De rodillas
En la contraportada de EL PAIS del 26 de diciembre se dice, en referencia a Monica Lewinsky, literalmente, "la mujer que puso de rodillas al presidente de los EE UU". Yo tenía entendido que fue al revés. Viceversa.
Me explico: las democracias -sólidas y vertebradas como la americana, frágiles e invertebradas como la española- tienden a glorificar a sus líderes y hombres de Estado para después buscarles los "pies de barro" más nimios y derribarles, y finalmente intentar recuperarles buscándoles sucedáneos, en un ejercicio fútil de nostalgia del héroe. Así, a un presidente de los pies a la cabeza como Clinton se le acosa hasta casi el impeachment por una licencia consentida en su casa; a otro como Suárez se le fustiga sin piedad a cuentas de la división en sus filas; a otro como Felipe se le inventan cuñados y hermanos y se le emborrona de corrupciones varias que no harían ni levantar una ceja a los conscon (constructores-concejales) de hoy en día... para luego intentar inventar una Hillary que recuerde a su marido Bill, un Aznar que vislumbre a aquel Suárez o incluso un Zapatero que devuelva aquel Felipe.
Vamos laminando a nuestros mejores prohombres y, sin darnos cuenta, vamos laminando nuestras democracias. Y viceversa.