género, etnia, raza o religión, y la destrucción de la naturaleza, fenómenos todos ellos causados o radicalizados por la globalización neoliberal.

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Me parece muy correcta la articulación que establecen entre la defensa de la igualdad, sin caer en la homogeneidad, y el reconocimiento de la diferencia, sin desembocar en la desigualdad. Su riqueza radica precisamente en la diversidad de sujetos de transformación y de colectivos inconformistas que participan en ellos: movimiento feminista, pacifista, ecologista, campesinos, intelectuales, clase trabajadora, teologías de la liberación, movimientos religiosos de base, etc.

Uno de los principales méritos del FSM y del FMTL es que se mueven en el horizonte de la utopía. Las utopías tienen su itinerario y su temporalidad y constituyen la conciencia anticipatoria, afirma Ernst Bloch en El principio esperanza. Según esto, a los dos Foros les es aplicable lo que Boaventura de Sousa Santos dice del primero: que son la primera utopía crítica del siglo XXI en ruptura con las utopías de la modernidad occidental, en su mayoría elitistas, etnocéntricas y patriarcales. Ellos representan la emergencia de una política cosmopolita emancipatoria en el marco de una democracia participativa. Su objetivo es realizar la utopía, y su mérito es hacerlo precisamente en un mundo donde ésta ha sido excluida de todas las esferas del ser, del quehacer y del saber, y vive un largo destierro, y en una época en la que imperan las "utopías conservadoras", cuya criterio ético supremo es la eficiencia, y cuya principal característica es negar toda posibilidad de alternativa a la globalización neoliberal.

Ambos Foros se mueven en un horizonte ético-político: la construcción de una sociedad más justa y solidaria en clave intercultural, interreligiosa e interétnica. Es en este terreno donde más resistencias tienen que vencer, porque la ética vive bajo el asedio del Mercado, la política bajo la amenaza del Imperio, las religiones bajo la espada de los fundamentalismos, las culturas bajo la ideología del choque de civilizaciones, el pensamiento bajo el signo de la Verdad Única y la convivencia cívica bajo la dominación del Patriarcado.

Los FSM contaron, desde el principio, con una participación viva y activa de personas creyentes y de numerosos movimientos religiosos comprometidos en las luchas populares por la liberación. Participación que ha ido creciendo, hasta convertirse en protagónica en el Foro de Nairobi, donde colectivos de diferentes credos y tradiciones espirituales aportaron sus análisis de la realidad y sus experiencias de "otro mundo posible" en ambientes donde reina la más severa exclusión social (suburbios, droga, prostitución, sida, desempleo, esclavitud, niños de la calle, derechos humanos, analfabetismo, campesinado, discriminación étnica y racial, deuda externa...).

Sin embargo, al comienzo, en las actividades del FSM apenas se concedía importancia al análisis del fenómeno religioso y a las religiones como factor de transformación. Fue este desequilibro el que nos llevó a la creación del FMTL, cuyo primer encuentro tuvo lugar en Porto Alegre en enero de 2005, que ha tenido su continuidad en el II Foro de este año. Es una prueba de que el huracán de la globalización neoliberal no se ha llevado por delante a la teología de la liberación ni ha convertido a los teólogos y teólogas al neoliberalismo. Esta teología tiene muchos rostros y nombres, se ubica en los diferentes contextos culturales, sociales y políticos de marginación, y se ha convertido en un movimiento mundial, extendido por todos los continentes, e intenta responder, creativa y modestamente, a los desafíos de nuestro tiempo desde el reconocimiento de la diversidad como riqueza de lo humano.

De capital importancia ha sido la celebración, este año, de los dos Foros en África. Con esta nueva ubicación geográfica y social han logrado hacer realidad su pretensión de universalidad y su voluntad de transformación global. Porque África no es un continente olvidado de la globalización, ni una parte marginal del sistema económico, sino, como afirma certeramente Francis Houtart, el continente más integrado en el mundo capitalista como periferia explotada y con una integración desigual. Precisamente, la globalización neoliberal es el factor clave de su fragilidad.

África sigue una evolución contraria a la de otros continentes. "Sólo un continente es ahora más pobre que hace veinte años: África", escribía Vittorio de Filippis en 2001, basándose en el Informe de la CNUCED, según el cual "la media de la renta por habitante africano es hoy el 10% inferior a la de 1980". África es, ciertamente, la víctima principal del actual modelo de globalización. Por eso, la pregunta que se hicieron los dos Foros es la que da título a un libro editado por el Centro Intercontinental, de Lovaina-la-Nueva (Bélgica): "¿Y si África rechaza el mercado?".

Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Otra teología es posible (PPC, Madrid, 2006).

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