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Columna
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La polarización

Joaquín Estefanía

Se manifiestan dos tipos de polarización ideológica en estos tiempos convulsos de estancamiento económico: la que se produce, explícita, entre los Parlamentos y la calle; y otra, más espesa, en el interior de las cámaras de los diputados. En ambos casos, el ejemplo más cercano y visible ha sido la Grecia de la pasada semana.

El movimiento de los indignados, las huelgas generales, el tamaño de la protesta y la dureza de la confrontación con la policía, mientras los representantes del pueblo votaban un plan de rígor mortis que condena al retroceso a una generación y certifica una década perdida, aumenta la inquietud sobre la amplia separación entre dos lógicas, que conduce al desapego entre una parte de la ciudadanía cada vez mayor y los administradores que poco antes esos mismos ciudadanos habían votado para que les ayudasen a solucionar sus problemas y colectivos. No hay marca más desgastada estos días que la de la política. ¿Se extenderá este desgaste al concepto mismo de democracia?

La distancia aumenta no porque la izquierda lo sea cada vez más, sino porque la derecha vira hacia su derecha

Papandreu estaba emparedado por dos fórmulas antagónicas: la de quienes se manifestaban ante el Parlamento, que quieren un tipo de salida a sus dificultades; y la de los burócratas de Bruselas (hasta hace poco los únicos que utilizaban este modo de calificar a los funcionarios de la Unión Europea eran los euroescépticos) y los mercados, unidos en comandita con los anteriores, que pretenden otra salida que supone de hecho, más allá de sus verdaderas intenciones, el empobrecimiento social y el estancamiento económico.

Pero el líder socialista griego tenía otra contradicción que superar: la de su oposición de derechas. Heredera directa de la que gobernaba cuando Grecia falseó sus cifras ante Bruselas con la asesoría directa de Goldman Sachs (cuyo presidente ejecutivo europeo era entonces Mario Draghi, hoy presidente del Banco Central Europeo, una de las entidades que más sacrificios exigen a los griegos), el grueso de esa oposición no ha querido avalar con su voto el plan de ajustes porque sus consecuencias suponen "la recesión para más de 30 años". He ahí la curiosa cartografía parlamentaria: los socialistas, a favor de las políticas de rigor para evitar la suspensión de pagos del país; la derecha, tímidamente keynesiana (y, sobre todo, sin reconocerlo), defendiendo gratis la tesis de las vías hacia el crecimiento.

En la última década se está multiplicando una polarización en la vida pública -cuyo teórico más característico fue el asesor del presidente Bush Karl Rove- consistente en buscar el apoyo movilizado de tus huestes electorales y evitar la movilización de las del contrario, desmoralizándolas. Pero esta es una polarización disímil, desequilibrada: no se produce porque la izquierda se haya ido más a la izquierda (todo lo contrario en materia de política económica), sino porque la derecha avanza cada vez más hacia su derecha.

¿No es Grecia en esto, también, un laboratorio para los demás? -

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