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Reportaje:

Buscar el alma en el trabajo

"Nuestro objetivo es mandar un mensaje de conciencia en el mundo de la empresa. Lo que intentamos transmitir es que, si todos cambiamos internamente, el entorno también lo hará". Por extraño que pueda parecerle a algunos, estas palabras salen de la boca del presidente de una entidad española dedicada a las finanzas, Joaquín Tamames, que además es cofundador de la Fundación Ananta, una organización desde la que pretenden impregnar de valores humanos y espirituales el mundo de los negocios.

La filosofía de la Fundación Ananta, lejos de ser una iniciativa original y osada, se enmarca en una tendencia que llena los despachos de la alta dirección de todo el mundo. El antiguo modelo empresarial orientado sólo a resultados, a la productividad, está matizándose. En un tiempo en el que los cambios son vertiginosos; la incertidumbre, la compañera de camino, y la crisis mundial, una constante amenaza, los ejecutivos "buscan respuestas más profundas", asegura Ken O'Donnell, consultor internacional de desarrollo organizacional y autor del libro Valores humanos en la empresa, editado recientemente en España por Ananta. "La gente no está satisfecha con un trabajo que simplemente permita pagar el alquiler, y quiere un trabajo pleno y con sentido", opina Don McCormick, profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Redlands (California) y autor de numerosos artículos sobre la espiritualidad en el trabajo. "Cuando vas a comer con el presidente de una compañía y empiezas a profundizar, todo el mundo te muestra que tiene un anhelo o un vacío espiritual", afirma Tamames.

"La espiritualidad significa que ante circunstancias adversas y con gente difícil puedes sacar lo mejor de los otros"
"Lo que se pretende es saber mantener la visión en el ojo del huracán. ¿Cómo se logra? La meditación ayuda"

Los visionarios de la evolución en la organización de las empresas sugieren que la respuesta a esta inquietud está más cerca de lo que podríamos imaginar: en cada individuo. De ahí que se haya comenzado a hablar de gestión espiritual (spiritual management), surgida a su vez del concepto de inteligencia espiritual que completa el círculo uniéndose a la emocional y a la racional. Varias revistas estadounidenses del mundo de los negocios, como Fortune o Business Week, ya han publicado informaciones sobre lo que se perfila como un cambio profundo en la mentalidad empresarial. También la Academia de Dirección (Academy of Management) ha creado un grupo y una publicación con el nombre Dirección, Espiritualidad y Religión.

Pero, ¿qué se entiende por espiritualidad? "Cuando se piensa en espiritualidad, se imaginan cráneos rapados, gente en medio de la selva meditando o cogida de las manos antes de entrar al trabajo? No. Lo que realmente significa es que, ante circunstancias adversas y con gente difícil, eres capaz de continuar respetando, confiando y sacando lo mejor de los otros. [...] Espiritualidad es interactuar de una forma que es la mejor para ti, para los otros y para lo que tratas de hacer", dice O'Donnell. Como se puede deducir de esta definición, se establece una separación clara entre espiritualidad y religión. No es necesario creer en otra cosa que en los valores del ser humano. "Invita a cada uno y a todos a desarrollar sus potenciales y a descubrir su espiritualidad profunda", escribe Ken Wilber, un filósofo que con su "pensamiento integral" ha inspirado a muchos de los consultores que están introduciendo la espiritualidad en los negocios.

Y es que son cada vez más numerosos los consultores que ofrecen servicios dirigidos fundamentalmente a buscar la raíz del ser. Los más atrevidos hablan incluso de alma, y escriben libros con títulos como Despertando el alma corporativa, de Eric Klein y John Izzo, en el que se abunda en la idea de iluminar las almas de los individuos para que la organización funcione, y se dan las claves para ello. La mayoría, por el contrario, prefiere evitar prejuicios empleando otros nombres, como gestión de talentos. "El director acude pidiendo programas para el autoconocimiento, para madurar, pero no lo presenta así a su equipo. Les habla, por ejemplo, de una formación para mejorar sus habilidades", explica Maryam Varela, una consultora experta en inteligencia emocional.

Algunos directivos conciben programas realmente osados para transmitir e impregnar de valores humanos sus empresas. Como Louis Willem Gunning, presidente para Asia de Unilever, quien quiso despertar la sensibilidad y la empatía de un grupo de ejecutivos de su compañía. No se le ocurrió nada mejor que llevarlos a Sri Lanka justo después del tsunami que arrasó la zona. Allí, durante varios días, participaron en las labores de reconstrucción, pero lo que realmente tocó el alma de estos particulares voluntarios fue el apoyo emocional que pudieron prestar a los afectados y el impacto tan positivo del acercamiento humano.

Seguramente, Gunning decidió poner a su equipo en una situación extrema con el objetivo de que cada individuo llegara al fondo de sí mismo, porque desarrollar la inteligencia espiritual pasa necesariamente por bucear en el interior de uno para comprender lo que ocurre; para reconocer íntimamente los sentimientos, las actitudes y los valores. "Cuando me conozco, conozco al otro y puedo encontrar una estabilidad. Desde ella soy capaz de superar cualquier bloqueo", explicaba Jayanti, coordinadora europea de Brahma Kumaris, una organización benéfica presente en un centenar de países que se dedica a enseñar meditación en ámbitos muy distintos, entre ellos en la empresa. En su sede de Londres se imparte gratuitamente meditación y relajación, y por esta y otras acciones, Brahma Kumaris ha sido distinguida con varios premios.

Jayanti ha estado recientemente en España para, junto con Ken O'Donnell, impartir por segundo año consecutivo un seminario para directivos titulado Sabiduría y liderazgo, en la línea de la gestión o dirección espiritual. La respuesta de los directivos y empresarios españoles ha sido positiva. "Después del primer seminario nos pidieron un segundo, y además algunos de los asistentes han querido que enseñemos meditación y pensamiento positivo en sus empresas", explica Miriam Subirana, presidenta de Brahma Kumaris en España. Una de ellas es Macsa, SA, una compañía de codificación, que ofrece programas semanales de meditación a sus empleados. Jordi Piñot, director general de Macsa, experimentó esta técnica en un curso de liderazgo organizado por la Universidad de Oxford. "A mí me ha funcionado. Yo la uso, y he querido que los demás también puedan aprovechar sus efectos", asegura. "Lo que se pretende en última instancia es saber mantener la visión en el ojo del huracán, y ¿cómo se consigue eso? La meditación ayuda a ello".

Aunque no es ni mucho menos la única, es relativamente frecuente el uso de la meditación como herramienta de interiorización, como un medio para entrar en contacto con otra dimensión de uno mismo. Lo cierto es que en el fondo de muchas de las propuestas nacidas en el seno de la gestión espiritual hay una tendencia a aplicar la esencia de las filosofías orientales a la realidad occidental. En la tradición oriental, el individuo se siente en íntima relación con todo su entorno, e incluso con el universo en su conjunto. Es decir, que la espiritualidad, más que la búsqueda de la autotrascendencia y del descubrimiento de los valores individuales, se entiende como una llamada a que el individuo asuma su responsabilidad en la transformación del entorno mediante la transformación interior. Es, en resumen, una reflexión a dejar de echar la culpa a los jefes, a los compañeros, a la suegra o al político de turno?, y participar en crear una realidad propia. Curiosamente, esa llamada no sólo se oye en los pasillos de las grandes empresas. Javier Solana, en su discurso al recibir el Premio Carlomagno, dijo: "Estoy profundamente convencido de la causalidad inmediata entre cómo nos definimos y cómo actuamos en el exterior. Lo que hacemos en el mundo es reflejo de lo que somos".

Más contundentes fueron las palabras de Andrew Cohen, un filósofo y guía espiritual estadounidense, ante una audiencia de ejecutivos que asistían a un curso de formación sobre liderazgo: "Para cambiar el mundo y para participar en su evolución, cada individuo tiene que abrir sus propias fronteras. Y cuando lo haces te das cuenta de que la evolución se está produciendo a través de ti. La evolución no es algo que está ahí fuera, sino algo que tiene que ver contigo". Asombrosa similitud con el discurso de Solana.

Basándose en un concepto de evolución de la conciencia, Don Beck, asesor de presidentes como Tony Blair o Nelson Mandela, ha desarrollado una teoría para el diseño del cambio llamada dinámica en espiral (spiral dynamics), que se aplica tanto a las empresas como a las naciones. "No tiene sentido invertir tiempo atacando la realidad actual. Es tiempo de crear nuevos modelos. [...] En la medida en que podamos hacerlo, podremos proporcionar lo que se requiere para dar un gran salto hacia el futuro".

Beck sostiene que el hombre no deja de evolucionar. En cada crisis se renueva, asciende una vuelta en la espiral de la evolución de conciencia, haciendo más amplia su visión de la realidad. La espiral representa los distintos niveles de desarrollo, empezando por el primitivo, pasando por el egocéntrico, el comunitario... En opinión de Beck, llegamos a un momento en el que se está cociendo un importante salto de nivel, comparado incluso con el paso de la Edad Media al Renacimiento. En esta ocasión, el salto llevará a integrar todas las dimensiones del ser humano y de la realidad para tener una visión global más amplia. "Pasar del pluralismo al integralismo", según Wilber. En este contexto, la espiritualidad es una herramienta imprescindible para afrontar los retos. "Un nuevo y diferente patrón de pensamiento está emergiendo en todo el mundo y en varios campos de la actividad humana. [...] Por primera vez, el hombre es capaz de afrontar la existencia en todas sus dimensiones", escribe Don Beck, junto a Christopher Cowan, en un libro que relata su experiencia en Suráfrica como asesor durante la transición del apartheid a la democracia. La espiral puede también aplicarse a cada individuo no sólo para situarse a sí mismo en ese camino de desarrollo de la conciencia, sino para comprender a los demás.

Otra constatación más de que las fronteras entre lo interior y lo exterior se diluyen, y de que lo que nos rodea es el reflejo de nosotros mismos, es el uso de una metodología desarrollada por Bert Helliger como técnica terapéutica para su aplicación en el contexto familiar, y que ha comenzado ya a emplearse en el mundo de la empresa. Las agrupaciones familiares son una representación animada del árbol genealógico de una persona; el objetivo es que ésta sea consciente de su posición en él y de que descubra los nudos emocionales inconscientes con los miembros de la familia que están condicionando su comportamiento.

Una empresa no es muy diferente de una familia, y los conflictos que se viven dentro de ella están íntimamente relacionados con los conflictos personales de los individuos que la conforman. De modo que de las agrupaciones familiares se ha pasado a grupos organizados. También en este caso, una representación animada del organigrama de la empresa o de un equipo saca a la luz los vínculos, las posturas y las posiciones conscientes e inconscientes que conforman la verdadera realidad del grupo. Al mismo tiempo que saca a la luz lo que no se ve, es decir, las relaciones basadas en lo que ocurre en el interior de los personajes, la agrupación permite hacer modificaciones para deshacer conflictos y crear mayor fluidez y armonía dentro de la organización.

Parece, pues, que este movimiento de gestión espiritual hace buena la leyenda que cuenta que los dioses quisieron esconder el secreto de su sabiduría para cambiar el mundo en un lugar de difícil acceso para el ser humano. Un lugar que exigiera un verdadero esfuerzo para llegar. Después de considerar las más altas cumbres y los más profundos océanos, decidieron ocultarla en el último lugar donde los humanos buscarían: en su interior.

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