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Tribuna
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Me rebelo

Un riesgo amenaza con desvirtuar las elecciones municipales del próximo 22 de mayo: su secuestro por una desmesurada pasión partidista ajena a los problemas y a las propuestas que afectan tanto a la vida cotidiana como a las perspectivas de futuro de los habitantes de todos y cada uno de nuestros pueblos y ciudades. Si desaparece la idea de la política como servicio a la ciudadanía, el interés general queda relegado ante la pulsión devastadora del poder por el poder. Así, para unos se trata de convertir estas elecciones en el preludio de la ansiada victoria en las elecciones generales de 2012, y para conseguirla están dispuestos a todo sin importarles lo más mínimo lo que esté en juego en unas elecciones para ellos secundarias e instrumentales. Para otros, en el caso de Catalunya, se trata de prorrogar una victoria electoral reciente con la intención de recuperar una hegemonía añorada. Y en el mundo socialista las dudas y zozobras internas parece que, por momentos, turben el ánimo, desfiguren la percepción de la realidad y desvíen del objetivo principal de ofrecer a los ciudadanos un proyecto político estimulante. Todo ello expresado con un estilo alejado de la deseable discusión cívica, razonada y razonable y que sustituye los argumentos positivos por contundentes y zafias negaciones. Con este estilo de hacer política los acuerdos para afrontar responsablemente los graves problemas que nos afectan se convierten en imposibles y así se alimenta el sentimiento de desamparo y de lejanía de los ciudadanos hacia una política ensimismada e indiferente ante la realidad.

Estoy en contra de convertir estas municipales en instrumento de otras ambiciones
Barcelona se ofrece como motor económico para salir de la crisis
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Contra este secuestro de la política real me rebelo y afirmo rotundamente que estas elecciones municipales no son, ¡no pueden ser!, unas elecciones subsidiarias de otros intereses. Por ello quiero hacer de las mismas, desde mi condición de alcalde de Barcelona y candidato socialista a la reelección, una demostración de otra manera de entender y hacer la política. Una política más cívica y menos partidista. Una política reformadora que combina el sentido práctico y la perspectiva de largo alcance, el rigor y la eficiencia con la ambición de los grandes proyectos, la proximidad de lo local con la proyección y la influencia en todos los ámbitos en los que se toman decisiones relevantes sobre nuestros ciudadanos. Una política que para ser eficaz requiere de amplios acuerdos sobre las orientaciones de fondo y de la colaboración inteligente entre el sector público y el sector privado.

Con este espíritu, característico de la fecunda gobernación de Barcelona iniciada por Narcís Serra, impulsada por la pasión de Pasqual Maragall y consolidada por el rigor de Joan Clos, he trabajado durante mi mandato y presento mis propuestas de futuro. Con la convicción añadida de saber, por experiencia, que lo que es bueno para Barcelona es bueno para Catalunya y para España. Por ello, Barcelona ofrece todo su potencial de creatividad y de futuro y, a cambio, pide que no se vea coartado por actitudes, decisiones u omisiones de otras Administraciones.

Barcelona se ofrece como motor económico para salir de la crisis. No se trata de una actitud petulante ni ilusa porque se basa en hechos tangibles y reconocidos. Barcelona ha aguantado de pie los embates de la crisis, manteniéndose, aun en los peores momentos, por encima de un millón de puestos de trabajo y mostrando una rápida capacidad de recuperación como demuestra el cambio de tendencia observado en el ritmo de creación de empresas, con una tasa de actividad emprendedora por encima de la media europea. Resistencia y reacción vinculadas a factores determinantes como el de contar con una economía diversificada y exportadora que representa una quinta parte del total de las exportaciones españolas, con una marca atractiva muy bien situada a nivel europeo y global, reflejada permanentemente en los rankings de diversa índole que se publican, o con proyectos consolidados en los sectores más creativos de la nueva economía, del que el nuevo distrito tecnológico del 22@ constituye una prueba fehaciente. A todo ello hay que agregar una Administración municipal solvente y rigurosa que, gracias a unas finanzas saneadas, ha podido mantener un fuerte ritmo inversor, lejos de los apuros de otras ciudades como Madrid. Pero para sacar el rendimiento óptimo de todos estos activos es preciso que se adopten decisiones por parte de los Gobiernos de España y de Catalunya que afectan básicamente a infraestructuras estratégicas como el Aeropuerto de El Prat, imprescindible para convertirnos plenamente en una ciudad global, o el Puerto de Barcelona, que ha de consolidarse como una de las puertas de entrada del comercio asiático con Europa, o el corredor ferroviario mediterráneo, pieza fundamental para la articulación de la España más exportadora con Europa. Como asimismo resulta imprescindible que la capacidad de autogobierno de Catalunya no se vea erosionada, cumpliéndose rigurosamente los compromisos de financiación acordados, y muy especialmente el que concierne al fondo de competitividad que con toda la razón reclama el Gobierno de la Generalitat con el apoyo firme del socialismo catalán.

Esta Barcelona motor de futuro no ha salido de la nada, no es el resultado de una evolución natural. Al contrario, es la consecuencia de una acción política sostenida desde 1979 por una amplia coalición progresista que ha construido un determinado modelo de ciudad que combina la capacidad para crear y estimular un entorno de creatividad preparado para competir globalmente con la atención a la convivencia y la seguridad en un espacio público ordenado y sostenible. Es la Barcelona capital de Catalunya, su punta de lanza, su force de frappe. Es la Barcelona capital de la España plural, de la España en red. Es la Barcelona capital euromediterránea. Es la Barcelona que está decidida a competir hasta convertirse en una capital global. Impulsar y defender esta Barcelona es mi máxima ambición política. Por ello me rebelé en su momento contra el intento de dictar desde otros intereses lo que era mejor para la ciudad. Por idéntica razón me rebelo contra los que pretenden convertir estas elecciones municipales en un mero instrumento de otras ambiciones. Y por ello combatiré democráticamente con todas mis fuerzas en las próximas elecciones todo proyecto que se proponga disminuir la identidad y la proyección futura de Barcelona, convencido de que si así lo hago prestaré un servicio a la ciudad, a Catalunya y a España.

Jordi Hereu es alcalde de Barcelona.

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