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Blázquez: "He sido paciente"

El obispo de Bilbao reconoce en su despedida de la diócesis que tuvo que "discernir" si debía presidir los funerales por las víctimas del terrorismo

El obispo de Bilbao y nuevo arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, presidió ayer la multitudinaria y emotiva eucaristía en la Catedral de Santiago con la que se despidió de la diócesis bilbaína después de 15 años a su fente. El prelado, rodeado por una treintena de sacerdotes, diáconos, curas y responsables del obispado, reconoció en su homilía que en su mandato ha debido "ejercitar la paciencia". En un tono netamente eclesiástico, señaló que ese temple no supone "renunciar a la meta ni sentarse en el surco. Puede ser aguardar el momento oportuno y vigilar por dónde viene la luz".

El mandato de Blázquez en Bilbao ha estado marcado por varias polémicas, empezando por el "hosco" recibimiento, como él mismo lo ha calificado, que el nacionalismo le dispensó en 1995. El que el prelado, que sustituía a Luis María Larrea, no fuese vasco (nació en un pueblo de Ávila en 1942) y desconociese el euskera motivó que el PNV le tildase de obispo "de la órbita conservadora y desconocedor de la realidad cultural" de Euskadi.

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Blázquez, quien aprendió euskera al frente de la diócesis, presidió la Conferencia Episcopal entre 2005 y 2008 tras imponerse al cardenal de Madrid, Antonio María Rouco. Pero su ascenso en el escalafón eclesiástico tardó en llegar. Rouco, con quien no sintonizaba y le ganó en las nuevas elecciones a la cúpula eclesial española, bloqueó su promoción. Ahora Blázquez marcha a Valladolid como arzobispo mientras Rouco avanza en la reconquista del País Vasco por el sector más españolista del Episcopado. Mario Iceta, miembro del Opus Dei, actual obispo auxiliar y Administrador Apostólico de la sede vacante bilbaína, se perfila como su sucesor.

Uno de los acontecimientos más complicados del mandato de Blázquez ocurrió en 2002, cuando los prelados vascos firmaron una pastoral conjunta, titulada Preparar la paz, en la que dijeron que "no todo" valía contra el terrorismo y expresaron su desacuerdo con la ley de Partidos. Dicha pastoral causó rechazó entre la mayoría de prelados españoles, con Rouco a la cabeza.

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En una homilía ausente de referencias políticamente interpretables, Blázquez reconoció ayer que no le resultó fácil "discernir" si debía presidir los funerales por las víctimas del terrorismo. Aseguró no estar "arrepentido" de haberse tomado su tiempo para adoptar la decisión que le pareció "más pertinente" -y presidió los funerales de asesinados por ETA-, tras haber "escuchado mucho" y sopesado las "razones de unos y otros".

El preconizado arzobispo de Valladolid destacó que en su mandato en Bilbao ha querido ser "obispo de todos, con todos y para todos" y enfatizó que el "resentimiento" nunca inspiró su proceder. Aún así, reconoció que esa intención no excluye los errores y fallos y pidió disculpas "si alguno tiene quejas" o está "descontento" con él.

Confesó que dejar la capital vizcaína le produce "desarraigo" y que sus fieles le han dejado una huella "imborrable" en el corazón, aunque su "querida" diócesis bilbaína nunca le quedará lejos. Entre las distintas muestras de agradecimiento, citó de forma expresa la colaboración "leal y generosa" de Iceta. "Pido a todos el afecto y la colaboración con el", concluyó.

El obispo Blázquez durante la misa que concelebró esta mañana en la basílica de Begoña.
El obispo Blázquez durante la misa que concelebró esta mañana en la basílica de Begoña.PRADIP J. PHANSE

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