_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La increíble historia de Mariano Rajoy

Ignacio Urquizu

Del ciclo político actual, una de las intrigas a analizar en el futuro será qué ha sucedido con el líder de lo oposición en España. Dada la situación económica, uno esperaría que Mariano Rajoy fuese un político bien valorado por la ciudadanía o, al menos, con mejor puntuación media que el presidente del Gobierno. Pero los datos nos muestran todo lo contrario. Nunca un líder de la oposición ha estado tan mal valorado por los españoles.

Si analizamos los datos el CIS, vemos que en el barómetro de enero Mariano Rajoy no solo empeora su nota respecto a encuestas anteriores, sino que todavía no ha conseguido superar en valoración media a José Luis Rodríguez Zapatero. Esto último es una novedad. Todos los presidentes del Gobierno se han visto sobrepasados en algún momento por el líder de la oposición.

Tras las primarias del PSOE, el líder del PP se enfrentará en las generales a un rival mejor valorado que él
Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

A Felipe González le sucedió a lo largo de 1995. Durante gran parte de ese año, José María Aznar obtuvo mejores valoraciones medias que el líder socialista. Una vez alcanzó el poder, tanto Almunia como Borrell lograron superarle en algunas ocasiones en su valoración media.

Durante la legislatura 2000- 2004, con excepción de tres barómetros, José Luis Rodríguez Zapatero siempre estuvo mejor valorado que el presidente del Gobierno. Pero desde que el líder socialista ganó las elecciones de 2004, Mariano Rajoy nunca ha conseguido aventajar al presidente del Ejecutivo.

La crisis económica actual parecía propicia para cambiar esta tendencia. De hecho, casi todos los primeros ministros europeos se están viendo superados por sus alternativas. En Francia, Nicolas Sarkozy ya es el presidente conservador más impopular de las últimas décadas. Según el Journal du Dimanche, su nivel de aceptación es inferior al que tenía Jacques Chirac en sus peores momentos, y es superado en aceptación por el político socialista Dominique Strauss-Kahn.

En Reino Unido, desde el comienzo de la crisis a principios de 2008, David Cameron siempre superó a Gordon Brown en grado de aprobación en todas las encuestas que publicaron The Sunday Times y The Telegraph. Finalmente, el político conservador acabó ganando las elecciones, aunque en estos momentos Ed Miliband ya posee un grado de popularidad similar a James Cameron. De hecho, las encuestas ya sitúan a los laboristas por delante.

En ocasiones, los dirigentes del PP argumentan que el problema de su líder es la mala valoración que le dan los votantes de otros partidos. Pero si analizamos los datos del CIS, vemos que los electores del PSOE han sido más benévolos con Mariano Rajoy que los del PP con JoséLuis Rodríguez Zapatero. Es decir, el líder socialista ha sido mucho más castigado por los votantes rivales que el candidato del Partido Popular. A pesar de ello, el político conservador nunca ha conseguido superar al presidente del Gobierno, puesto que gran parte de los problemas de Mariano Rajoy están en su propio electorado: desde que perdió las elecciones en 2008, sus votantes le dan poco más que un aprobado raspado.

La pregunta que surge es: ¿qué ha sucedido con el líder del PP para que se encuentre con este escenario? Dos son las posibles respuestas. El primero de sus problemas está en el origen de su liderazgo. Para ser designado candidato del Partido Popular, le bastó con tener la confianza de José María Aznar. No necesitó someterse a ninguna votación interna, ya fuese en forma de congreso o primarias. Este tipo de procesos, aunque algunos lo interpretan como líos, son un excelente ejercicio para forjar líderes. Los políticos se ven en la necesidad de explicar qué quieren hacer y por qué desean encabezar sus formaciones. Tienen que obtener la confianza de sus compañeros de partido, algo de gran ayuda para ganarse la confianza de los ciudadanos.

Es cierto que en 2008 Mariano Rajoy se sometió a un congreso en Valencia, pero entonces era un político mucho más débil que en 2004. El origen de su liderazgo no solo era producto del deseo de un solo hombre, sino que además había perdido dos elecciones consecutivas. Por ello, tuvo que firmar muchas hipotecas con sus compañeros de partido, saliendo de Valencia menos líder de lo que entró.

Además, el origen de su candidatura también perjudica su imagen: está asociada al pasado, especialmente a la legislatura 2000-2004. Esta etapa fue muy negativa para el PP, puesto que pasó de la mayoría absoluta a la oposición en cuatro años, enfrentándose constantemente a la opinión pública.

El segundo de sus problemas está en la falta de un proyecto y de una estrategia. Todavía no sabemos qué quiere hacer Rajoy cuando llegue al Gobierno. De hecho, propone cosas contradictorias como subir el gasto bajando los ingresos. Por ejemplo, se opuso a los ajustes de mayo de 2010 y, al mismo tiempo, plantea constantemente rebajas fiscales. Además de no clarificar su proyecto político, nunca ha tenido una estrategia definida.

El gran dilema de un partido político es si se aproxima al centro renunciando a algunos de sus principios o, en cambio, se presenta como el guardián de las esencias ideológicas. En la legislatura anterior, Mariano Rajoy optó por la crispación, presentándose como un líder muy radical. En cambio, desde que comenzó la crisis, ha decidido que lo mejor es no tener estrategia, confiando en que los malos datos económicos harán su trabajo de oposición.

Quizás, el único consuelo que podría tener el líder del PP es que la valoración de los candidatos no es determinante a la hora de decidir el voto. Es cierto que en la literatura académica, algunos autores sostienen que la valoración de los líderes apenas tiene incidencia en los resultados electorales. No obstante, recientes estudios muestran que en algunas ocasiones un buen líder puede tener más impacto electoral que la valoración de la economía y el posicionamiento de los votantes sobre determinadas políticas. Por ejemplo, Guillem Rico demuestra que la valoración de Rodríguez Zapatero tuvo un mayor efecto en el apoyo al PSOE que la retirada de las tropas de Irak (Líderes políticos, opinión pública y comportamiento electoral en España, CIS).

En definitiva, aunque en las próximas semanas se hablará mucho del liderazgo en el Partido Socialista, en el momento que quede resuelta esta cuestión, el Partido Popular tendrá un problema. Con escasos meses para las elecciones, el peor líder de la oposición se enfrentará a un candidato socialista que, sea quien sea, seguro que estará mejor valorado que Mariano Rajoy.

Ignacio Urquizu es profesor de Sociología de la UCM y colaborador de la Fundación Alternativas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_