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Reportaje:

La hora de la Verdú

Luz Sánchez-Mellado

Milagro. Cuando se pide entrevista con una docena de directores y actores de cine, y los requeridos devuelven enseguida y en persona la llamada, es que algo pasa. O el mundo se ha vuelto loco, o les interesa extraordinariamente el asunto. Sucedió hace dos semanas. El tema: Maribel Verdú. La respuesta: sí. ¿Hablar de Maribel? Claro, con gusto, se lo merece.

Una muestra, por orden alfabético. Vicente Aranda: "Una veterana con un prodigioso dominio de sí misma". José Coronado: "Un camaleón, dulce, salvaje. Te la crees de criada y de marquesa". Guillermo del Toro: "Te ofrece esa rarísima combinación de la actriz técnicamente perfecta y la emoción a flor de piel". Emilio Martínez Lázaro: "Un prodigio de naturalidad". Gracia Querejeta: "Entusiasta, trabajadora, talentazo. Un regalo". David Trueba: "Una Gracita Morales con cuerpo de supermujer". Fernando Trueba: "Una actriz nata. Era, es y será muy buena". Antonio Resines: "Da sopas con honda. Nos lleva 15 años de ventaja a todos". Aitana Sánchez-Gijón: "Una corredora de fondo. Su cara cuenta cada vez más cosas". Jorge Sanz: "Desbordante de energía. Madura, serena, cañón".

"Pasé años haciendo el amor en el cine siendo virgen. Le decía a Ricardo Franco: '¿Cómo me muevo, qué cara pongo?"
"Ya he sido la más 'sexy'. Es el turno de otra. He vivido, me han pasado cosas, y eso se ve"
"No soy de círculos, no me postulo. Aún me sorprende que me llame un director. ¿Por qué yo?"

Todos adoran a la Verdú. No siempre fue así. Vicente Aranda no la quería ni ver. Odia las recomendaciones. Pero sus colaboradores Jaime Fernández Cid y Fernando Bauluz insistían. La chavala que han visto en la cafetería es perfecta para la adolescente del El crimen del capitán Sánchez, la cinta que preparan para TVE. El director cede. Que venga la niña. Se va a enterar. "Tenía 13 años, pero era una mujer. Venía con su madre, y pensé: ésta no dura un asalto. Le hice una prueba durísima. Era tan buena que me rendí". Así fue cómo un día de 1984 la nieta del coronel Rollán se ganó a pulso el derecho a ser la hija del capitán Sánchez. La primera otra vida de su vida.

"¿Podéis bajar el aire, por favor? Hace un frío que pela". Esta tarde, 23 años después, Maribel Verdú Rollán tirita en medio de la gélida blancura de este hotel de Madrid. "Es que soy muy friolera. Es lo malo de esta profesión. Los madrugones y el pasmo que pasas en los rodajes. Fíjate, con el cambio de tiempo me ha salido una calentura, ahora que tengo que hacerme fotos de promoción. La ley de Murphy, ya sabes. Pero no me quejo, ¿eh? Vivo de esto, me apasiona mi trabajo y estamos muy bien pagados, no es como cavar en la M-30".

Verdú acaba de llegar de México DF, donde ha recogido el Premio Ariel por su interpretación de una criada antifascista en El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro. El primer galardón de entidad que cosecha esta actriz de 36 años que parece llevar siglos en pantalla. A la edad en que otros despuntan, ella acredita casi cinco quinquenios de oficio. La niña prodigio de El año de las luces o 27 horas (1986) creció a ojos vista del respetable para convertirse en una actriz y una mujer de bandera capaz, al mismo tiempo, de parar el tráfico como modelo de ropa interior y de protagonizar algunas de las películas (Amantes, Belle époque, La buena estrella) más inolvidables de los noventa.

Fue con el nuevo milenio, a los 30 cumplidos, en plena resaca del bombazo de Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón, cuando Verdú hizo mutis por el foro. Después de deslumbrar al mundo como la mujer definitivamente estilizada y adulta que inicia al sexo a unos adolescentes Gael García Bernal y Diego Luna, Maribel se queda fuera de plano. De repente, después de veinte años en cartel, su nombre desaparece de los créditos. ¿Dónde estaba la Verdú?

Hoy vuelve por donde solía. Presenta película, El niño de barro, del debutante Jorge Algora. La crítica mundial se rinde a su trabajo ?Time afeó a Hollywood por no nominarla al Oscar en El laberinto del fauno, cuyo director celebra "el milagro" de conocerla?. Llueven ofertas. Con cuatro películas por estrenar, entre las que están lo nuevo de Gonzalo Suárez y Gracia Querejeta, éste puede ser el primer año de su segunda edad de oro. Y aún le quedan tres y medio para la crisis de los 40.

Maribel está delgada. Los ojos, los pómulos y la boca son los imanes de un rostro anguloso, limpio, sin más mácula que la calentura mexicana sobre el labio inferior. La camisa blanca bajo el pichi marengo y los vaqueros pitillo revelan un cuerpo menudo compensado con una rotunda delantera. Le sorprende la pregunta:

-Hay quien dice que ha tenido usted problemas de anorexia.

-¿Qué me cuentas? Si algo no sería jamás es anoréxica, porque lo que más me gusta es comer. Rodando, si no como bien, me pongo de mala leche. Si hubiera tenido anorexia, lo hubiera contado para ayudar. No. Es más fácil. De niña era un palo, como mis hermanas, pero con más tetas. De los 18 a los 25 me puse redonda, sería la edad. Era tremendo, sí. De pasar por una obra y ¡uuoooo!, oír de todo. Pero luego me quedé como estaba. Llevo años así. Con la edad te afilas, te estilizas, afortunadamente.

-Sus últimos papeles, como Mercedes en El laberinto del fauno, explotan ese aspecto. Son mujeres sufrientes, consumidas.

-Hace tiempo de eso. Acuérdate de La buena estrella. Pero sí, ahora hago de sufridora, salgo a pelo y no me importa. Ya no tengo esa presión de estar cañón, de tener que ir con el escote Bellucci. Ya sabe toda España cómo son mis tetas y mi culo. Ya he sido la más sexy. ¿Qué voy a hacer, seguir jugando a eso? No. Es el turno de otra.

-Algunos la han comparado incluso con Lola Gaos o la Terele Pávez de Los santos inocentes.

-Ya, hija, lo leí y me emocionó tanto. Porque eso no es sólo un físico, hay algo más. Tengo 36 años, he vivido, me han pasado cosas, he tenido experiencias mías y de mi gente, y todo eso se te queda dentro y sale. Hay un poso, una madurez, y la cámara lo ve porque son vivencias tuyas.

-Pero usted empezó en esto con 13 años.

-Yo me he tirado años haciendo en el cine cosas que no había hecho en la vida. Haciendo el amor siendo virgen, por ejemplo. ¿Y cómo lo hacía? Pues preguntando. A Ricardo Franco, mi director en El sueño de Tánger. Entonces yo tenía 14 años, y le decía: "Ricardito, a ver, ponme encima de ti y muéveme. ¿Qué hago, qué cara pongo?". O a mis amigas. Me buscaba la vida, chica.

Madrid, 1984. Segundo año del primer Gobierno socialista. María Isabel Verdú Rollán es la estrella de las pupilas del Santo Ángel de la Guarda, un colegio de monjas del barrio de Argüelles, en Madrid. Pizpireta, algo dentona ?"Bugs Bunny, me llamaban"?, pero insultantemente fotogénica, sale alguna vez en la tele y las revistas. Es la niña de la lana Pingüin Esmeralda, la escolar de McDonald's, la pollita de El Corte Inglés. "Mi tía vio un anuncio y empecé a ir a castings con mi madre. Me pagaban 35.000 pesetas a 90 días. Era mi dinero. Lo metía dentro de A sangre fría. Siempre me recuerdo con un libro a cuestas".

La modelo vive con sus abuelos ?el coronel de Artillería Anastasio Rollán y su esposa, Isabel? y sus 15 tíos y tías en un enorme piso militar. "Estaba allí porque mi madre quería que fuera a su colegio. Era una esquizofrenia maravillosa. Mis tíos me llevaban a las manifestaciones de izquierdas, y mi abuela, a misa. Yo era feliz en un sitio y en otro". Bel se sabe al dedillo las rutas del metro y los autobuses de Madrid. El viernes coge el autocar ?"mi camioneta, mi Blasa"? y enfila a San José de Valderas, el barrio donde residen sus padres y sus hermanas, las gemelas Marina y Carlota, cinco años menores. "Un abismo entonces. Ahora somos una, pero cuando nacieron me puse celosísima. Intenté asfixiarlas".

En Argüelles, Bel no tenía competencia. "Llegaba del cole con mi amiga Nuria. Hacíamos los deberes, merendábamos un sándwich de mortadela y salsa rosa y un colacao con galletas, y jugábamos a Los ángeles de Charlie. Yo era Kelly, la morena que hacía Jaclyn Smith, y Nuria era Sabrina, la pelirroja. Pasábamos la tarde haciendo posturitas y matando a mis tíos por toda la casa. No sé si jugaba a agente secreto o a ser detective sin arriesgar el pellejo. Lo de actriz, ni sabía lo que era".

-A lo mejor quería vivir otras vidas.

-Absolutamente.

Maribel vive lo que cuenta. Hace voces, pone caras, se levanta y clava el escorzo de pistolera cañón para desplomarse luego muerta de risa en el sofá. Puedes verla a los 12 años con "la falda a cuadros, el cisne blanco, el pico azul y los leotardos hasta los sobacos" del uniforme. La oyes poner patas arriba el despacho del coronel. Casi hueles la mortadela del bocadillo que se zampaba viendo a Pippi Langstrum ?"mi ídolo"? en la tele del salón. Una de esas tardes, paseando "ciega de gominolas" con Nuria, entra en el bar de los estudios Cinearte. "Pedí una manzanilla, para la tripa". Fernando Bauluz y Jaime Fernández, en la barra, se fijan en la colegiala descompuesta. El resto está en las filmotecas.

Maribel amplía horizontes. Se busca un representante: "Me dijeron que era lo que tenía que hacer para trabajar en esto, nadie me sugirió que hiciera arte dramático. Dejé los estudios con 16 años. Mi escuela ha sido el trabajo y la vida". Combina los castings de publicidad con los de cine: "Siempre nos encontrábamos Aitana [Sánchez-Gijón], Emma [Suárez] y yo". La niña ?es la pequeña de las tres? arrasa.

Sánchez-Gijón aún recuerda la prueba de reparto de Segunda enseñanza, la serie televisiva de Pedro Masó en los ochenta. "Yo tenía 16 años, y Maribel, 14. Éramos cientos. Era un mico, pero qué dominio, qué poder ante la cámara. Cuando acabó, Pedro nos dijo: 'Esto es una actriz'. Lo era y lo es. Una mujer bellísima y una actriz maravillosa. Ha trabajado con los mejores, aún es muy joven, ha hecho una variedad infinita de personajes, y lo que está por llegar. Todavía tiene un potencial enorme".

Corre la voz en el gremio. Hay una chavala nueva que es la bomba. El vídeo de Maribel circula por las productoras. Fernando Trueba busca chica para El año de las luces. Es verla y quererla. "Tenía 15 años, pero la veías en plano y sentías que había nacido para esto", dice hoy. "Tenía una belleza increíble, pero, sobre todo, mucha verdad, sinceridad en lo que hacía. Me alegro de haber registrado aquel momento de Maribel. Fue una suerte para la película, no me la puedo imaginar sin ella".

Jorge Sanz fue el primer amor de Maribel en pantalla. Antes había rodado El sueño de Tánger, de Ricardo Franco, donde hizo su primer desnudo, pero tardó seis años en estrenarse. Así que para don Anastasio y doña Isabel, ésos fueron los primeros besos de su nieta, aunque fueran "de mentira". Bel adoraba a su abuela. Que la niña hiciera películas no fue plato de gusto. "Después de los anuncios, el cine fue el acabose". Luego, con el éxito, se les pasó el sofoco. Pero doña Isabel se llevó a la tumba en 1991 la duda de si Bel y Jorge se besaban o no "a través de un cristal especial, finito, invisible; de verdad, abuela".

El implicado delata a la embustera. "De cristal, nada", ríe Sanz. "Yo tenía 16 años; ella, 15. Era una niñita, tierna, una bendita. Nos hicimos grandísimos amigos, hemos crecido juntos. Luego hicimos muchas pelis: Belle époque, Amantes. Hemos jugado, hemos hablado, nos ha pasado de todo. Trueba dice que somos como hermanos incestuosos, y no seré yo quien lo niegue".

La que sí veía en directo los besos era la hija del coronel. Isabel Rollán acompañó a su primogénita a platós y escenarios hasta que cumplió 18 años. "Era lo menos madre de artista que te imagines. Mi madre es muy liberal", dice Verdú. "Me cuidaba, pero también hacía su vida. Cuando dejó de venir la eché mucho de menos". Para entonces había rodado 12 películas. Un currículo aún más demoledor si se observa la nómina de directores: Franco, Aranda, Trueba, Armendáriz, De la Iglesia, Martínez Lázaro. Todo, siendo menor de edad. Ya lo dijo Aranda. Una cría en el carné. Una real mujer en pantalla. Y en persona.

Maribel no niega haber sufrido acoso sexual por parte de cierto compañero de reparto al inicio de su carrera. "Fue algo horrible, pero aislado. He tenido que dar muchos cortes en mi vida, pero la cosa nunca pasó a mayores". Libre de sospecha, Sanz se autoinculpa: "Era una jamona y lo sigue siendo; ahora, pata negra. Le entraban muchos, pero los tiene muy bien puestos. Dímelo a mí, que la he acosado toda la vida".

En el hotel, Verdú ha entrado en calor. Habla como si te conociera de toda la vida.

-Usted entra muy joven en un mundo de adultos. ¿Tiene la sensación de haberse perdido su adolescencia?

-¡Pero qué va! Yo he jugado al pañuelo, al rescate, he ido días enteros a la piscina con mis amigos. Conservé a los de siempre y encima conocí a mucha gente extraordinaria. Me lo he pasado bomba antes, durante y después de las películas.

-¿Se sentía desplazada entre gente que le doblaba la edad? ¿Se aburría?

-Jamás. No sentía que me trataran con paternalismo. No iba de niña buscando protección. Siempre he sido muy inquieta y he querido aprender de todo. Buscaba amigos, colegas, que me trataran de tú a tú. Y creo que más o menos lo conseguía.

-¿De qué hablaban?

-De todo. Mucho, de libros. Les pedía consejo. No sabes la de títulos que me ha descubierto Trueba. O Eloy de la Iglesia. O la Sardá [dramatiza]: le decía: "Rosa, no puedo con Asimov, no me gusta la ciencia-ficción", y me contestaba: "Pues cógete Rojo y negro, de Stendhal". Y lo leía todo. Eso sí lo puedo decir. No soy una mujer culta ni preparada, pero sí una tía leída. Y luego está Ricardo Franco, mi gran amigo en la profesión. Cuando me pasa algo bonito, me acuerdo de él, se moriría de la emoción.

La que casi fenece fue ella, el 20 de marzo, en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México. Al oír su nombre como ganadora del Ariel, la Verdú se deshace en llanto. "Estoy tan acostumbrada a poner cara de divina para que gane otra, que me quedé muda. Fue muy emocionante". Maribel no exagera. Cuatro veces nominada a un Goya ?por Amantes, La buena estrella, La Celestina y El laberinto del fauno? para no llevarse ninguno. La última temporada, además, siempre oía el mismo nombre, el de su "amiga" Penélope Cruz.

-¿Se ha sentido algo eclipsada por ella?

-En absoluto. Penélope hizo un trabajo maravilloso, era su año. Los premios son así, se tienen que juntar muchos factores. Como entres en esa carrera, lo pasas fatal. Carmen Maura siempre dice que su mejor papel fue el de La ley del deseo y no le dieron ni un premio de discoteca de pueblo.

Y se parte de risa. Entusiasta. Alegre. Luminosa. Pura energía. Así definen a Maribel sus colegas. Viendo su filmografía se constata que quien trabaja con ella, repite. David Trueba no la ha dirigido ?"no ha habido ocasión"?, pero tiene una teoría al respecto. "Es un cóctel de fidelidad, entrega y entusiasmo que hace que los directores quieran repetir. Es de la estirpe de Alfredo Landa, de Lola Flores. Artistas de raza, buenísimos, pero que han generado cierto desprecio. En este país tenemos el papanatismo de no apreciar lo cercano. Algunos han tenido que oírlo de fuera para admitir que Maribel es excepcional. Y luego ha tenido que vencer los prejuicios derivados de su presencia explosiva".

Trueba se refiere a la década de los noventa. La primera edad dorada de Maribel. Una Verdú plena, en todos los sentidos, omnipresente en la cartelera. "Se convirtió en un tótem sexual. Los camioneros la idolatraban. Lo más sutil que se oía es que estaba muy buena", escribe Luis Alegre en La novia soñada (Festival de Lorca, 2003). El título de la biografía ilustra la pasión del autor por Maribel. "Los intelectuales de las cejas altas la despachaban así", dice. "Mientras otras tenían misterio, enigma, Maribel era la maciza. Luego se comieron sus palabras".

Pero estamos en 1995. 'Playboy' la proclama la mujer más sexy de España. Los carteles a tamaño natural donde luce la lencería Little Kiss desaparecen por las noches de las marquesinas. "Los robábamos Luis Alegre y yo", dice Jorge Sanz. Antonio Resines y José Coronado, otros "amigos del alma", también confiesan. Coronado sustituye a Sanz como pareja oficial de Maribel en el cine. "Es de las que se ponen el casco para ir a trabajar. Irresponsablemente valiente, busca el resultado final más que su lucimiento en pantalla. Y luego es una sinvergüenza de cuidado. A la mínima te dejaba con el culo al aire delante de todo el equipo".

Maribel ha crecido. Después de años de hacer en el cine cosas que no había hecho nunca, empieza a desquitarse. Tras una relación de un año con el veterano director Antonio Giménez Rico ?"mi primer amor"?, vive "años locos". "Digamos que, de los 19 a los 23, recuperé el tiempo perdido". Ricardo Franco le hace el último regalo. Su papel en La buena estrella (1997) revela una nueva Maribel. Tuerta, débil, desesperada. Resines la vio: "Hacía un trabajo endemoniado con precisión de relojería. Ricardo confiaba en ella. Del que no se fiaba era de mí. Por eso, al acabar una escena, me jaleaba y a ella no. Es tan buena que le pasa como a esos hijos que traen siempre sobresaliente y ya no impresionan. Se les da por supuesto".

Cuando cambia el siglo, Maribel es una veterana. Tiene 30 años. En 1999 se casa con el productor Pedro Larrañaga. Alterna el teatro ?nunca ha dejado las tablas; algunos aún recuerdan a una Doña Inés adolescente, muerta de frío, cómo no, ensayando el Tenorio en Alcalá de Henares? con películas nacionales. Hasta que Cuarón llama a su puerta.

El director mexicano ?Como agua para chocolate, Harry Potter? llega a Madrid en busca de una actriz de unos 30 años para Y tu mamá también. "Me vino acojonado, le daba corte ofrecerme un papel tan atrevido. A mí, que soy la menos conservadora del mundo. Los chicos se pasaron el rodaje pidiéndome disculpas. Me tuvieron en palmitas, como a una diva". Los chicos ?Gael García Bernal y Diego Luna? y la diva saltan al estrellato mundial.

"Yo vi cómo Helen Hunt se le puso de rodillas en el festival de Venecia", jura Alegre. Emilio Martínez Lázaro, que se pasó 2001 presentando por el mundo su El otro lado de la cama, lo confirma. "Maribel era la sensación internacional. Directores, productores, actores?, todos me preguntaban por ella. Si no se subió a ese carro fue porque no quiso. Es lista como el hambre. Quizá no le apetezca hacer de latina en la superproducción de turno, o pagar los peajes para triunfar en un territorio duro, lejos de su mundo, donde es feliz".

"Ya que me lo preguntas, sí, he rechazado ofertas", confirma la aludida. "De Ben Affleck, para hacer Daredevil, que mira qué bien le vino luego porque el papel lo hizo Jennifer Garner y se casó con ella. De Tony Scott, para hacer de abogada con Denzel Washington y Cristopher Walken. No me veo. Me sube el estómago a la boca. Me da miedo tirarme siete meses en Los Ángeles. Sé que voy a ser desdichada, infeliz. No es mi vida, no me compensa. En ese sentido sí soy cobarde; conservadora, si quieres. Y no, no estoy dispuesta a ir a una fiesta ni a una cena por tener que ir. No soy de círculos, de camarillas. Aún me sorprende cuando me llama un director. Siempre pregunto: ¿por qué yo? Porque no me vendo, no me postulo. Soy brutota y respondona. Ni soy diplomática, ni sé serlo".

-Como cuando dijo que prefería tener un perro a un hijo.

-Pues mira, sí. Siempre me preguntan por qué no soy madre, como si tuviera que serlo a la fuerza. A veces me dan ganas de decir que no tengo útero. A mi madre se lo quitaron con 33 años. No tengo instinto maternal, ¿y qué?

-Tras el boom de Y tu mamá también y hasta El laberinto del fauno, desapareció usted del mapa. ¿Qué pasó?

-Que lo que me ofrecían en cine era pésimo, simplemente. Lo había visto con otros compañeros; de repente, no te llaman. Y pensé: ya está, me ha tocado; los grandes, los que me interesan, me han olvidado. Pero lo he vivido de una manera tan natural que me he sorprendido. Estoy tan plena, soy tan feliz en la vida y en el trabajo, que sé que puedo afrontar el futuro con tranquilidad. Que me quiten lo bailao.

'El niño de barro' se estrena el día 18 de mayo. 'Oviedo Express', de Gonzalo Suárez; 'La zona', de Rodigo Plá, y 'Siete mesas de billar francés', de Gracia Querejeta, están pendientes de estreno.

Maribel Verdú, con 36 años, angulosa, estilizada.
Maribel Verdú, con 36 años, angulosa, estilizada.Javier Salas

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Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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