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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De nuevo Congo

Las potencias occidentales deben impedir otra guerra en la región más ensangrentada de África

Hace cinco años que en Congo, antiguo Zaire, concluyó formalmente una de las guerras más devastadoras (varios millones de muertos) e informativamente ignoradas del siglo XX. Todo apunta a que puede rebrotar en todo su gigantesco horror sin la inmediata movilización de las potencias occidentales.

Otra vez en el oriente congoleño, en la frontera con Ruanda, se libran violentísimos combates que han puesto en fuga a decenas de miles de personas, agravando una situación humanitaria de por sí catastrófica en el corazón de África. De nuevo, el foco de una guerra regional que en realidad nunca ha cesado del todo es una madeja de agravios tribales y étnicos e intereses económicos a cuyo frente está el odio entre tutsis y hutus, la enemistad inextinguible entre Congo y su vecina Ruanda y el control del lucrativo comercio del mineral del estaño, que tiene su epicentro en la crucial ciudad fronteriza de Goma, ahora sitiada por milicias tutsis rebeldes apoyadas por Ruanda. En Goma está el destacamento principal (800 hombres) de Naciones Unidas en Congo, 17.000 soldados, la mayor fuerza del mundo, poco motivada para el combate y absolutamente superada por los acontecimientos de los últimos días; antesala, según el secretario general de la ONU, de un nuevo cataclismo de muerte y miseria.

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No hay inocentes en la nueva tragedia. Ruanda y Congo han hecho dos atroces guerras en los años noventa, ancladas en el genocidio ruandés de 1994 y años de matanzas étnicas en Congo oriental. Nunca han dejado de acusarse de utilizar sus respectivos territorios -lejos de cualquier escrutinio fiable- como plataformas armadas para atacar al otro. El episodio actual, por el momento detenido en las puertas de Goma, tiene por protagonista a un general renegado tutsi y presunto criminal de guerra, Laurent Nkunda, cuyas milicias han puesto en fuga a las desmoralizadas tropas congoleñas. Kinshasa acusa a Kigali de ayudar a Nkunda, pero a su vez mantiene en su territorio fronterizo un santuario para milicias hutus opuestas al régimen ruandés.

Sólo Estados Unidos y Reino Unido, los dos principales apoyos occidentales de Ruanda, están en condiciones de atajar una nueva guerra en la región más ensangrentada de África. El presidente Paul Kagame debe ser presionado, tanto para impedir que su Ejército penetre por tercera vez en Congo como para detener la alarmante ofensiva en marcha de Nkunda.

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