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Entrevista:

Juan Modolell: Un sabio entre moscas y mariposas

Sus descubrimientos con los genes de la mosca del vinagre están en los libros de texto, pero el bioquímico Juan Modolell, último premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal, se entusiasma hablando de mariposas, sin duda mucho más bellas. Una afición que inició siendo un niño, que le llevó a estudiar biología, y que le ha hecho viajar en un comatoso camión ruso hasta las montañas Altai, de Siberia, en busca de raros ejemplares. Una atracción irresistible y una dedicación que comparte con la Drosophila melanogaster, la diminuta mosca modelo que reina en los laboratorios de biología molecular con la que ha convivido los últimos 25 años.

El itinerario científico de este barcelonés, casado y con tres hijas, se decidió un poco al azar en los Estados Unidos llenos de optimismo de la era Kennedy, entre la contracultura hippy y el entusiasmo por la exploración de la Luna. Unos años "fantásticos", en los que se hizo doctor en bioquímica por la Universidad de Ohio, en los que nació su primera hija, y en los que adquirió un acento que ha dejado un lejano rastro en su castellano trufado de catalán y canario. Un itinerario cargado de premios, honores, medallas y pertenencias a comités internacionales de investigación y publicaciones, que él ni siquiera menciona. Discreción que compagina con la exigencia y el perfeccionismo de los que ha hecho gala durante sus años de profesor investigador en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid (CSIC-UAM).

"Mi tendencia ha sido publicar poco y bueno. A veces dicen que soy un poco esnob, es posible, peo lo fácil no me satisface"

Con 70 años recién cumplidos, Juan Modolell se mueve como una persona mucho más joven. Alto, delgado y con una indumentaria perfectamente combinada en tonos ocres, desprende una elegancia de esas que llamamos innata. Su tono al hablar es suave, lo mismo que su sentido del humor, pero eso no le impide entrar a fondo en los desafíos e injusticias que hoy amenazan el planeta. Es uno de esos científicos que cree que precisamente ellos, los científicos, tienen que hablar, y bien claro, de los problemas que nos afectan, "hemos tenido el privilegio de recibir una educación por encima del promedio y también tenemos una responsabilidad". Y eso hacemos, en su minúsculo y atiborrado despacho en el que una fantástica imagen de Saturno compite, desde el ordenador, con preciosas fotografías de mariposas multicolores diseminadas por la pared.

Es un enamorado de las mariposas, pero se decantó por las moscas...

Siempre me han gustado los bichos, desde que tenía 10 años cuando pasé un verano en los Pirineos en casa de unos amigos de mis padres. Él era hermano de un entomólogo alemán bastante famoso y cazaba mariposas para su hermano, y aquello de coger mariposas me pareció muy bonito, luego me pasé a los coleópteros, los escarabajos. Estudié biológicas básicamente porque me gustaban los bichos, pero como en aquella época, años cincuenta, cuando decías que estudiabas biológicas te preguntaban ¿y eso qué es?, hice químicas, porque mi padre era químico y pensaba que la química podía ser buena para ganarme la vida, y la biología, para la afición.

Y terminó siendo doctor en Bioquímica por la Universidad de Ohio (EE UU).

Las circunstancias de la vida. Yo tenía una novia norteamericana y me fui a Estados Unidos para ver si nos casábamos o no, y me dio calabazas. Entonces me quedé allí con mi título de biólogo, mi título de químico, sin trabajo y sin novia, ¡demasiado para el body!, y no era cosa de volver con el rabo entre las piernas... Así que decidí hacer un doctorado y lo hice en bioquímica, ya que tenía las dos carreras.

O sea, que en su futuro científico fueron decisivas unas calabazas amorosas.

Exactamente, ja, ja. Mi idea, quizá debido a la influencia paterna, era dedicarme a la industria química, porque él era subdirector de la refinería de petróleo de Cepsa en Tenerife y los domingos le acompañaba cuando iba a vigilar cómo iban las destilaciones. Me encantaba ver los laboratorios, subir y bajar de las torres de destilación y correr libremente por la refinería, pero también me encantaban los bichos.

Hablando de familia, ¿su apellido, Modolell, tiene algo que ver con la famosa casa modernista Modolell, de Viladecans?

Hay una casa modernista en Viladecans, pero hay otra en Sant Just Desvern, y nuestra parte de la familia procede de San Just, cerca de Barcelona, y en la portada de la iglesia parroquial está el apellido, datado a finales del siglo XIV. En los archivos de San Just, en los primeros recuentos, alrededor de 1500, figuraba ya un Modolell. Entonces contaban la dimensión de un pueblo por el número de fogatces, de fuegos, que es lo que quiere decir fogatce en catalán, y las masías eran las unidades reales: la familia y su propiedad laboral.

Una familia catalana de abolengo...

Antigua, sí, pero básicamente era gente de campo. Mi padre se llamaba Antonio Modolell Modolell y Modolell.

Eso significa que en su familia les gustaba casarse entre ellos.

Claro, mis abuelos eran primos hermanos y dos generaciones anteriores había pasado lo mismo, por eso hay tanto Modolell repetido? Y en San Just todos estamos emparentados, pero la casa de mis abuelos, una masía de finales del XVIII que mi abuelo convirtió, en 1905, en una casa modernista, se llama Can Ginestà. Ahora están allí la biblioteca y el archivo del pueblo, es un centro de cultura y me alegra, porque la estructura de la casa y el jardín se han conservado.

Para tanta consanguinidad salieron unos hijos muy listos, con premios nacionales de investigación...

Ha habido aporte de otros genes... Puedo decir que mi padre fue la primera generación con título universitario, porque la anterior eran terratenientes. Era muy inteligente y recibió, por su tesis doctoral, el Premio Francisco Franco de Ciencias en 1941, y no era un fascista, y además era catalán. La decisión del premio la tomaba el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y yo recuerdo que entonces tenía cuatro años y rezábamos en familia para que le dieran el premio a papá... Mis padres vinieron a Madrid en avión, y el premio eran 25.000 pesetas, mucho dinero en aquella época. Siempre he admirado mucho a mi padre por haber hecho un trabajo de investigación, que luego no continuó porque en 1945 se fue a Tenerife.

Vamos, que fue lo que se dice un niño bien en una época de mucha penuria.

Nunca hemos sido una familia acaudalada, eso no. Aunque mis abuelos tuvieron mucho dinero, el hijo mayor se metió en negocios y arruinó a toda la familia, pero ya antes de la Guerra Civil era mi padre, con su sueldo, el que mantenía a su familia. De todas aquellas propiedades de tierras en San Just, yo no he visto ni una maceta, y mi padre tampoco, pero en mi casa hubo siempre un ambiente de clase media educada, mi padre tocaba muy bien el piano, mi madre cantaba, había libros, se leía. Mi abuelo materno era un gran musicólogo. Y yo iba con mi padre a los conciertos de la Sinfónica de Tenerife, mi padre, a butaca, y nosotros, al gallinero? He vivido en un ambiente rico en cultura, eso sí.

Con una familia tan catalana, pero viviendo fuera de Cataluña la mayor parte de su vida, ¿cómo ha visto la última bronca del Estatuto catalán?

Yo creo que muchas cosas se están sacando de quicio. Me parece que España es un país que está muy polarizado, porque tenemos la riqueza en el centro y en la periferia, pero la periferia conjunta es más que el centro, y mucha gente se pregunta por qué Madrid le dice lo que tiene que hacer. Entiendo esos sentimientos nacionalistas, pero a mí lo que me entusiasma es el sentimiento de Europa. Pienso que nuestro Viejo Continente tiene un papel importantísimo en lograr un mundo sostenible y debe de ejercer un papel que Estados Unidos no va a hacer nunca, porque sólo ve su continente. Nosotros, debido a nuestra historia, creo que entendemos un poco más lo que pasa en el resto del mundo, pero los países sueltos pintan muy poco, y las nacionalidades sueltas, todavía menos. Entiendo y comparto los sentimientos nacionalistas porque los humanos nos entendemos bien desde el punto de vista de la tribu, queremos pertenecer a una tribu, y en un momento en el que estamos tan globalizados, la gente se siente a veces muy defensiva de su pequeño hogar, es difícil sacudirse los sentimientos tribales.

Es decir, que le emocionan las sardanas y el pan con tomate.

No bailo sardanas y me encanta el pan con tomate, y no soy aficionado al fútbol, pero me gusta que gane el Barça... No me entusiasma la idea de los nacionalismos catalán o vasco, pero tampoco me entusiasma la idea de España. Tenemos una gran cultura e hicimos una labor fantástica, pero en los últimos 200 años nuestra historia ha sido una historia de calamidades y de ir hacia abajo. Somos un país muy agradable y estupendo para vivir, pero no somos la repanocha.

Pese a su amor a las mariposas, ¿las clava con alfileres?

Tengo una colección de unas 4.000 mariposas, no es una gran colección, pero sí, las clavo con alfileres. Me gustan los bichos vivos más que en cajas, pero también es verdad que si quiero conservar lo que veo en la naturaleza y tener un récord de mis experiencias, los tengo que tener muertos, pero al tiempo tengo mis sentimientos conservacionistas... Se critica mucho el comercio de algunas especies y creo que hay razones para ello, pero tenemos que reconocer que si queremos que se conserven esos sitios maravillosos donde hay estos bichos, la gente de allí tiene que sacar un beneficio, de otra forma no hay conservación que valga. Por fortuna, las poblaciones de insectos son muchísimo más numerosas que las de mamíferos o aves, no es comparable, y ninguna especie de mariposas se ha extinguido porque la hayan cazado, se extinguen porque se extinguen los hábitats. Desgraciadamente lo he vivido en Puerto Rico, en donde estuve con un entomólogo profesional y teníamos un permiso para cazar mariposas, hasta siete ejemplares de cada especie. Fuimos a un parque donde había la mejor colonia de mariposas del tipo Atlantea tulita, que sólo existe en las Grandes Antillas, y cogimos unos ejemplares, pero allí estaban los bulldozers urbanizando la zona. Mucho permiso limitado, pero luego los bulldozers se estaban cargando el hábitat.

¿Nunca se ha sentido un poco ridículo con el cazamariposas en la mano?

Alguna vez sí, porque según en qué sitio casi no te atreves a sacarlo. Todos tenemos esa idea del naturalista medio loco, y a veces pérfido, que hemos visto en algunas películas, pero también puedo decir que somos una muy rara avis, porque en todos los años que llevo buscando mariposas sólo una vez me he encontrado a una persona con una red. Y eso también es malo, porque queremos que las generaciones futuras aprecien la naturaleza y es difícil apreciar algo cuando no lo conoces, lo que se conoce se estima mucho más. Cuando yo era pequeño, muchos niños hacíamos colecciones de insectos, ahora nadie las hace. Me encanta cazar y fotografiar mariposas, pero también he hecho mucha fotografía de paisaje y naturaleza. Soy un entusiasta de Chile y desde 1991 habré ido una docena de veces. Conozco desde el extremo norte hasta el sur del país, los paisajes del gran norte, del altiplano, los volcanes y desiertos son fantásticos y me encanta fotografiarlos. Me entusiasma la luz, el color.

Y luego tantos años encerrado en un laboratorio con una minúscula mosca...

Si trabajo con una mosca es porque es un sistema modelo que va muy bien con cierto tipo de investigación. Entre biología y bioquímica tiré por la bioquímica porque fue un momento en el que empezaba la biología molecular y era algo muy atractivo.

Creo que ha sido muy perfeccionista en sus investigaciones, parece que su lema ha sido publicar poco, pero muy bueno.

Sí, ésa ha sido siempre mi tendencia. A veces dicen que soy un poco esnob, es posible, pero lo fácil no me satisface.

Pues en estos momentos quien no publica no existe.

Se publica mucho y muy bueno, y en ese sentido considero que he tenido una época estupenda porque con muy poco hemos hecho un trabajo muy pionero. Ahora las cosas se están poniendo muy difíciles porque la tecnología ha avanzado tanto que hacen falta más medios que hace 15 o 20 años. Publicar ahora en los top journals es más difícil, pero cada vez tenemos más grupos de científicos jóvenes que publican a niveles muy altos y eso es muy satisfactorio para el país.

¿Sus descubrimientos con la mosca del vinagre han pasado a los libros de texto porque eran extrapolables a los humanos?

El primer trabajo lo hicimos con los genes proneurales, un grupo de genes, los achaete-scute, que estaban modificando el número de quetas (cerdas o pelos sensoriales) en la mosca, y los patrones de modificaciones eran muy difíciles de explicar. Había que ir a la biología molecular, clonar los genes y ver lo que había dentro. Y eso es lo que hicimos durante 14 años. Y vimos que esos genes tienen la función proneural, le dicen a la célula que tiene que hacer tejido nervioso, son los primeros genes que una célula pone en marcha cuando tienen que desarrollarse como células nerviosas, y además sólo se expresan en ciertos sitios, que es donde aparecen estas quetas. La caracterización de estos genes fue el primer trabajo importante y clásico, y su relevancia fue que ésos y otros muchos genes rectores del desarrollo de los seres vivos están conservados a lo largo de toda la escala animal. Es decir, que lo que estábamos haciendo en la Drosophila también pasaba en los humanos, pero hace 20 años ni en nuestras más salvajes especulaciones se nos ocurría decirlo. El que estos genes estuvieran en los vertebrados, en el ratón, en el hombre, dio mucha relevancia al hallazgo.

El otro descubrimiento importante, y más reciente, fue el de los genes 'iroquois', ¿qué hacen exactamente?

Les llamaron iroquois porque algunas de las mutaciones en estos genes suprimían los pelos o quetas de los laterales del mesotórax, la espalda de la mosca, con lo que éstas tenían la apariencia de llevar un peinado parecido al de los indios iroquois. En mi laboratorio, José Luis González-Skarmeta aisló bioquímicamente dos de estos genes e hizo su primera caracterización molecular. Este trabajo, y los siguientes de nuestro laboratorio, demostraron que una de las funciones importantes de estos genes es la especificación de territorios del cuerpo de la mosca. Más concretamente, especifican una parte de su tronco, ya que si faltan las células que deben dar lugar a esa parte del animal se generan estructuras de ala. Los genes iroquois confieren la identidad a la espalda de la mosca ?si no actúan, ésta se transforma en ala? y también a la parte dorsal de su cabeza. Nuestros trabajos, y otros, demostraron que esta función de especificar regiones del cuerpo de los organismos también ocurre durante el desarrollo de los vertebrados.

Su equipo formó parte de los 200 científicos de Estados Unidos y Europa que, en 2000, descifraron el genoma de la 'Drosophila', que se consideró un hito porque en ella hay muchos genes que son prácticamente iguales a los humanos. Ahora hablamos de cosas que hubieran parecido imposibles hace unos pocos años, selección genética, clonación, regeneración de órganos, terapia génica?

Creo que hay un exceso de optimismo, el hacer una terapia de sustitución de órganos me parece que está en un futuro lejano, no es algo inmediato. Son procesos extremadamente complicados y es muy difícil controlarlos, pero nunca se sabe? No digo que no se puedan implantar células madre y que puedan dar lugar a curación en la mayoría de los casos, pero en otros puede dar lugar a un tumor, ¿y qué vamos a hacer, corremos o no los riesgos?

¿De qué es partidario?

La terapia génica funcionó bien en unos casos y en otros no, y se paró. Yo me pregunto si es racional parar porque creo que, sobre todo en Estados Unidos, se paran los avances ante los fracasos por miedo a las reclamaciones judiciales, a los problemas financieros legales que pueda haber. Pero ¿por qué aceptamos riesgos en las operaciones convencionales y no en casos de técnicas pioneras? Creo que las cosas nuevas nos dan miedo, pero no habría que poner más exigencias que con las técnicas convencionales, es algo irracional. Muchas veces me preguntan si habrá, en algún momento, clonación reproductiva, y yo creo que sí, pero dejará de hacerse porque no tiene el menor interés. Alguien lo hará por su propio ego, pero ¿qué interés tiene producir un clon de una persona desplazado en el tiempo?, esa persona no será igual, será un individuo distinto. Pero si se hace, tampoco hay que rasgarse las vestiduras, porque no será el fin de nada.

Usted ha sufrido un cáncer, ya superado, ¿cómo vive esta experiencia un científico acostumbrado a trabajar con genes?

Mis médicos me dijeron: "Juan, observa lo que te ocurre, pero no te auscultes continuamente". El cáncer es un palo gordísimo cuando, a los 54 años y pletórico de facultades, vas al médico porque te molesta un poco el estómago y te dice que tienes un cáncer de estómago y que tienen que quitártelo en su totalidad. Te hacen unos arreglos que son una barbaridad, pero que en mi caso han funcionado maravillosamente. Estoy agradecidísimo a la Seguridad Social y a los médicos de Puerta de Hierro que me atendieron, que hicieron un trabajo maravilloso. Tuve mucha suerte porque me lo pillaron muy a tiempo. Mi reacción fue curiosa, porque, una vez pasada la operación y sabiendo que el cáncer estaba contenido, no quise leer nada de este tipo de tumor, me quise olvidar. No quise investigar y agradecí muchísimo que nadie me hablara de probabilidades, porque las probabilidades no significan nada cuando sólo tienes una carta, significan cuando juegas muchas veces, pero yo sólo tenía una carta. Si me hubieran dicho de entrada que la supervivencia era muy baja, habría sido un golpe terrible para mi moral, y las ganas de curarse y pasar página son muy importantes en el enfermo. Luego me ha ayudado a apreciar más la vida, incluso las relaciones familiares, te vuelves un poquito mimoso, te gusta que te mimen? Pero acabo de cumplir 70 años y lo he celebrado en una fiesta memorable de dos días con la familia y los amigos en un pueblo de Soria.

Una fecha obligada de jubilación, ¿cómo lo lleva?

El obligar a la gente a jubilarse creo que es una mala faena, constitucionalmente, la jubilación es un derecho, no una obligación, pero en los funcionarios es obligatoria a los 70 años. Tengo mucha suerte porque la figura del profesor ad honorem a la que paso no lleva aparejada retribución, pero tampoco obligaciones. Después de muchos años dejo de ser jefe de línea de laboratorio, aunque voy a continuar viniendo porque creo que puedo ayudar en la tarea investigadora. Pero estoy ocupado en distintos comités de política científica ?Parque Científico de Barcelona y Centro Andaluz de Biología del Desarrollo? y represento a España en la Conferencia Europea de Biología Molecular y en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular. Es lo que debemos hacer la gente con experiencia, devolver al mundo de la ciencia y la sociedad lo que hemos recibido de ella.

Cuando el Rey les entregó los premios nacionales de investigación, su discurso a favor de la energía nuclear y los transgénicos sorprendió bastante.

¡Pero estaba consensuado con los cinco premiados!

Dijo que había que fomentar el uso de las energías alternativas, sobre todo de la solar, y a continuación manifestó que prescindir de la nuclear y aumentar las emisiones de dióxido de carbono era una estrategia equivocada. Pero los residuos radiactivos siguen ahí por miles de años, y los riesgos de atentados terroristas, también.

Hay riesgos, evidentemente, pero la energía hidroeléctrica también los tiene, recordemos lo que pasó con la presa de Fréjus (Francia) cuando se derrumbó y murieron centenares de personas. Me encantaría que se pudiera prescindir de la energía nuclear, pero no veo que nadie vaya a apretarse fuertemente el cinturón para bajar nuestro consumo energético y que las emisiones de carbono sean sostenibles. ¿Qué vamos a hacer, contaminar y destruir más nuestra atmósfera, lo que ya es una certeza que va a causarnos consecuencias catastróficas? No es que la energía nuclear sea la panacea, pero no podemos permitirnos el lujo de prescindir de ella. La tenemos, pues continuemos con ella, no para toda la vida, sino como una transición hasta que consigamos la fusión nuclear. España vive una situación muy hipócrita, porque tenemos una moratoria nuclear, pero compramos una gran cantidad de electricidad a Francia producida por centrales nucleares. Mire lo que está pasando en China, y en India ya hay 400 millones de personas de clase media que quieren consumir como nosotros? No podemos permitirnos el lujo de incrementar más las emisiones de carbono. Hay riesgos, es evidente, pero todos los años mueren en España miles de personas por accidentes de tráfico y no dejamos el coche.

¿Y qué me dice de los alimentos transgénicos, que tienen tantos detractores?

Es de una ignorancia total. El pasar genes de una especie a otra se ha hecho toda la vida. La transgénesis es algo consustancial con el mundo vivo y porque ahora lo hagamos por procedimientos de biología molecular no hay por qué rasgarse las vestiduras. Los miedos son exageradísimos, y no digo que no haya que tomar precauciones, pero si podemos producir unos arroces que tengan vitaminas y mayores cualidades nutritivas en un mundo donde 30.000 personas mueren cada día de miseria y enfermedades, el oponerse a este tipo de investigaciones me parece un crimen de lesa humanidad.

Cuando hablamos de globalización no parece que sea para introducir mejoras en las poblaciones, sino mayores beneficios económicos para unos pocos.

En eso estoy totalmente de acuerdo, es la idolatría del dios dinero. Ya que hablamos de cultivos, coincido en que con este tipo de globalización se acaban imponiendo sólo unas pocas semillas, y es malo porque va en contra de una diversidad genética que es imprescindible para mantener bien los ecosistemas. Se entiende que haya rechazo a ciertas multinacionales que quieren imponer sus semillas en todo el mundo, pero si queremos alimentar decentemente a toda la población mundial necesitamos esta tecnología, aunque bien aplicada, tenemos que ser muchísimo más sofisticados.

¿Le duele, como biólogo, asistir, son sus palabras, a la extinción de un tesoro único creado durante millones de años de evolución, nuestro planeta?

Si ahora tuviera 20 años y empezara de nuevo, a lo mejor no me dedicaría a la biología molecular, sino más bien a una biología de campo, porque creo que tenemos una necesidad imperiosa de conocer la biodiversidad, las especies que tenemos y que muchas van a desaparecer sin que nadie sepa que han existido. Me duele cuando se habla de la nueva colonización de la Luna, de ir a Marte, con el dinero que cuesta, y lo necesitamos para salvar nuestra casita, que se está cayendo? ¡Cada especie que se extingue es algo irrepetible en la historia!, estamos deshaciendo el tejido de nuestro planeta, y conservarlo es la tarea más importante que tenemos.

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