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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los valores

Quiero glosar, aunque sea fuera de contexto, una insólita ironía de don Antonio Valdecantos en el artículo absolutamente excepcional El súbdito adulado (EL PAÍS, 21-6-2011). Se trata de estas palabras: "una tierna y entrañable preocupación por lo que se llamaba valores". Si examinamos lo que hoy se entiende por "valores" veremos que su contexto favorito es el que los remite a "los jóvenes": en ellos es en los que suelen echarse en falta y por ellos se lamenta la despreocupación de los adultos en la familia actual y la incompetencia de las instituciones de enseñanza; la "ausencia de valores en la juventud" es la más recurrente cantinela pedagógica de quienes me parece que no tienen nada que decir.

Por esta vía acaba resultando que los llamados "valores" son una cosa que se cumple en el culto y el cultivo de vacías capacidades funcionales enfáticamente elevadas al rango de virtudes, aunque carentes de otra determinación que la de su eficiencia para el logro de un propósito, para el éxito en sí mismo. Con ellas pasa lo mismo que cuando se dice: "es un muchacho muy motivado", y no hay que preguntar en qué y por qué, o cuando un inspector viene de supervisar uno por uno a los alumnos de un colegio, e informa: "Estupendo: los he encontrado a todos muy motivados", y nadie espera una palabra más. Los valores motivan, y el "estar motivado", como lugar genérico para ellos, puede tenerse ya por un valor. Si el estar motivado es por sí solo digno de alabanza, con la misma gratuidad las capacidades funcionales, por el solo hecho de servirle de instrumentos, merecen encarecimiento de virtudes; una cosa tan necesaria y exclusivamente funcional como el esfuerzo es una gran virtud, y en un deportista llega a veces a elevarse a "heroica generosidad" de quien lo da todo de sí mismo.

Así pues, los valores se detienen en lo instrumental porque para ellos el lograr en sí mismo prevalece absolutamente sobre lo que se logra. El contenido de lo que se logra es sustituido y anulado por el mérito de la acción de lograr. El aristocrático lema del blasón de los valores dice así: "Lo que importa es lograr, ese debe ser tu honor y tu gloria; no recojas y guardes lo logrado como la vil hormiga, déjalo que se vaya a la basura".

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