_
_
_
_
_
Tribuna:LA GUERRA ENTRE IMPERIOS EN LA HISTORIA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El mundo musulmán, no Occidente, es el amenazado

Tras la falsa idea de que los atentados de Osama Bin Laden contra Estados Unidos han provocado una guerra moderna entre civilizaciones está la realidad histórica de una verdadera guerra entre imperios y naciones que comenzó con la conquista musulmana de la Jerusalén romana en el año 638. El imperio árabe siguió ganando esa guerra hasta finales de la Edad Media, y después comenzó a perder.

Los cruzados europeos tomaron Jerusalén a los musulmanes en 1099, pero un siglo después la ciudad fue reconquistada por Saladino y, a partir de entonces, siguió formando parte de un imperio musulmán vital y en expansión que había marchado sobre Europa occidental y había estado a punto de conquistarla. Las Cruzadas no fueron una vía de un solo sentido.

El poder musulmán se impuso desde Egipto y el norte de África hasta España y el sur de Alemania, y por los Balcanes, hasta Viena. La civilización musulmana era entonces igual o superior a la de Europa occidental en prácticamente todos los ámbitos: militar, político, económico o estético.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Si los venecianos y los españoles hubiesen perdido la batalla de Lepanto; si los franceses, bajo el mando de Carlos Martel, hubiesen perdido en Poitiers en el 732, o si los austriacos y los polacos hubiesen perdido en Viena en 1683, quizá todos hablaríamos hoy árabe. Edward Gibbon, el historiador de la decadencia y caída de Roma, tiene un famoso pasaje en el que reflexiona sobre la perspectiva de la enseñanza coránica en las escuelas de Oxford si Carlos Martel hubiese perdido.Aun cuando los musulmanes fueron finalmente expulsados de España y parte de su imperio norteafricano pasaron a ser autónomas, gobernaron los Balcanes, o gran parte de la zona, hasta 1914.

Sólo después de la derrota del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial se encontraron los árabes dominados por los europeos, en una serie de nuevos países establecidos como mandatos de la Liga de Naciones en los antiguos territorios otomanos.

Los Gobiernos independientes que surgieron después de la II Guerra Mundial resultaron ser otra derrota. Los supuestos reformistas del movimiento Baaz del Mediterráneo oriental convirtieron Irak y Siria en dictaduras hereditarias. Egipto se convirtió en ese anómalo fenómeno moderno, una cuasidemocracia o una dictadura consultiva. La sociedad arabe-musulmana no consiguió despegar económicamente y cayó bajo el control comercial de las empresas petroleras, los bancos y las multinacionales occidentales. Sigue estando tecnológicamente atrasada, bajo el dominio intelectual de las ideas y la ciencia occidentales, por una parte, y enfrentada a un fundamentalismo reaccionario y utópico por la otra.

¿Qué salió mal?

La sociedad musulmana no consiguió hacer la transición a una sociedad moderna como lo hizo la europea durante el renacimiento. En cuanto a poder material, los europeos pasaron de la tecnología artesanal a la ciencia empírica, y finalmente, a la tecnología industrial. Exploraron el mundo y establecieron sistemas mundiales de comercio y de intercambio intelectual.

Experimentaron una evolución política -a veces violenta- que limitó el poder monárquico, se lo concedió a las clases medias y profesionales y acabó produciendo la democracia liberal moderna. Desarrollaron instituciones de derecho, adjudicación y contrato.

La complejidad de las matemáticas, la astronomía, la administración gubernativa y la organización militar árabes era muy elevada a finales de la Edad Media. Se produjo un notable florecimiento filosófico y un avance de la ciencia teórica.

Los árabes habían conservado la filosofía griega y la transmitieron a los pensadores occidentales. No consiguieron utilizarla, como hicieron los occidentales, para reformar sus instituciones y restablecer la base de su pensamiento político y social.

El islam se mostró incapaz de formular una concepción moderna de la política y el gobierno, capaz de enfrentarse a un mundo no islámico mucho más poderoso en medios materiales, organización y ciencia.

Esto parece deberse a dos razones, ambas de origen religioso.

La primera fue que la autoridad religiosa y estatal estaban separadas desde el comienzo en el Occidente cristiano. En la sociedad islámica nunca han estado plenamente separadas. Los esfuerzos por establecer una base no teológica, intelectualmente legítima, para una autoridad estatal independiente han fallado. Esto significa que nunca ha emergido una sociedad civil independiente.

Occidente tenía una base bíblica para la independencia de la autoridad política seglar en la distinción hecha por Jesús entre lo que es del César y lo que es de Dios. El César se reconocía como el gobernante de un orden político y social autónomo. En el año 800, Carlomagno fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano por el propio Papa.

La segunda razón básica por la que Occidente consiguió crear una sociedad moderna fue que desde la Edad Media en adelante la filosofía se distinguió de la teología.

Al adoptar la filosofía del razonamiento natural de Aristóteles, santo Tomás de Aquino sostuvo que la razón es una fuente de verdad independiente del razonamiento teológico, y auténtica en sus propios términos. Dijo que la razón y la fe religiosa son dos ámbitos intelectuales armónicos pero diferentes. Ésta fue la base histórica de la vida especulativa independiente en Occidente, que nos dio el mundo moderno.

Desde 1914, el islam no ha conseguido dar una respuesta intelectual seria al Occidente moderno. La cultura y la inteligencia, no el poder, deciden la calidad de las sociedades. Éste es el fracaso que ha dado origen a Osama Bin Laden y su Al Qaeda, y es un fracaso más peligroso para el islam de lo que jamás podrá serlo para Occidente.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_