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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nunca sucedió antes

Los papeles del Departamento de Estado iluminan el envés de la diplomacia americana

La lista parece interminable. La diplomacia estadounidense ha espiado al secretario general y otros altos funcionarios de la ONU, hasta llegar a escudriñar el número de sus tarjetas de crédito. Los Gobiernos árabes del Golfo presionan para que Washington lance una guerra contra Teherán, antes de que Irán se convierta en potencia nuclear y los arrodille. El Gobierno islamista moderado de Turquía afronta la continua resistencia de los militares laicistas y se teme la existencia de una agenda oculta islamista. Más. Pekín ordena un ciberataque contra Google, a finales de 2009, y a la vez planea dejar caer a su tradicional aliado estalinista en Corea del Norte a cambio de hegemonizar la futura península coreana unificada. Pakistán apoya bajo mano a grupos terroristas mientras aumenta su arsenal nuclear. Para hacer negocios en Marruecos hay que contar con la mordida de la casa real, que mantiene su Ejército en pésimo estado. Arabia Saudí es la principal fuente de financiación del terrorismo islamista.

La lista afecta a todos los continentes. La estabilidad emocional de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, preocupa a propios y extraños; en vida de su marido le trasladaba buena parte de los asuntos oficiales. Las relaciones cubano-venezolanas son tan estrechas que los espías de la isla campan a sus anchas por el país petrolífero. Los cubanos también tienen mayor influencia en Bolivia: trataron a su presidente de un grave tumor en la nariz. También a Europa. La coalición democristiana-liberal alemana renquea por el carácter reservón y temeroso de la canciller. El presidente francés, el más proamericano desde De Gaulle, acredita una personalidad despótica.

Y a España. El Gobierno de Zapatero convino en minimizar las diferencias posbélicas con Washington; en difuminar los vuelos aéreos de la CIA; mostró un doble perfil en la persecución de los asesinos del periodista José Couso; y la fiscalía desempeñó un papel polémico en el devenir del procedimiento por las torturas en Guantánamo. Contra lo mil veces prometido, el ex presidente Aznar se manifestó dispuesto a volver a la política en caso de que España le necesitase. Y además de lo resumido hasta aquí, lo que pueda salir todavía de los papeles del Departamento de Estado, que este periódico junto a otras cabeceras internacionales está revelando, a partir de una masiva filtración practicada por la organización Wikileaks. Significativamente, su fundador está siendo perseguido por la Interpol, y su sitio boicoteado y cancelado.

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La publicación de lo reseñado ha conmocionado a la opinión internacional y sobresaltado a los Gobiernos, que en muchos casos aducen argumentos falaces para minimizar o descalificar la explosión informativa. La seguridad de las personas se ha garantizado eliminando nombres y datos que pudieran ponerla en peligro, como el lector ha podido comprobar. Los medios que han publicado las revelaciones han actuado dentro de los límites que dibujó el Tribunal Supremo de EE UU en el caso de los papeles del Pentágono, optando por la libertad de expresión y el derecho a la información de los ciudadanos. Respecto a la relevancia de las informaciones, las páginas de este periódico hablan por ellas mismas.

No hay antecedente histórico alguno de un ejercicio periodístico de tanto alcance, ni por el número de países concernidos ni por la relevancia de las informaciones, que afectan prácticamente a todos los conflictos abiertos en el mundo. Estas revelaciones iluminan un submundo político sobre el que existían ya las más fundamentadas sospechas, pero pocas pruebas y certidumbres. Por eso hoy la ciudadanía es más libre que ayer, y los grandes poderes se saben más vigilados. Y es un avance trascendental, aunque se conjugue desde la modestia del periodismo.

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