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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El regalo de Obama

La reforma sanitaria aprobada por el Senado es un gran salto adelante pese a sus limitaciones

Barack Obama ha obtenido el regalo de Navidad que pretendía al aprobar el Senado el proyecto de ley de reforma sanitaria que hará de Estados Unidos un país civilizado en este terreno crucial. El texto ha de sortear todavía obstáculos parlamentarios antes de llegar al Despacho Oval -básicamente su conciliación con el proyecto alternativo adoptado hace casi dos meses por la Cámara de Representantes-, pero todo apunta a que el presidente podrá anunciar la buena nueva a sus compatriotas a finales de enero, en su mensaje sobre el estado de la Unión.

La ley de Obama queda lejos de aquel proyecto de atención universal acariciado en la campaña electoral, que tanto ilusionó a los votantes del presidente, quizá porque se trataba de un objetivo fallido de los líderes demócratas desde comienzos del siglo pasado. Bill Clinton fue el último en fracasar en un ámbito, el sanitario, que como ningún otro suscita la animadversión frontal republicana. Una inquina articulada durante el debate en ambas cámaras mediante un obstruccionismo reaccionario impropio de una visión política madura.

El Senado ha hecho durante su discusión concesiones fundamentales que descafeínan el texto -más de 2.000 páginas-, como liquidar la opción de una sanidad pública que compitiera con la privada o dejar en manos de los Estados la prohibición de financiar abortos. Pero aun así, rebajado, hay mucho que celebrar en un cambio legislativo que otorga cobertura a 30 millones más de estadounidenses, ahora sanitariamente a la intemperie. Y que meterá en cintura a unas compañías aseguradoras que ahora vetan a su antojo la contratación de pólizas por determinadas personas.

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Sus críticos más técnicos argumentan que nadie sabe cuánto costará la aplicación de la compleja ley. Los asesores presidenciales aseguran que sus previsiones (casi 900.000 millones de dólares en los próximos 10 años) reducirán el gasto público en salud. Pero de esa conclusión discrepan casi todos los estudios independientes, que ven en las cuentas gubernamentales un concienzudo disfraz del gasto. En este sentido, ni senadores ni representantes, entre cuyos proyectos hay ahora sustanciales diferencias, han atacado el problema básico de un sistema de salud infinitamente caro (proporcionalmente, el doble que el de cualquier otro país industrializado) y de resultados más que cuestionables.

La travesía parlamentaria de la iniciativa de política interior más cara a Obama, culminada en un insólito voto de madrugada del Senado en Nochebuena, ha consumido siete meses del año. La implacable oposición republicana y la de un puñado de demócratas ha desembocado en un texto menos ilusionante, que ha ido decayendo en la estima de los ciudadanos, según muestran los sondeos. Pero que representa en cualquier caso un gran salto adelante respecto de lo existente.

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