Yo no puedo tirar la toalla
Con 31 años no me puedo permitir el lujo de tirar la toalla, como algunas ejecutivas que lo han hecho al sentirse incapacitadas a la hora de conciliar su vida personal y laboral. Yo no puedo, yo estoy soltera y tengo que pagar muchas cosas para poder sobrevivir en este país de "empresarios ignorantes" que siguen viendo riesgos asociados a horarios humanizados. La humanización de las relaciones laborales y la conciliación implica grandes avances para la economía y el bienestar social de países democráticos, pero nuestros empresarios no lo ven. Tienen miedo de que el negocio no funcione, y parece que les aterra que sea su personal el que se vaya a casa antes que ellos; es una cuestión de poder. Yo estoy agotada de ser mujer y trabajar 12 horas al día por sólo 1.000 euros al mes. Agotada de llegar todos los días a mi casa y meterme en la cama para amanecer pensando en las 12 horas que aún me quedan por delante; agotada de tener que repetir todos los días en mi trabajo que la conciliación trae beneficios a todas las partes. El siguiente paso que voy a dar es marcharme, porque aunque mi trabajo consista en defender derechos humanos, paradojas de la vida, los míos propios no están siendo cuidados. Me voy a Inglaterra: allí quedarse el último y marcharse después del jefe es sinónimo de "trepa"; aquí está bien visto, y yo me niego a entender el trabajo en términos feudales.