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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No tan listas

Las candidaturas para las europeas se deciden en función de problemas y equilibrios internos

El desinterés de los ciudadanos de los Veintisiete por participar en las elecciones europeas de junio es proporcional al que demuestran los gobernantes hacia la dimensión europea de los problemas políticos y económicos de cada país; ahora, especialmente, los relacionados con la crisis. Y ese desinterés se refleja también en la elaboración de las candidaturas.

El ex presidente portugués Mario Soares lamentaba aquí el pasado domingo el mínimo interés con que los partidos socialistas de la UE habían acogido la declaración sobre la crisis firmada en marzo por sus líderes. Cumplido el expediente, las propuestas no han sido objeto de debate en cada partido, por más que casi todos ellos insistan en la necesidad de políticas concertadas a escala europea. Y Zapatero avala la continuidad del conservador Durão Barroso en la presidencia de la Comisión.

Los 736 eurodiputados que se eligen tendrán la oportunidad de aprobar leyes que condicionarán la legislación interna de cada país. Sería lógico promover a los candidatos más preparados para proponer y defender esas políticas contra la crisis, y que la campaña girase en torno a las propuestas que derecha e izquierda plantean al respecto. Sin embargo, de lo que discursean sus candidatos es de asuntos de política interna. No es que no les importen las elecciones europeas, pero sólo en cuanto sirvan para mejorar o empeorar su posición en la trifulca nacional.

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La elaboración de las listas es coherente con esa visión. Si se repasan las candidaturas de las últimas convocatorias se observa la presencia destacada de dirigentes a los que más que enviar a Estrasburgo se les separa de la política interna. Vidal Quadras está allí desde que Aznar descubrió, en 1996, al catalanista que llevaba dentro.

También fueron enviados a ese destino personas con ideas propias, como el socialista Borrell, recuperable, o Rosa Díez, para ver si lo era. O ex herederos frustrados como Mayor Oreja una vez consumada la sucesión a dedo en favor de Rajoy y enviado Rato al FMI. A Ramón Jáuregui, un político que se distingue por ser capaz de argumentar y no sólo afirmar, se le saca del puesto en que más podía brillar, en aras de la renovación generacional; le acompaña Magdalena Álvarez, como consuelo por su cese en Fomento. Y Rajoy zanja por eliminación las dudas internas sobre la continuidad de Galeote, investigado por el caso Correa, para evitar que su presencia dé argumentos a los socialistas.

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