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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El laberinto saharaui

España y Marruecos han vuelto a poner de manifiesto el entendimiento que hoy existe entre ambos países. La numerosa delegación ministerial que ha acompañado al presidente del Gobierno en esta octava cumbre bilateral da muestra del interés que existe por parte de Madrid en mantener un alto grado de cooperación con nuestro vecino del sur. Después de varios meses retrasando la reunión por problemas de agenda, Rabat dio la bienvenida a la parte española con un gesto de especial significado, como es la ratificación del acuerdo pesquero con la Unión Europea, por el que un centenar de barcos españoles podrá faenar en aguas marroquíes. En el pasado, la pesca fue el origen de un vertiginoso deterioro de las relaciones que llegó hasta el incidente de Perejil. Más allá de este asunto, que pertenece a la esfera comunitaria aunque afecte de manera directa a los intereses españoles, la cumbre ha permitido algunos avances, como la firma del acuerdo sobre la repatriación de menores que entren ilegalmente en territorio español. Además, el rey Mohamed VI propuso a Rodríguez Zapatero la creación de una "comisión permanente" para tratar los asuntos de inmigración.

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El escollo mayor de la cumbre era el eventual apoyo español a la iniciativa sobre el Sáhara que Marruecos se propone lanzar en Naciones Unidas, y que ya cuenta con el visto bueno preliminar de Francia y de Estados Unidos. Zapatero tiene un estrecho margen de maniobra en relación con el conflicto de la ex colonia, debido en gran parte a las reacciones provocadas por la precipitada propuesta que lanzó al poco de llegar al Ejecutivo, tanto entre los países de la zona

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como entre sus propios socios parlamentarios e incluso su partido. Argelia y el Frente Polisario se han reafirmado en su línea de crítica al Gobierno español sin esperar a que diese comienzo la cumbre de Rabat, como si pretendiesen recordar que se trata de un problema regional en el que Marruecos y España no pueden hacer abstracción de la posición del resto de las partes.

El Gobierno de Zapatero saluda, por una parte, los esfuerzos de Rabat para encontrar una salida al conflicto y subraya la necesidad de que se ajuste a la legalidad internacional, con una mención explícita al derecho de autodeterminación. Pero por otra invita a Argelia y al Polisario a que estudien con detenimiento la iniciativa marroquí, hasta ahora reacia a la celebración de un referéndum y contraria a cualquier fórmula que no sea una autonomía. Responde así con mensajes que, si bien han buscado evitar la confrontación con los principales actores del conflicto, desdibujan la posición española sobre el Sáhara. Quizás con el objetivo de hallar el difícil espacio para un nuevo consenso.

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