El peor récord
Bélgica supera los 400 días sin Gobierno, debilitada para realizar los ajustes urgentes
Bélgica lleva ya más de 400 días sin Gobierno, tras las elecciones del 13 de junio del año pasado. Con ello ha sobrepasado ampliamente el peor récord histórico en la clasificación mundial de los vacíos de poder: los 289 días de Irak o, en la subclase europea, los 208 días de Holanda.
El socialista francófono Elio di Rupo tiró la semana pasada la toalla en su intento de conseguir un acuerdo para formar nuevo Ejecutivo. Es el séptimo dirigente que fracasa en la tarea. El rey Alberto II ha llamado a todos los partidos a una reflexión que posibilite un nuevo consenso, sabedor de que la única alternativa sería la convocatoria de nuevos comicios. Una salida inconveniente, porque aumentaría la crispación política, y quizá inútil, porque nada augura que contribuyesen a estilizar el mapa político.
Siempre ha sido difícil construir un pacto de Gobierno en Bélgica, con una miríada de partidos democristianos, socialistas, liberales y verdes, doblados por razones regionales y lingüísticas, entre valones y flamencos, francófonos y neerlandófonos. Pero durante muchos años la clase política belga, como otrora la italiana, supo hacer de la necesidad virtud. Y se diplomó en habilidad pactista, lo que venía facilitado por un cierto equilibrio de los partidos.
El extraordinario ascenso del independentismo ultraconservador flamenco ha venido a quebrarlo: aunque las encuestas indican que solo un 10% de los flamencos comparte la pulsión separatista, su representación política, la nueva Alianza Flamenca, obtuvo el 30% de los votos. Y la poderosa democracia cristiana de esa zona solo se muestra dispuesta a pactar un Gobierno si se incorpora a los nacionalistas. Pretende no regalarles el monopolio de la oposición, en un momento en que en toda Europa el vendaval de la crisis o de la lenta recuperación expulsa del poder a casi todos los partidos que figuran en los Gobiernos.
Todo eso y más podrá comprenderse con un mapa partidista tan abigarrado, pero inflige a Bélgica un gran perjuicio. La incapacita para realizar los ajustes profundos y las reformas urgentes que la alejen de la zona de peligro en la tormenta de la deuda soberana. Ya advirtió recientemente el presidente del Eurogrupo, que, dada su enorme deuda, Italia y Bélgica están en peor situación objetiva que España. Y a toda Europa le conviene que no se enciendan nuevos fuegos.
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