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Columna
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Bienvenido Mr. Papa

¡Que viene el Papa, que viene el Papa! Y se armó el belén. El tema es tan espinoso que pincha con sólo tocarlo.

Así, a primera vista, sin profundizar, lo que más llama la atención es lo poco que parece tener que ver la fe con este asunto. Todo lo que rodea a la visita del Papa tiene un tufillo como a visita de estrella de rock que preocupa. Si vinieran los Rolling Stones, el tratamiento que recibiría el acontecimiento no sería muy diferente. Ese merchandising cutre en todas las esquinas: camisetas, tazas, pins, ceniceros, delantales papales,... Como si tales cacharros tuvieran algo que ver con Dios o fueran a acercar a nadie a las puertas del Cielo. Mi pequeña mente agnóstica no acierta a comprender la relación que hay entre la fe y un sacacorchos papal con la cara de Ratzinger.

Otra arista que chirría como la puerta de un castillo es la trascendencia colosal que se le está dando al aspecto económico del asunto. La clase política se está dejando el higadillo en tratar de convencernos a todos de que, no sólo no nos va a salir cara la visita papal, sino que va a ser un negocio redondo. 50 millones de euros nos va a costar a los contribuyentes -no digo "a los españoles" porque está claro que aquí sólo pagamos todos nuestros impuestos los tontos-, pero nos va a dejar 100 millones de eurazos en beneficios.

Se esfuerzan hasta la extenuación por que comprendamos las ventajas económicas de la visita, porque no tendría sentido intentar convencer de las ventajas espirituales. Los que no profesan esta religión son impermeables a argumentos espirituales, como es lógico, y no acaban de entender que se utilice su dinero para montar este fiestorro, por muchos beneficios que traiga, siendo como es éste un estado laico.

En cualquier caso, hay algo patético en usar argumentos económicos para convencer sobre la necesidad de algo que es tan esencialmente espiritual. Es como si intentas convencer a un detractor de Chillida alegando que sus esculturas son pisapapeles excelentes. Pues no, mire usted. Churras y merinas.

Pero todo esto no son más que tonterías. Lo grave hasta el escalofrío es que una religión que contempla la caridad como una de sus virtudes estrella esté ocupando tiempo y dinero en esta frivolidad superlativa mientras en el Cuerno de África ya van por 30.000 niños muertos de hambre en poco más de tres meses. No se entiende por qué no tienen hasta el último de sus hombres allí, hasta el último de sus euros allí, hasta el último sacacorchos papal allí.

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Doscientos confesionarios de cartón han montado en el Parque del Retiro por la visita del Papa. Los van a necesitar. Se juntan las paredes unas con otras de vergüenza.

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