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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La porra de Berlusconi

Italia apuesta por la mano dura para controlar la inmigración clandestina con penas de cárcel

Berlusconi prometió en campaña endurecer la política inmigratoria italiana, aun a riesgo de poner en tela de juicio los principios básicos del derecho comunitario, contrario a la criminalización de los sin papeles. Ha cumplido, con creces, su promesa en la primera reunión del Gobierno en Nápoles.

La elección de la capital de la Campania para la reunión tiene que ver con la grave crisis que afecta a esa ciudad desde hace meses, a cuenta de la falta de recogida de basura, un problema en el que está implicada la Camorra. El primer ministro ha tranquilizado a los napolitanos asegurando que "volverán las flores" y para ello ha decidido aumentar los vertederos, que serán vigilados a partir de ahora por las fuerzas del orden y eventualmente el Ejército. Nápoles ha sido escenario, por otra parte, al igual que Roma, de brotes de racismo contra los gitanos rumanos.

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La solución de Berlusconi para la inmigración ilegal es el aumento de las medidas represivas: ha dado luz verde a una normativa que incluye la creación de un nuevo delito, el de inmigración clandestina, castigado con penas de entre seis meses y cuatro años de cárcel. Actualmente, hay cerca de 700.000 extranjeros en situación irregular en Italia. Es previsible que el proyecto de ley sea aprobado en el Parlamento, dada la holgada mayoría gubernamental en las dos cámaras. Y podría estar operativo antes de agosto.

El autor de la nueva normativa, que ha suscitado la protesta de la izquierda en el Parlamento Europeo, así como en el Consejo de Europa y ONG, es el ministro de Justicia, Niccolò Ghedini, el abogado personal de Berlusconi en las varias causas que tiene abiertas. Ghedini asegura que Il Cavaliere jamás aprobaría una ley sin humanidad. Sin embargo, el paquete aprobado más bien indica lo contrario: aumento de pena en un tercio en caso de otros delitos, expulsiones fulminantes, sanciones penales para quienes les alquilen una casa, dificultades para los reagrupamientos familiares, retención hasta 18 meses en centros de detención, etcétera.

Son medidas que en otras circunstancias habrían despertado grandes protestas en el resto de Europa. Pero, por desgracia, también la UE se está dejando contagiar por este clima contra la inmigración. Con el agravante de que esconde el endurecimiento tras el cinismo: ahora, se dice, no se trata de denunciar la política de Berlusconi, sino de contenerla.

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