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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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¿A quién le importa el nombre?

Soledad Gallego-Díaz

Pasan cosas tan decisivas para nuestro futuro, en España y en Europa, que lo de menos en estos momentos es quién sea el secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Lo de más es si existe realmente un partido socialista, qué análisis hace de lo que está ocurriendo y qué propuestas es capaz de ofrecer. A la mayoría de los ciudadanos nos daría exactamente igual que el PSOE estuviera liderado durante algún tiempo por un perfecto desconocido o desconocida. Casi sería una buena manera de demostrar que el equipo saliente es consciente de la catástrofe que ha provocado y de que es capaz de asumir esa responsabilidad.

Bastaría con que se hiciera cargo del partido alguien cualificado para organizar un debate serio, que sirva para algo. Los ciudadanos no sentimos ninguna prisa en que se nos proponga a un futuro candidato presidencial del PSOE ni en que los socialistas elijan a una persona o un equipo que maneje los resortes de poder de su grupo. Ni tan siquiera hay urgencia en que los socialistas tengan un nuevo portavoz en el Parlamento. ¿Para qué cambiar al actual, José Antonio Alonso, si no hay nada nuevo que decir?

El partido socialista no puede limitarse a agitar todos los días ante los ciudadanos un conjunto de obviedades

Lo que necesitamos saber es si va a existir un partido político en la oposición capaz de proponernos alternativas, en un momento extremadamente peligroso, en el que todas las opciones parecen haber desaparecido de nuestra vista. La destrucción en la que han dejado al PSOE José Luis Rodríguez Zapatero, como secretario general y presidente del Gobierno, y Alfredo Pérez Rubalcaba, como importante miembro del Gabinete y posterior candidato, es tan completa que produce incomodidad ver cómo sus seguidores discuten sobre el reparto de los cargos burocráticos. Probablemente lo que necesita el PSOE no es prisa en designar nombres, sino tiempo y calma para hablar, para debatir ideas y para crear propuestas concretas que sean solventes, aplicables y alternativas.

Lo que cada día parece más imprescindible es dotar de contenidos a una socialdemocracia que tenga propuestas propias, no solo para cada país, sino para la Unión Europea en su conjunto y que sea capaz de combatir la feroz ofensiva de pensamiento único que se nos vuelve a echar encima. Hasta ahora, la realidad es que no han sido capaces (o no han tenido siquiera la voluntad) de enfrentar esa corriente, pero la oleada actual va a ser tan avasalladora, el recorte que se quiere imponer al Estado de bienestar es tan brutal e injusto, que lo que está en juego ahora es su mera supervivencia como corriente política.

Los ciudadanos tienen miedo y están enfadados. Y no encuentran políticos que tengan la convicción de que es posible defender la democracia, los derechos y la justicia, que peleen contra la tendencia actual de dejar las cosas en manos de élites tecnocráticas. Políticos que, como exige el cada día más activo filósofo alemán Jurgen Habermas (http://www.spiegel.de/ international/europe/0,1518,799237,00.html), defiendan que Europa es un proyecto, el proyecto de las generaciones actuales, y que tiene unas premisas que no pueden ser avasalladas.

El partido socialista español no puede limitarse a agitar todos los días ante los ciudadanos un conjunto de obviedades, una lista de problemas que hasta el menos despierto de los analistas es capaz de recitar con los ojos cerrados: alejamiento de la política de las capas más jóvenes de la sociedad, burocratización de la vida parlamentaria, falta de gobernanza económica, sometimiento de la democracia a los mercados, injusto reparto de los sacrificios, injusta distribución de los recursos, aumento exponencial de la desigualdad, trato preferente de rentas del capital, autorización de paraísos fiscales, deterioro de la inspección fiscal, desprotección laboral, contradicción entre austeridad y ajuste y mantener un crecimiento económico necesario para atajar el desempleo... Bien, esos son los problemas, pero ¿tienen alguna solución que proponer? ¿Alguna alternativa concreta que sugerir? ¿Una serie de medidas que puedan ser asumidas por la socialdemocracia europea en la UE? Hasta que no puedan responder a estas preguntas, lo mejor sería que dejaran de molestar con candidatos, dirigentes, nombres y apellidos.

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