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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un plan de juguete

Industria ha perdido la oportunidad de imponer un programa serio de ahorro energético

El ministro de Industria, Miguel Sebastián, ha presentado en el Congreso un conjunto de medidas, propuestas y recomendaciones titulado Plan de Ahorro Energético. Recoge el listado 31 disposiciones de carácter variopinto, como ampliar el plan de renovación de la flota de vehículos con más de 15 años de antigüedad, sustituir las bombillas tradicionales por las de bajo consumo -se regalará una bombilla con el recibo de la luz a cambio de un vale-, promover los vehículos eléctricos, ampliar el horario del metro los fines de semana o garantizar la cobertura de los móviles en el suburbano, conducir con las ventanillas subidas o incentivar el uso de la bicicleta. De todas las propuestas (y muchas de ellas no son competencia directa del ministerio, es decir, son meras recomendaciones), la más eficaz, y no lo es mucho, es la de limitar un 20% la velocidad de acceso a las grandes ciudades y en las vías de circunvalación (ésta es de las que no son competencia suya), similar a la que ya se aplica en Cataluña.

Difícilmente puede calificarse de Plan de Ahorro un rosario semejante de medidas dispersas; y más difícil de creer resulta que así se vaya a reducir el consumo de petróleo en 44 millones de barriles entre 2008 y 2011. Un país en el que el consumo de energía eléctrica no deja de crecer año tras año y la dependencia del petróleo importado ronda el 85% no puede conformarse con un catecismo de buenas intenciones desarrollado en 31 píldoras inocuas, propias del manual de instrucciones de un electrodoméstico. Es lógico suponer que Industria conoce la patente ineficacia del plan, así que sólo cabe deducir que reconoce que las medidas más serias para reducir el consumo de energía tienen un coste político que el Gobierno no está en condiciones pagar.

El ministro se contradice cuando anuncia que estamos ante el tercer shock del petróleo y, al mismo tiempo, presenta un plan de ahorro que en ocasiones roza la puerilidad. Si quiere ahorrar energía de verdad, dispone de políticas de precios para desincentivar el consumo, de capacidad de negociación para recomendar que se cierre el centro de las ciudades al tráfico o que se articule un sistema de auditorías energéticas que prime la eficiencia en la producción. Eso para empezar. Si estamos ante el tercer choque petrolero, con las medidas de juguete propuestas, la crisis durará bastante más de lo previsto.

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