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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El verbalismo de CiU

Los nacionalistas buscan los votos del PP mientras cultivan un duro discurso sobre España

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha señalado que los recortes emprendidos por el Ejecutivo de Artur Mas mostraban el camino a seguir. Entre CiU y PP hay comunión de ideas: la crisis se combate gracias a la austeridad y la economía se dinamizará sin aumentar la presión fiscal, sobre todo la de los impuestos directos. Sin embargo, el soberanismo verbal de CiU impide que esas relaciones vayan como la seda. El caso es que ambas formaciones se necesitan. CiU carece de mayoría absoluta en el Parlamento catalán para sacar adelante sus recortes; y el PP, con los votos convergentes, aumentaría su base de legitimidad. Una de las primeras pruebas de fuego de este dúo se producirá con el debate de los Presupuestos de la Generalitat para 2012, que esta semana han entrado en la Cámara catalana, y sobre los que el PP, como respondiendo al voto negativo de CiU en la investidura, ya ha puesto objeciones: el pago por receta y la tasa turística.

Uno de los obstáculos para formalizar esa relación entre CiU y PP es la recurrente utilización del término "expolio", empleada por los convergentes para referirse a algo que puede cuantificarse y también negociarse como es que Cataluña tenga unas balanzas fiscales desfavorables. El mesurado portavoz de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, dijo durante la investidura de Rajoy: "Cataluña está harta de que España nos haga cada vez más pobres". Desde CiU se extrañaron luego de que no hubiera un gesto por parte del candidato a presidente que facilitara la abstención. No se puede emplear una terminología hiriente y luego esperar loas y concesiones. Y menos cuando todo eso ocurre en una Cámara en la que el PP cuenta con mayoría absoluta, cuando CiU carece de mayoría suficiente en la cámara catalana.

CiU está jugando con una peligrosa pirotecnia verbal, que se centra en la idea de un pacto fiscal "en la línea del concierto vasco" como única fórmula para resolver las dificultades de financiación e, indirectamente, legitimar los duros recortes que está aplicando en Cataluña. Se mantiene así la idea de que la crisis es hija a la vez de la herencia recibida del tripartito y de la falta de generosidad e incumplimientos del Gobierno central, un punto de partida muy popular con vistas a la galería, pero que siembra la semilla de la confrontación en las relaciones de Cataluña con el resto de España. Ese planteamiento genera a la vez unas expectativas que solo pueden desembocar en nuevas frustraciones, como ya se está empezando a comprobar en la súbita caída de popularidad que registra el Gobierno de Mas. Según una encuesta del Centro de Estudios de Opinión (CEO), los ciudadanos califican al Ejecutivo con un 4,96, en la primera ocasión en que el Gobierno catalán suspende en la historia democrática.

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El Gobierno catalán insiste, además, en apelar al enemigo exterior sin ver la viga en el propio ojo: la retención por adelantado del IRPF de un pago no devengado a los trabajadores públicos es algo que CiU habría convertido en un terremoto político de no haber sido una ocurrencia propia.

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