El veneno del berrinche
El Real Madrid cayó eliminado por el Barcelona en las semifinales de la Champions. Fue el desenlace del último de los cuatro partidos en los que se han enfrentado, en solo 18 días, los dos grandes referentes del fútbol español. El resultado global ha sido decepcionante, pero no tanto porque no hubiera grandes lances de juego (aunque hubo pocos), ni porque faltara la emoción (existió a raudales). El mal sabor de boca que ha dejado tanto duelo en tan poco tiempo es que buena parte de la batalla no ha tenido lugar dentro del campo sino fuera.
Algo le tiene que haber pasado al Real Madrid para que su último entrenador, José Mourinho, se salte las reglas no escritas que forman parte del patrimonio del club, y nadie le diga nada. Con tal de que no se notara el lamentable planteamiento táctico que hizo en el partido de ida de la Champions en el Bernabéu, decidió cargar contra los árbitros y sugerir una tenebrosa trama de conspiraciones secretas para hacerle daño al Madrid y beneficiar al Barça. Sobriedad y elegancia a la hora de perder,
esa era la fórmula que sintetizaba el "señorío" del club de Chamartín.
Ahora se ha impuesto la lógica del berrinche, que Mourinho ha firmado como una mosquita muerta, como un mártir. Lo grave, lo verdaderamente grave, es que el berrinche es contagioso (suele fundarse en sólidos motivos, faltaría más).
Y, por lo que se pudo ver, envenenó incluso a algunos de los jugadores que llevan años dando lecciones de saber estar. Es incomprensible que Casillas se aplicara a hacerle gestos a la cámara para desacreditar al árbitro o que Xabi Alonso insistiera en lamentarse por los errores de los colegiados.
Seguramente la roja que se le enseñó a Pepe en el Bernabéu fue excesiva y es casi seguro que no se debió anular el gol de Higuaín en el Camp Nou, que tiene pinta de ser legal. La grandeza de un club se mide también por la inteligencia de quienes lo gestionan, que deberían saber que los errores de los árbitros existen. Atribuirlos a una conjura es una lamentable señal de impotencia. En cuanto al Barça, tampoco estuvo a la altura. Superar una semifinal no justifica el gesto de dar la vuelta al campo: hay celebraciones de las que no se puede abusar si no se quiere banalizar el éxito.